EL PAIS/ “La credibilidad financiera de España es cercana a cero. La credibilidad fiscal es cero. La credibilidad política es cero. Los inversores han sentenciado a España. El Gobierno ha perdido el tiempo en estos últimos meses; ha dilapidado el crédito que le concedía su mayoría absoluta; ha perdido parte de la confianza de las instituciones europeas y toda la de los mercados con una sucesión de errores, muchos de ellos por una pésima estrategia de comunicación, que ahora trata de subsanar sin éxito. ¿Demasiado tarde? No se pueden decir este tipo de cosas en público, pero sin un cambio de actitud están ustedes abocados a un rescate completo”.
Varios entrecomillados de ese estilo, sin posibilidad de atribuir por lo delicado de la situación, salen de media docena de encuentros en Bruselas con fuentes europeas —diplomáticos, funcionarios de distinto rango y de diversas instituciones— en la última semana, la del rescate de la banca, la de la intervención parcial que no calmó a los mercados, que deja a España a unas pocas jugadas del jaque mate que en muchos sentidos sería un rescate completo.
España está en una situación límite; Europa entera lo está por el tamaño de la economía española y su venenosa capacidad de arrastre. Ni el recortazo de 65.000 millones ni la decisión del Eurogrupo de respaldar el rescate bancario han evitado el batacazo en Bolsa, el enésimo máximo de la prima de riesgo, la constatación de que nadie se fía de España, inmersa en una recesión que se prolongará hasta 2014. Para pagar las deudas hay que crecer: eso es lo que más preocupa a los famosos mercados. Eso y que cada novedad es más preocupante que la anterior, con varias autonomías a punto de pedir el rescate a un Estado que a su vez ha sido rescatado. El abuso del anonimato que piden todos y cada uno de los altos funcionarios consultados, es hasta cierto punto comprensible: los socios europeos acaban de tirar un salvavidas de hasta 100.000 millones a la banca. Pero la realidad va tan deprisa que medio Bruselas se pregunta ya si hace falta algo más.
“El mercado barrunta un segundo rescate, incluso una suspensión de pagos, y ya está pensando cómo hacer dinero con eso. Los inversores se han ido para no volver; al menos durante un tiempo. ¿Vamos a una intervención completa? De seguir por ese camino, posiblemente sí. Pero España, si arrastra a Italia, es un problema mayúsculo: nadie con dos dedos de frente puede dejar de pensar en las graves consecuencias que eso traería”, indica una alta fuente europea, que se agarra a la posibilidad de una varita mágica de última hora —la del BCE— que no acaba de aparecer.
Las autoridades comunitarias piden tiempo para que se vea cómo funciona el rescate de la banca, cómo avanzan las reformas, cómo se aplica el Gobierno con la tijera. Pero el tiempo escasea. Ante el bloqueo institucional, este diario pregunta a media docena de expertos de primer nivel. Economistas con capacidad de influencia en cenáculos políticos. La conclusión es la misma: la posibilidad de un rescate total de España es cada vez mayor.
“Veo pocas posibilidades de que España se libre”, asegura Ken Rogoff, profesor de Harvard y execonomista jefe del FMI. “España va a seguir con graves problemas de crecimiento y de paro hasta que se produzca un desendeudamiento masivo. Eso puede conseguirse con dolorosas reformas estructurales, especialmente en el mercado de trabajo. También con una inflación sostenida en países como Alemania, algo que puede descartarse dado el grado de obsesión del BCE. Y con reestructuraciones y quitas importantes en la deuda, el mejor enfoque pero políticamente el más difícil. Lo más probable, es que eso se haga con más de una década de crecimiento anémico y alto desempleo, combinado en mayor o menor medida con las recetas anteriores”, dice Rogoff, que vaticina una suerte de depresión social (si no lo es ya que el paro roce el 25%).
El Nobel Joe Stiglitz hablaba hace unos días de algo parecido. Pero explicaba que la forma de hacer menos dolorosa esa píldora es levantar el pie en las metas de déficit. “Alemania sigue endureciendo la disciplina fiscal en lugar de hacer algo por promover el crecimiento. Ya se ha visto en tres casos [Grecia, Portugal e Irlanda] que eso es contraproducente. En el caso español, que el Gobierno rescate a los bancos y los bancos rescaten al Gobierno es además algo que ni está funcionando ni puede funcionar”, reiteró a Reuters. Wolfgang Münchau, que dirige el think tank bruselense Eurointelligence, asegura que las medidas de austeridad en plena depresión “son una auténtica locura, prologarán y profundizarán la recesión, incluso elevarán el déficit por su efecto contractivo. Es asombroso que los Gobiernos sigan repitiendo errores cometidos hace décadas”. Con esos mimbres, no hay mucho margen: “España ya no es plenamente soberana, porque el Gobierno ya no puede financiarse. Sí, espero una intervención completa”, añade rotundo Martin Wolf, comentarista económico de cabecera del Financial Times.
