Notimex. La historia de cuatro jóvenes, entre ellos Giuseppe Garibaldi, héroe unificador de Italia muerte hace 130 años, el 2 de junio de 1882, quienes intentan cambiar el curso de la historia es narrada en la novela “Tan humana esperanza”, de Alessandro Mari, disponible ya en América Latina y España.
La publicación, recientemente presentada en la Feria del Libro de Madrid, se adentra en la Italia del XIX, cuando todavía no era nación; “es una historia polifónica que mira al pasado pero que tiene infinitos lazos con el presente”, asegura su autor, según una diario de Venezuela.
Mari comentó que para reconstruir a los personajes históricos hay que leer sus memorias y los documentos que dejaron, porque es “ahí donde te das cuenta cómo ellos mismos distorsionan su visión de los hechos, de cómo obvian lo que les conviene”.
Considerado el unificador de Italia, el militar, político y nacionalista Giuseppe Garibaldi murió en Caprera, tras librar varias batallas, tanto del continente Europeo como del Americano.
Descendiente de una familia de pescadores y comerciantes de la costa, nació el 4 de julio 1807 en el imperio de Niza, actualmente territorio Francés.
Sin embargo, Garibaldi era italiano, dado que entonces la ciudad de Niza pertenecía al Reino de Piamonte, posteriormente incorporado al Estado italiano con la unificación; y es que la ciudad fue cedida a Francia en 1860 a consecuencia de la guerra con Austria.
Según da cuenta una biografía difundida por la Enciclopedia Británica, Garibaldi se desempeñó como marinero, y entre 1833 y 1834 combatió de la mano del reino de Piamonte-Cerdeña.
Tras participar en un fallido motín tuvo que huir a Francia y, posteriormente, a América del Sur.
En calidad de exiliado, de 1836 a 1848 se ofreció voluntariamente como capitán de la marina para la efímera república de Río Grande del Sur, época en la que se desató un pequeño conflicto contra el Imperio del Brasil.
Después de una sucesión de victorias de los brasileños, de 1839 a 1840, Garibaldi decidió dejar ese servicio para viajar a Montevideo, Uruguay, con su esposa e hija.
No obstante, regresó a la milicia en 1842, cuando fue puesto a cargo de la armada uruguaya en otra guerra de liberación, esta vez, en contra de Juan Manuel de Rosas, el dictador de Argentina.
Al año siguiente, una vez más al servicio de Uruguay, Garibaldi tomó el mando de una legión italiana recién formado en Montevideo. Después de ganar una participación pequeña pero heroica en la batalla de San Antonio, en 1846, su fama traspaso las fronteras, llegando incluso a Europa.
Las experiencias recogidas durante su estancia en el Continente Americano le otorgaron un adiestramiento invaluable de las técnicas de la guerra de guerrillas, mismas que puso en práctica durante combates ya de vuelta a Europa.
A su regreso al Viejo Continente, en 1848 luchó en Lombardía contra el ejército austriaco, acontecimiento que dio el primer paso hacia la unificación de Italia, que fue su objetivo durante las tres siguientes décadas.
Su intento de hacer retroceder a los austriacos no prosperó y debió refugiarse primero en Suiza y posteriormente en Niza.
En febrero de 1849 fue elegido diputado republicano en la Asamblea Constituyente, ante la cual pidió que Roma debiera convertirse en una república independiente.
Tras varias luchas en el norte y el centro de Italia, en 1861 se proclamó el nuevo Reino de Italia, pero desde sus inicios Garibaldi se mantuvo en la oposición, pues Roma continuaba siendo ciudad papal.
Con la consigna de “Roma o la muerte”, intentó durante varios años luchar contra el poder pontificio, y en 1862, durante la batalla de Aspromonte, cayó herido y fue hecho prisionero.
Luego de ser absuelto, presidió el Comité Central Unitario Italiano y ofreció sus servicios a Francia. En este país fue elegido diputado para la Asamblea de Burdeos (1871) y diputado al Parlamento italiano (1875), puesto que pocos años antes de su muerte, el 2 junio de 1882, le concedió una pensión vitalicia por los servicios prestados.
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