Lydia Cacho. Forum en línea. En toda reunión entre connacionales que viven en México o en el extranjero pasea como ave de mal agüero el proceso electoral.
Poco a poco encontramos que la mayoría, a su pesar, siente cierta responsabilidad de votar aunque tenga plena conciencia de las atrocidades que se perpetran desde el poder.
La crisis en México ha producido un efecto paradójico: la gente está harta de la política e incluso deprimida, sin embargo mantiene una suerte de esperanza sobre el futuro, y considera que las elecciones son parte de la débil democracia y hay que fortalecerla votando.
En ese contexto, además de los miembros de partidos convencidos, nos encontramos con varios tipos de votantes potenciales que enseguida describo:
La y el votante convenenciero: No le importa el futuro del país sino el de su círculo inmediato. Si le prometen que habrá “huesos”, chambitas, servicios públicos en su colonia o limosnas de algún tipo, amarra su voto.
La votante telenovelera: Las mujeres de entre 18 y 50 años que viven sus vidas a través del culebrón mexicano. Consumidoras de la telebasura, las hijas de Televisa que se compraron la historia creada por la televisora y el PRI para vender al galán en turno.
Ellas votarán por él y su esposa no porque les consideren inteligentes, sino porque en el fondo prefieren a los hombres de ficción que a los reales. Harán de su voto parte de un “reality show”, de un romance empaquetado como producto de consumo; les espera un melodrama de decepciones e infidelidades.
La y el votante hijo-resentido: Votará por otro partido diferente al que siempre eligió por la simple razón de que el otro no le cumplió sus promesas. Estas personas no están necesariamente politizadas y su relación con las elecciones y los políticos es digna de diván.
El gobierno ha sido una especie de padre ausente y maltratador, a quien se someten y de quien esperan más de lo que les puede o quiere dar. No creen en la democracia sino en el Estado paternalista, al que ellos obedecen y unos cuantos mandan y son culpables de todo. El padre en turno puede ser AMLO o Peña.
La y el promotor del voto duro: Viven con la convicción de que el acarreo es un acto cívico. Asumen con dignidad la compra-venta del voto. Son comerciantes de la voluntad del pueblo, lo mismo hoy acarrean a su familia, a su sindicato o a sus fieles religiosos para el PAN que mañana para el PRI o el PRD y los otros.
Son una especie de promotores de la antidemocracia en venta por catálogo de casa en casa. Quien más votos amarra y manipula, más dinero recibe y más estatus comunitario adquiere en la escala del poder local.
La y el votante culposo-deprimido: Estas personas están convencidas de que deben hacer algo por el país. Votarán no necesariamente por sus convicciones sino por el sentido de culpa de no ser partícipes de un proceso democrático que les necesita. Se debaten entre el desgano y la decepción.
No creen en ningún candidato o candidata y votarán de forma combinada para mantener un equilibrio en el Poder Legislativo. El voto nulo les da fobia.
La y el votante de izquierda en conflicto: Sufren de insomnio. Vivían con la convicción de que lo mejor que le podía suceder a las y los progresistas era que Marcelo Ebrard fuese el candidato de izquierda.
Perciben con angustia secreta el extraño comportamiento de AMLO y algunas tribus corruptas, pero se rehúsan a admitirlo públicamente por miedo a debilitar a la izquierda y con ello favorecer a los otros partidos en quienes tampoco confían.
La y el votante “de género”: Estas personas, convencidas de que todos los partidos son un asco, han decidido llevar a cabo el experimento de votar por Josefina para ver si las cosas mejoran. Creen que si una mujer toma las riendas tal vez la casa/país entre al orden y cambie el modelo de ejercicio de poder.
La y el votante nulificador: Este creciente grupo social está convencido de que todos los partidos han secuestrado al país, que no hay principios ni valores en la instituciones y que es su deber nulificar el voto.
Asumen que el PRI ganará (con voto duro y probables fraudes locales) y saben que mientras menos votos se registren menos dinero entregará el IFE a los partidos en las próximas elecciones. Y cuando tengan menos dinero, los partidos deberán llevar a cabo transformaciones de fondo para ganarse nuevamente la confianza del electorado.
Buscan que eventualmente el voto nulo sea reconocido por el IFE como una forma de resistencia civil y castigo a los partidos; lo cual le daría más poder de incidencia futura al electorado.
¿Usted pertenece a alguno de estos grupos?
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