Forum en linea. Héctor Barragán Valencia. La desigualdad aumentó al nivel más alto de los últimos 30 años, informó el 5 de diciembre la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El estudio toma como base el periodo previo a la Gran Recesión, que inició en 2008, lo cual sugiere que hoy la concentración del ingreso es todavía mayor. ¿Cuál es el origen de tamaño mal que, al erosionar la cohesión social, puede destruir la paz? Cuando la libertad languidece, el poder y el ingreso se concentran. Y no me refiero a la libertad económica o de comercio, que en esos años es la única libertad que ha florecido, aunque a costa de las cuatro libertades cardinales del hombre, a saber: la libertad personal, la libertad de pensamiento, la libertad de reunión y la libertad de asociación.
En esta época hemos dado primacía al “hombre económico” por sobre el “hombre político”. De esta manera, la libertad de comercio ha convertido en mercancía a la persona: cuánto tienes para saber cuánto vales. La persona no vale por lo que es, sino por lo que posee. Y cuando se es mercancía, tus órganos, tu ser informático, tienen precio. Ello explica el tráfico sin precedente de personas como esclavos. Lo mismo vale para la libertad de pensamiento, accesible si compras el espacio para expresarte, toda vez que la prensa, la radio y la televisión son monopolio de las élites, aunque internet fortalece esta libertad. Las libertades de reunión y de asociación también están bajo amenaza.
La creciente privación de estas libertades esenciales se manifiesta como elites que no rinden cuentas a los ciudadanos (me refiero a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y a los partidos); poderes fácticos (televisoras, monopolios, sindicatos, capitales) que no están subordinados a controles públicos, pero sí han sometido a los poderes políticos de las naciones y han convirtiendo a los ciudadanos en mercancías-consumidores. En suma, los poderes políticos y los poderes económicos no están sujetos al interés público-ciudadano mediante un estado de derecho constitucional. Ello explica la concentración de la riqueza, la desigualdad y creciente marginación e injusticia de millones.
En consecuencia, revertir la desigualdad, la pobreza y la injusticia implica un nuevo diseño institucional, tanto nacional como global, que establezca equilibrios, pesos y contrapesos al gobernante y que logre que ningún poder fáctico quede libre de controles públicos y sociales. La tarea es enorme, pero el riesgo de no acometerla es el abismo, el caos.
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