MÉXICO, D.F., noviembre 13 (EL UNIVERSAL).- Son las tres de la tarde; avanzamos juntos sobre Paseo de la Reforma, de pronto, policías y guardias presidenciales lo detienen todo: es momento de ceder paso a las carrozas fúnebres y a los restos mortales de José Francisco Blake Mora, cuatro de sus colaboradores, y tres miembros de la tripulación del helicóptero del Estado Mayor Presidencial que viajaba a Cuernavaca Morelos, el pasado 11 de noviembre.
“Ese que va ahí, el de la tercera carroza es mi hermano”, dice Hiram Fernando de 21 años, mientras lo señala.
“¿Cómo es posible que el día del accidente usaran el mismo helicóptero que ya presentaba fallas? Mi hermano me lo dijo el miércoles. Ese helicóptero no está bien; y venía fallando de regreso de Colima”. (El miércoles el teniente Pedro Ramón Escobar Becerra, fungió como copiloto de la aeronave, que se siniestró fatalmente el viernes).
A decir de Hiriam Fernando, y por comentarios que escuchó de su hermano en una conversación telefónica que tuvieron el miércoles; el Superpuma, Fuerza Aérea Mexicana, Matrícula TPH-06 permaneció solo un día para su reparación en el hangar presidencial antes de volar de nuevo hacia Cuernavaca el viernes 11 de noviembre.
Hiriam Fernando y su familia viven en Colima. Su hermano Pedro Ramón tenía una niña de siete meses. Se llama Victoria. Estaba casado desde hacía cuatro años.
“El domingo nos íbamos a encontrar toda la familia aquí en la ciudad de México pues hacía ya algunos meses que no nos veíamos. Íbamos a ir a un restaurante”.
Ellos, el hermano menor y el mayor de la familia, se llamaban invariablemente todos los días. La tarde del viernes Pedro no respondía el teléfono.
“¿Por qué si había esos otros cinco helicópteros tuvieron que elegir para viajar hacia Cuernavaca justo el que no estaba bien?”, dijo a su vez, la señora Rosalba, madre del teniente Escobar al bajar del avión en el hangar presidencial en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. “¿Por qué tenían que irse justo en ese helicóptero?”.
Después del los honores en el Campo Marte, vino la decisión del lugar dónde Pedro sería enterrado. Sus padres y hermanos quieren que sea en Tecomán, Colima lugar donde nació; su esposa pide que su cuerpo se quede en Guadalajara, lugar donde ella vive. Alguien tiene que ceder. Lo que harán es llevar los restos mortales de Pedro Ramón primero a Colima, ahí lo velarán, y después será enterrado en Guadalajara. “No importa dónde quede su cuerpo … a mi Car-Carnal (así le decía Hiram a su hermano mayor), lo iré a ver donde sea”.
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