Notimex. A 10 años del fallecimiento de Hans-Georg Gadamer, ocurrido el 13 de marzo de 2002, su influencia y sus ideas siguen vigentes, como aquella que consideraba que la filosofía es inseparable de la cultura histórica y artística.
Nació en Marburgo, Alemania, el 11 de febrero de 1900 y estudió con los filósofos neokantianos Paul Natorp y Nicolai Hartmann, bajo cuya dirección se doctoró en 1922 con un trabajo sobre Platón “La esencia del placer en los diálogos platónicos”.
Años más tarde conoció a Martin Heidegger, quien se convertiría en su maestro y su principal influencia dentro de la filosofía. Gracias a este hecho, Gadamer se alejaría de las corrientes neokantianas en las que se había formado tiempo atrás.
Fundó la Escuela Hermenéutica y sostenía que la interpretación debe evitar la arbitrariedad y las limitaciones surgidas de los hábitos mentales, centrándonos en las cosas mismas, en los textos. Afirmaba que siempre que nos acercamos a un texto lo hacemos desde un proyecto, con alguna idea de lo que allí se dice.
Conforme vamos profundizando en la lectura, ésta varía y se reformula, confirmando o alterando nuestros preconceptos.
Como este proceso puede prolongarse al infinito, nunca podemos afirmar que hemos dado la interpretación última y definitiva. Gadamer nos hace comprender que siempre tenemos preconceptos y que la clave del trabajo honesto no está en eliminarlos, sino en hacerlos explícitos y someterlos a la crítica.
Otro aporte significativo, señalan estudiosos de su obra, fue afirmar que la gente tiene una conciencia históricamente moldeada, esto es, que la conciencia es un efecto de la historia y que estamos insertos plenamente en la cultura e historia de nuestro tiempo y lugar y, por ello, plenamente formados por ellas.
De aquí que se comprometiera años después en el famoso debate que mantuvo con Jürgen Habermas, acerca de la posibilidad de trascendencia histórica y cultural en busca de una situación social moldeada por el pensamiento crítico.
En 1960 publica su más grande obra”. Verdad y Método”, que describe a fondo su trabajo en la hermenéutica filosófica. En este texto, Hans rechaza al método científico como único camino a la verdad.
Examina el idioma como vehículo para la interpretación e incluye críticas a la estética kantiana, la hermenéutica romántica y el historicismo de Dilthery.
Además, afirma que el método hermenéutico es indispensable para el discurso histórico y artístico, y también se aplica en el derecho, la teología, la literatura y la filosofía.
En cuanto a sus ideales políticos, Gadamer nunca simpatizó con el régimen nazi, de tal forma que se le puede considerar abiertamente anti-nazi. Su acceso a la docencia universitaria se produjo en 1946, en la Universidad de Leipzig (en la naciente República Democrática Alemana), donde estuvo poco tiempo, debido a su rechazo a la ideología comunista.
Esto le hizo trasladarse hacia la República Federal Alemana, aceptando primero una posición en Frankfurt y después el puesto en sustitución de Karl Jaspers en Heidelberg en 1949, donde permaneció hasta su jubilación en 1968.
En 1986 saldría el segundo volumen de “Verdad y método”. Al final de su vida se dedicaría a estudiar la religión con la esperanza de imaginar un camino hacia la reconciliación entre las religiones del mundo y la resistencia a una mecanicista visión del destino humano.
Entre los pensadores que reconocen su influencia están Emilio Lledó, Gianni Vattimo, el francés Paul Ricoeur, los alemanes Karl Otto Apel y Jürgen Habermas; el italiano Enrico Castelli y los españoles Isidoro Reguera y Pedro Cerezo.
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