¿Es posible que la música se pueda apreciar en una gama de tonalidades, donde cada nota sea representada por un color específico? Esta es una de las interrogantes que en diferentes épocas, científicos y artistas como Newton, Goethe y Kandinsky indagaron y aunque algunos, como Newton, lograron establecer una correspondencia sobre bases científicas y otros, como Kandinsky lo intentaron intuitivamente, ninguno llegó a establecer relaciones exactas y mucho menos a demostrar sistemáticamente la validez de la relación color – música.
El doctor César Pérez Córdova, profesor investigador de la Facultad de Ingeniería y académico de Acústica en la Escuela de Artes de la BUAP, comprobó que el sonido y el color tienen funcionalidades similares en aspectos como consonancia y disonancia.
Durante su trabajo que denomina “Investigación de la relación entre color y música a la luz de la ingeniería”, construyó un afinador de colores que identifica con precisión matemática 12 colores distribuidos sobre la gama visible aplicando la misma fórmula con la que se construyó la escala musical temperada.
“El sonido es un fenómeno vibratorio que se escucha en un rango de 20 a 20 mil vibraciones por segundo. Entre una frecuencia y su doble se pueden ubicar 12 sonidos musicales temperados; por ejemplo entre 440 y 880 Hertz”. A cada duplicación de la frecuencia se denomina “octava” y el oído es capaz de escuchar aproximadamente 10 octavas.
El doctor en Computación indicó que aunque la naturaleza de la luz es compleja, se ha demostrado que tiene un comportamiento vibratorio, ya que de otra manera no se podrían explicar ciertos fenómenos; en ésta el rango es de sólo una octava, es decir, empieza en el rojo de frecuencia 4×1014 y termina en el violeta de 8×1014, vibraciones de muy alta frecuencia. Así se pueden definir sólo 12 valores en ese intervalo que el investigador compara con los sonidos musicales: Do, Do#, Re, Re#, hasta la nota Si.
A partir de una investigación que realizó hace 13 años llamada “Coincidencia de ondas y música”, una de sus conclusiones fue determinar numéricamente el grado de coincidencia (consonancia) de cada acorde de 3 y 4 sonidos musicales y clasificarlos por ese índice en una serie, que va desde el acorde más consonante –agradable- hasta el más disonante –desagradable-.
Demostró la validez de esta nueva investigación porque al colocar los “acordes” (mezclas) de colores en ese mismo orden, varían paulatinamente desde el tono más pálido que resulta –descansado- a la vista hasta el más brillante –agresivo-.
Pérez Córdova explicó que una vez demostrada la correspondencia, se dio a la tarea de traducir y analizar la música de tres épocas: romántica, impresionista y contemporánea.
En la primera corriente analizó el Preludio Opus 28 No. 20 de Federico Chopin, donde se aprecian colores pálidos y estables; la pieza impresionista “Reflejos en el Agua” de Aquiles Debussy es representada por colores más vivos que evocan la pintura de Van Gogh; la última selección, un fragmento de una pieza para piano de Arnold Schöenberg, el músico revolucionario del siglo XX, posee en su representación fuertes contrastes de colores brillantes, similares a los que utilizó el pintor suizo Paul Klee.
A partir de su representación en color, “se puede apreciar la evolución de la música en tres épocas: 1849 con Chopin, 1918 con Debussy y 1951 con Schöenberg”, lo que abre nuevas posibilidades para investigadores y creadores de música y pintura.
Un proyecto único
El académico destacó que es la primera vez que se realiza este tipo de investigación, “no existe algo equivalente en ninguna parte del mundo; ciertamente algunos investigadores han fijado colores que corresponden a las notas musicales, por ejemplo: Mi = amarillo verde, pero amarillo verde no es una posición exacta, sino una zona dentro de la gama de colores”.
En cambio, su trabajo fija con exactitud cada color aplicando el mismo método con el que se construyó la escala musical temperada que utilizó por primera vez Juan Sebastián Bach y eliminó el error (coma) de la escala pitagórica.
Este desarrollo ya está en proceso de patente por la BUAP y el doctor Pérez Córdova piensa darlo a conocer a nivel local, nacional e internacional.
Los resultados de su investigación pueden ser aplicados en diferentes disciplinas como música, musicología, pintura, psicología, lo que él llama “musicolorterapia” para ayudar en el tratamiento de padecimientos nerviosos y mentales, así como en educación para ayudar a los niños a potenciar su inteligencia, entre otros usos. Ésta será la siguiente etapa del proyecto.
Otros estudiosos del tema
Entre los hombres de ciencia que se han interesado por encontrar la relación entre color y música destaca Isaac Newton, quien en su Libro III de Óptica, comparó las vibraciones de los rayos de luz con las oscilaciones sonoras y especuló sobre la existencia de armonías y desarmonías similares a las de la música. Definió, sin precisar con exactitud, siete colores que comparó con las notas de la escala diatónica –teclas blancas del piano-.
Goethe, pensador alemán, negó la existencia de una relación entre color y sonido, pero dijo que tal vez ambos fenómenos se referían a una fórmula superior y escribió que “si alguien llegara a descubrir una relación física entre color y música, sería digno de admiración”.
El pintor ruso Kandinsky, buscó esta relación fusionando la poesía, música y danza, a través de la realización de un arte total. Por su parte Arnold Schöenberg, el músico revolucionario del siglo XX, admirador de Kandinsky, estaba de acuerdo con la intuición sinestésica del pintor, lo mismo que los músicos Olivier Messiaen y Karlheinz Stockhausen.
Todos estos artistas y científicos no contaron con las herramientas tecnológicas actuales, aunque no llegaron a una demostración y desarrollo sistemático ulterior, fueron grandes precursores de la música – color quienes dejaron ideas que hoy se pueden concretar.
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