Forum en linea. Miguel Ángel Ferrer. Con la decisión del senador Manlio Fabio Beltrones de no buscar la candidatura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República se cortaron de cuajo las posibilidades de una fractura del tricolor. Éste irá unificado a las elecciones de julio de 2012, y su abanderado será Enrique Peña Nieto.
En el Partido de la Revolución Democrática (PRD) o, quizá mejor dicho, en las izquierdas, como es bien sabido ya, no hubo fractura interna y, sin duda, el candidato a la Presidencia de la República será formalmente, pero ya lo es realmente, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.
Por lo que toca al Partido Acción Nacional (PAN), tampoco se ven señales de ruptura. Y si bien el favorito de Los Pinos para ser el candidato de la derecha a la Primera Magistratura del país es el exsecretario de Hacienda Ernesto Cordero Arroyo, todavía no hay una seguridad plena de que así sea. Aún puede ocurrir que la cúpula panista le coma el mandado a Calderón, así como éste se lo comió a Vicente Fox en 2006, y que, en consecuencia, el abanderado de los azules sea Josefina Vázquez Mota o Santiago Creel o cualquier otro miembro de la élite del partido de la extrema derecha mexicana.
Pero que haya tres candidatos no significa que la competencia vaya a ser pareja. El PAN, luego del desastroso gobierno de Calderón, tienen escasas, por no decir nulas, posibilidades de obtener la mayoría de votos ciudadanos. De modo que, en cuanto a sufragios, la contienda por el primer lugar sólo será entre Peña Nieto y López Obrador.
¡Ah, pero este escenario sería indiscutible si en México se contaran los votos! Porque, como enseña la experiencia histórica, en la llamada democracia mexicana los sufragios no se cuentan, sino se pesan. Y pesan más los votos de Calderón, del IFE (Instituto Federal Electoral), del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (comúnmente llamado Trife) y de los poderes fácticos, entre otros, la Iglesia católica, la élite económica y financiera mexicana y, qué vergüenza, el gobierno de Estados Unidos y el gobierno, mayor vergüenza, de España, dominado de cabo a rabo por la derecha franquista, lo mismo con el defenestrado Rodríguez Zapatero que con el recientemente ungido Mariano Rajoy.
De modo que si Peña Nieto o López Obrador piensan que obteniendo una caudalosa cosecha de votos tienen posibilidades de llegar a Los Pinos, la dura realidad puede no tardar mucho en desilusionarlos. Ya hay ominosas señales de que la extrema derecha les está preparando una desagradable sorpresita. Más o menos, aunque diferente en las formas, como las que les recetaron a Francisco Labastida Ochoa en 2000, y a López Obrador en 2006.
De esta situación tiene plena conciencia el líder tabasqueño, pues la sufrió en carne propia hace un lustro. Y si bien es posible que Peña Nieto no tenga la plena conciencia de López Obrador sobre el peligro que nos asecha de una nueva elección fraudulenta, o algo peor, es indudable que tiene fundadas sospechas de que algo maligno se le está preparando.
Por eso ha instruido a sus voceros (todos altos dirigentes del PRI) para que declaren públicamente y a escala nacional e internacional que la verdadera contienda será solamente entre PRI y PRD. Y por eso mismo esos voceros han calificado al tabasqueño como líder de una izquierda legítima. Podríamos decir que el mexiquense está tendiendo puentes con el tabasqueño para hacer causa común en el caso de que la elección constitucional sea cualquier cosa menos constitucional. Una causa común para rechazar y vencer cualquier intento de la extrema derecha de violentar por tercera vez consecutiva la voluntad ciudadana expresada en las urnas.
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