Elegir un vino que vaya acorde al menú que vamos a comer o a la compañía puede ser más difícil de lo que se cree. Los mitos se caen con la cocina vanguardista de experimentación y entonces se puede probar un filete de pescado con un tinto seco o una carne con un vino espumoso. Te damos los mejores consejos para que te vuelvas un experto y no te pierdas en el intento.
Bebida natural
El vino, sobre todo el tinto, es una de las bebidas más naturales del mundo después del agua. Basta con dejar que una uva madure para que fermente sin necesidad de químicos ni sustancias adicionales. “El vino era la bebida más sana que podía haber en la Europa medieval, tanto que se usaba para combatir el tifo y de hecho se practicaba agregar un poco de vino al agua para que este la purificara. Así de sano es”, comentó Mario Geisse, vitivinicultor de Casa Silva.
Y es esta la razón por la que médicos e investigadores relacionan lo natural del vino con beneficios en la salud como contrarrestar la hipertensión, cuidar el corazón, mantener el peso y digerir mejor la comida.
Pero las preguntas se abren cuando estamos frente al estante del supermercado o vinatería y no sabemos qué vino elegir para esa cena a la que nos han invitado. “Antes de elegir un vino se deben saber dos cosas: qué tipo de comida o evento es y el presupuesto con el que se cuenta. Siempre es buena idea buscar en Internet la descripción exacta de algunos vinos”, recomendó Oliver Flosse, experto en vinos de NY y director de los restaurantes MARC.
“Un consumidor que va a ciegas debe empezar a buscar su vino por región, conocer el mejor vino que produce cada país es de mucha utilidad. Y a fin de cuentas lo que se debe buscar es que el vino produzca placer, experimentando se conocerá”, aconsejó por su parte Mario Geisse.
Hay que saber antes que nada que la elección de un vino es según los gustos personales. Un comprador debe atender el origen y sobre todo a lo que le gusta sentir: sabores secos, fuertes, ligeros o dulces y aromáticos. Muchos vinos, sobre todo de empresas serias, tienen una etiqueta en sus botellas que dice expresamente lo que contiene el vino, es buena idea buscar éstos cuando no se sabe nada del tema.
“Selecciona un vino de acuerdo al tiempo, preferencia, así como a la comida que sirven. Si tienes un día de campo y es un día muy soleado, recomiendo un vino blanco crujiente o incluso champán. Por las noches románticas probar un champán Prosecco o menos caro y llevar algunos alimentos frescos para acompañar”, apuntó Flosse.
Para una cena más formal, un vino rosado como aperitivo es una apuesta segura. Una buena regla a seguir es servir el vino blanco con ensalada o mariscos y un vino tinto para la carne. Trata de no seleccionar algo demasiado pesado como aperitivo, ya que todo debe ser equilibrado.
Decidir cuál es el apropiado para cada comida no es tarea sencilla, por eso los mejores sommeliers del mundo te dicen cómo
Tu familia requiere un buen vino en la mesa y las fechas navideñas son momento de hacerte a ti y a los tuyos un homenaje y comprar ese vino que han querido degustar desde hace tiempo. Los blancos, los espumosos y los dulces son buenas opciones, pero debes tener en cuenta los alimentos que acompañarás y los gustos de quienes se sentarán a la mesa.
Botanas: Para el jamón, los quesos, las aceitunas, etcétera, son un excelente complemento los vinos rosados, los tintos y los amontillados como el Jerez y el Manzanilla.
Pastas: Los que mejor les quedan son los vinos rosados, los blancos jóvenes, aromáticos y frutales, con crianza, como un Macabeo, Sauvignon Blanco un Verdejo, o también los tintos jóvenes o de crianza en barrica.
Carnes rojas: Un vino tinto bien elaborado, robusto, potente y con concentración, crianza o reserva de Rioja, Ribera del Duero, Priorato, Somontano, Penedès. Para una carne al horno o condimentada, un vino tinto con crianza en barrica prolongada, Tempranillo, Garnacha o Cabernet.
Aves: Puedes acompañarlas con diferentes tipos de vino, uno tinto no demasiado robusto pero con suficiente cuerpo y aroma frutal, es decir, un Tempranillo, Semicrianza, reserva de Cabernet Sauvignon o Merlot. También puedes elegir un vino blanco joven, con frescura, cuerpo, aromas cítricos y adecuada acidez, no fermentado en barrica, como un Chardonnay.
Pescados: No es indispensable un vino blanco, también queda muy bien uno tinto o uno rosado. Para los pescados de sabor fuerte, uno blanco fermentado en barrica como un Sauvignon Blanc o un Chardonnay.
Mariscos: El que mejor los complementa es un vino blanco joven como Albariño, Verdejo o Godello.
Postres: Los pasteles, dulces y postres se acompañan muy bien con los vinos blancos ligeros, como los Moscatos o Málaga, que son extraordinarios para disfrutar lo dulce.
Las copas: Dale a las copas la importancia que merecen, pues no son sólo cuestión de estética. Un mismo vino cambia su olor y su sabor dependiendo dónde se sirva. No se perciben de la misma manera los aromas y sabores si se toman en un vidrio grueso. Se trata de una pequeña sutileza, pero este detalle marca la diferencia entre un vino bueno y uno excepcional.
¿Cuántas veces has optado por una botella de precio medio y de una región indiscutible para que no se ponga en evidencia tu modesto conocimiento del vino?
