Roberto Rodríguez Baños / AMI. Nada que ver con personajes mafiosos como Téllez Kuenzler, Molinar Horcasitas, Miguel Ángel Núñez y Javier Lozano, Francisco Blake Mora era una insólita coincidencia de discreción, firmeza y sentido común; nomás llegar a Bucareli no vaciló en jalar las riendas a Lozano para iniciar el necesario diálogo con los electricistas.
Tampoco fue particularmente afín a quienes le antecedieron en el cargo, una colección de especímenes caracterizados por la singularidad y no en el mejor de los sentidos: Santiago Creel, el charrito montaperros que tejió la tupida red de casas de apuestas que infectan a México; y José Carlos María Abascal, un fanático copiado de Torquemada y Girolamo Savoranola, los de Fox. O los de Felipe Calderón:
Francisco Javier Ramírez Acuña, el gobernador jalisciense que destapó en una comilona de carnitas al entonces secretario de Energía, al rival del delfín foxista que era Creel; Juan Camilo Mouriño, simbiosis de voracidad sin fin, ignorancia y cinismo; y Fernando Gómez-Mont Urueta, egresado como el propio Calderón de la Escuela (patito) Libre de Derecha, especializado en la defensa de delincuentes y mugre en la uña de Fernández de Cevallos, alias El Jefe Diego.
Blake Mora era egresado de la carrera de derecho de la universidad bajacaliforniana y tenía una carrera en el servicio público. Nunca fue hombre de estridencias ni funcionario salpicado por el escándalo, pese a que le fue imposible soslayar la instrucción de privilegiar a la trasnacional Sempra Energy, hoy reconocida como fraudulenta y operadora de acciones delictivas hasta por el gobierno gringo, sobre los intereses legítimos del pueblo de Ensenada.
El juez décimo de distrito en Baja California, José Neals André Nalda, determinó que la trasnacional Sempra Energy debe restituir 293 hectáreas donde se asienta su planta regasificadora, predio del que fue despojado Ramón Eugenio Sánchez Ritchi, mediante una operación irregular de compraventa el 31 de enero de 2006, a una mujer de la tercera edad que había muerto dos años antes. Javier Cruz Aguirre denunció en el semanario local Zeta, que “una elite de profesionales, empresarios del ramo turístico, exgobernadores, notarios públicos, políticos y exfuncionarios de la Secretaría de la Reforma Agraria se aliaron o confrontan para obtener el máximo provecho económico de la terminal regasificadora de gas natural licuado que los consorcios Royal Dutch Shell y Sempra Energy construyen en el paraje Costa Azul de Ensenada.”
Causa de tragedias como la muerte de un encargado del despacho de Seguridad Pública federal, Ramón Martín Huerta, en el sexenio de Fox, y dos del de Gobernación, Mouriño y Blake Mora, han sido, entre otras, la excesiva movilidad impuesta a los funcionarios con la consigna de multiplicar la presencia burocrática en actividades a las cuales esa asistencia nada aporta salvo efecto figurativo; la incuria administrativa y consecuente ausencia tanto de previsión como de corrección en el mantenimiento de bienes y servicios, así como el dispendio patrimonial y la codicia como distintivo de la clase en el poder y sus diversos grupos.
Entre los comentarios ilustrativos sobre la personalidad de Blake Mora como un personaje de singular pulcritud ética e intelectual que se magnifican en el ambiente de medianía y mezquindad propias del actual gobierno federal, debe destacarse el de Gerardo Fernández Noroña, un reconocimiento abierto, cordial, generoso, sin ruindad, más si se considera la reconocida diferencia de campos de militancia de ambos personajes; es por lo menos lamentable que esas declaraciones no hayan merecido más que una pasada por la pantalla de la televisión y que quizá esto haya sido porque no pudieron evitarlo; pero lo dicho en Twitter por el diputado permanece: “En verdad, si este gobierno no puede garantizar la seguridad de sus secretarios de Gobernación, no puede garantizar la de nadie. Debe irse”.
La proclividad declarativa de Calderón le hizo hablar de “nubosidad” en la zona del accidente cuando el meteorológico siempre habló de “cielo abierto.” Otras metidas de pata garrafales en el entorno “informativo” del caso abundaron. En una pieza de propaganda barata procesada por imbéciles para consumo de idiotas, “Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, estaría consiguiendo decenas de armas de asalto de tipo militar para atacar la ciudad de México, específicamente un consulado, un medio de comunicación, un canal televisivo, reveló un funcionario de la DEA al diario estadunidense The Chicago Sun.” En más de nota roja, Cocoa Calderón se dice víctima de guerra sucia. Para finalizar: Con Blake Mora es quizá el único ápice de decencia y equilibrio del régimen.
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