Desde California y tras un efímero paso por España e Italia en las últimas semanas, el historiador económico Barry Eichengreen es extremadamente duro tanto con el Gobierno como con las instituciones europeas. “El nuevo paquete fiscal, al igual que sus predecesores, no va a funcionar. Y la inyección de dinero de los fondos de rescate europeos en los bancos no será suficiente. Crecen a diario las posibilidades de que España tenga que pedir una intervención de la troika en toda regla. Eso es atribuible en parte a errores propios, pero sobre todo al fracaso sin paliativos de la estrategia europea anticrisis”, critica. James K. Galbraith, hijo del mítico John K. Galbraith, apunta que el liderazgo europeo “tiene como prioridad preservar el sistema bancario y el euro, como si eso fuera un fin en sí mismo, en lugar de activar el crecimiento para dar alguna posibilidad a los millones de parados españoles”. “Para cambiar esa realidad, el Gobierno de España debería ser atrevido y perspicaz. ¿Tienen ustedes un Gobierno así?”, inquiere.
Paul De Grauwe, investigador de la London School of Economics, vaticina una intervención completa en otoño, ante los vencimientos de 27.000 millones que el Tesoro —que tiene colchón para aguantar hasta entonces— debe refinanciar. “Si los mercados vuelven a tener un acceso de pánico las cosas se pueden precipitar y en agosto podríamos ver lo que hasta hace poco parecía impensable”, afirma. “Las crisis se toman mucho tiempo a veces en aparecer, pero de vez en cuando se precipitan en una sola noche: Europa está haciendo todo lo que está en su mano para adelantar el reloj. Con la imposición de duras condiciones repite los errores de Grecia y compañía. Con el dogmatismo de Berlín y su cabezonería en que esta es una crisis de chicos buenos (el Norte) y chicos malos (el Sur), ha sembrado una peligrosa semilla: Alemania, Francia, incluso Bélgica se financian más barato ahora que al inicio de la crisis. Incluso a tipos negativos. El mismo mercado que cometió errores de bulto en el pasado inflige un castigo desproporcionado a España e Italia mientras el BCE sigue de brazos cruzados”.
“Esto es una guerra”, decía hace unos días el primer ministro italiano, Mario Monti. También De Grauwe cierra su discurso con una referencia bélica: “Antes de las guerras mundiales nadie pensaba que en último término los países pudieran tomar ciertas decisiones que se revelaron gravísimas. Ahora la cascada de errores, puede llevar a otro tipo de conflicto. España es una economía enorme. Italia lo es aún más, y corre serio peligro. Aún hay posibilidades de detener una fractura del euro de consecuencias imprevisibles: quizá una depresión. Pero ni en Bruselas ni en Berlín parece haber una sensación de urgencia como la que hay en Washington. Y lo más peligroso es que Europa se está metiendo en una trampa: obliga a los países rescatados a someterse a remedios durísimos; a cambio los ciudadanos ni siquiera vislumbran una ligera mejoría. Ese prolongado sufrimiento solo puede provocar desencanto, desafección”, acaba.
Los responsables europeos saben que tienen ante sí un tablero de ajedrez con dos escenarios probables. Una de las salidas del callejón es hacer algo más por Grecia —la crisis va a volver por ese flanco más pronto que tarde— y establecer el paraguas adecuado para proteger a España e Italia: más solidaridad, lo que equivale a más Europa (unión política, unión bancaria), porque nadie, y menos aún Alemania, va a dar ayudas sin extremar el control. La otra dirección, más aventurada, es permitir la salida de Grecia y replantearse qué países deben formar parte del euro. Cualquier cosa es posible a estas alturas. Pero solo cuando la marea llegue a Francia y Alemania, a través de una recesión o una crisis bancaria, podrá verse qué ruta prefiere Europa, empeñada en usar la crisis como método de gobierno.
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