Una encuesta realizada hace unos años en Estados Unidos reveló que la mayoría de consumidores acababa pidiendo familiares blancos de chardonnay y tintos de cabernet porque les daba vergüenza no pronunciar adecuadamente el nombre de otras variedades. Y ello pese a que en su fuero interno desearan probar cosas nuevas. En nuestro país, seguro que muchos hacen lo propio con Rioja y Ribera del Duero.
Vamos a intentar aportar unas claves para salir airoso de esta situación. Si os queda alguna duda nos la podéis comentar a través de la herramienta preguntas al sumiller, donde además podeís aportar sugerencias, reomendaciones, etc.
Volviendo al tema que hoy nos ocupa, a la hora de elegir el vino hay que fijarse en:
El precio. Salvo excepciones, los restaurantes cargan de forma significativa los vinos. Etiquetas que se comercializan entre 12 y15 euros en tiendas suben hasta los 25 o 35 euros. Por eso es mejor no pedir vinos de menos de 15 euros en carta, aunque tampoco hay motivo para gastar más de 40 o 50 euros en una botella, a no ser que se quiera algo muy específico. Ni mucho menos caer en el exceso de pedir alguno de los vinos más caros de la carta que, probablemente, requieran un servicio especialmente cuidado (decantación, descorche anticipado de la botella…).
Estilos y zonas. A la hora de pedir un vino hay que acotar los campos. Lo mejor es partir del tipo de vino: ¿quiero un tinto, un blanco o un espumoso? Esta primera decisión dependerá del gusto, de la apetencia personal o del tipo de comida que ofrezca el restaurante. Y a partir de ahí se puede ir decidiendo uno por distintas zonas geográficas, variedades de uva y estilos de elaboración. Por ejemplo: un blanco verdejo de Rueda preferiblemente fresco (en cuyo caso habría que buscar la añada más reciente) o con cierta estructura (y aquí sería mejor elegir un rueda fermentado en barrica). Si, por poner el caso, la opción es un tinto potente y estructurado, lo lógico sería buscar en regiones como Ribera del Duero, Toro o Priorat y apostar por vinos con crianza en barrica.
La comida y el vino. No vamos a hablar aquí de hacer el encaje de bolillos de construir una combinación perfecta entre plato y vino, sino más bien de usar el sentido común. ¿Me apetece carne roja? Pues busco o pido que me recomienden un vino que acompañe bien ese sabor. ¿Que lo que tengo claro es el vino que me apetece tomar hoy? Entonces, busco platos que no desentonen con él. No hay que exagerar con los maridajes.
El servicio. La forma en que se trata el vino en un restaurante es sintomática del mayor o menor interés que se le presta. Una forma de saber si estamos en una casa que cuida el vino es fijarse si cuenta con vinotecas o con una bodega climatizada para su conservación, si tiene copas adecuadas, si se preocupa de servir los vinos a la temperatura correcta o de si hay un interlocutor (sumiller en la mayoría de los casos) con el que se pueda hablar de vino.
Consejos para ganarse al sumiller
¿Qué hay, por otro lado, de la conversación con el sumiller? Pese a que el responsable del vino en el restaurante aún pueda adoptar ese intimidatorio aspecto de figura en negro embutida en un delantal de cuero y con su catavino al cuello, no hay ningún motivo para que a uno le entren sudores fríos cuando ve que se acerca a su mesa. Os damos algunas pistas para que convirtáis al sumiller en vuestro aliado:
1. Preguntar por él. No todos los restaurantes tienen sumiller, pero el hecho de que cuenten con uno o, al menos, con personal formado en el servicio del vino es el mejor indicativo para saber que el establecimiento se preocupa de manera especial por el vino. Por otro lado, el mero hecho de que un cliente pregunte por el sumiller lleva implícito un reconocimiento de su trabajo y de su papel.
2. Darle pistas de lo que queremos. Sobre el tipo de vino (blanco, tinto, espumoso…), si nos apetece probar una botella de una región concreta o de una variedad de uva; incluso si tenemos alguna fobia personal (no me gustan los tintos jóvenes, no me gustan los vinos con mucho alcohol…). Y también muy importante: sobre cuánto queremos gastarnos. Con el precio también hay que ser claro.
3. Ser sinceros sobre nuestro estadio dentro del vino. No saber de vinos no es excusa para huir del sumiller. Él estará encantado de tener una mesa de comensales que sienten curiosidad por el vino y que hayan decidido que ésa va a ser su opción de bebida para la cena. Decirle que estáis empezando o que todavía no habéis probado muchas cosas será una buena pista para que atine con su recomendación.
4. Seguir con naturalidad la ceremonia de servicio. Si sabemos cómo proceder, adelante; hay que hacerlo sin miedo y con naturalidad (y esto, como todo, es cuestión de práctica). Si no, es un buen momento para repasar el procedimiento con el propio sumiller. Él enseñará la botella para que el cliente compruebe que se corresponde con su petición, la descorchará y la dará a probar, normalmente a la persona que haya sido su interlocutora y, si han sido varias, preguntará quién va a probar el vino. Si el vino nos gusta, adelante; si no estamos seguros, podemos pedir al propio sumiller que verifique que todo está OK.
5. Pedirle algún truco de experto. Hacerle alguna preguntilla en este sentido a lo largo de la comida (sin avasallar, claro, porque estará atendiendo muchas mesas al mismo tiempo) puede ayudar a crear buena sintonía. Algunas ideas: qué vino va bien con cierto plato, a qué temperatura hay que servir los tintos en verano, cuáles son las copas más adecuadas para tener en casa.
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