Saber aprovechar la energía del hogar sale a cuenta

Written by Redacción. Posted in Minuto a Minuto, Reportajes

Published on agosto 09, 2012 with No Comments

La actividad cotidiana en los 13,5 millones de hogares que se tienen censados en España como residencia principal, ocasiona un 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero que arrojamos a la atmósfera, casi tanto como la industria (34%) y cerca de las emisiones del transporte de viajeros y mercancías (27%). Los cambios erráticos del clima en el planeta se explican por el aumento indiscriminado de la liberación de estos gases, de los cuales el más voluminoso y, por tanto, perjudiciales el dióxido de carbono (CO2).

Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía – IDAE. El consumo doméstico de energía, incluido el del coche privado, contribuye con 67,5 millones de toneladas de CO2 anuales, a razón de 5 toneladas por familia. Pero lo más preocupante es que, mientras que la industria ha conseguido controlar su consumo energético y reducir sus emisiones contaminantes en los últimos cinco años, la demanda energética de los hogares prácticamente se ha duplicado.

Para los responsables del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), este aumento del consumo no se explica sólo por la instalación de nuevos equipos, con más prestaciones y nuevos usos, para un mayor confort en el hogar (desde aparatos de aire acondicionado, microondas y hasta cepillos de dientes eléctricos) como por las pautas de consumo habituales, que, por lo general, resultan poco eficientes porque llevan aparejadas ciertos derroches de energía que muchas veces nos pasan desapercibidos.

Quizá el más corriente de estos gestos de despilfarro cotidiano, al margen de dejar luces encendidas en estancias vacías, sea no pulsar el interruptor del televisor para apagarlo, sino mantenerlo en modo de espera, sin imagen en pantalla pero con el piloto encendido. El aparato sigue así alimentándose de la corriente y puede gastar hasta un 15% de lo que consume durante las tres horas de media que lo tenemos en funcionamiento. Otro tanto ocurre con otros equipos, como los ordenadores, en los que el 80% del consumo corresponde a la pantalla. Así que no es de extrañar que el televisor sea el gran devorador de electricidad del hogar después del frigorífico. De hecho, supone el 10% de la factura eléctrica del hogar.

En dos años, la factura media de las familias en luz y carburantes ha aumentado un 14%, hasta 1.600 euros.

Este tipo de pequeñeces, como podríamos calificarlas si las medimos a nivel individual, tienen una gran repercusión cuando se generalizan. Así, para una familia, no parece mucha la diferencia entre gastarse 2,3 euros al año por el tiempo que efectivamente ve la tele o 2,7 euros por no hacer uso de la modalidad de apagado en espera. Pero multiplicando estos 40 céntimos de diferencia por 13,5 millones de hogares sale un posible ahorro nada despreciable de 5,4 millones de euros al año.

Además, apagando el interruptor del televisor conseguiremos que nos dure más años en buen estado, porque no estará sometido a las subidas y bajadas de la tensión de la corriente eléctrica.
El director general del IDAE, Francisco Javier García Breva, afirma que “en España uno de los sectores que mayor potencial de ahorro de energía tiene es el residencial, sin que por ello se vea mermado nuestro confort y calidad de vida”.

Este Instituto está ultimando un Plan de Acción para poner en marcha la Estrategia Española de Eficiencia Energética (E 4), que implica medidas de control en el consumo de energía no sólo para la industria, sino también para las explotaciones agrícolas, comercio, oficinas, hogares y transporte. Estos sectores se suman así al esfuerzo nacional para cumplir el Protocolo internacional de Kioto, que impone a España un margen de crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero del 15% para el período 2008-2012 respecto a 1990, margen que no sólo hemos rebasado, sino incluso más que duplicado.

El ministro de Industria, Turismo y Comercio, José Montilla, defendió en un foro organizado por el Consejo Mundial de la Energía que las medidas para fomentar el ahorro “deberían tender hacia la penalización del derroche de energía”, porque “el despilfarro es lo único insostenible”. Y explicó: “Si perseveramos en el despilfarro energético, en un modelo de sociedad que prima valores individuales y no el bienestar colectivo, no debemos extrañarnos de que otros países elijan también esta opción de desarrollo”.

El consumo desmedido de los recursos energéticos no sólo perjudica al medio ambiente y cuestiona la continuidad de la calidad de vida en el planeta, sino también al presupuesto familiar. De hecho, el gasto medio de las familias en energía ha crecido un 14,3% en 2002 (año de las últimas estadísticas oficiales), respecto a 2000 y asciende a 1.600 euros al año, unos 133 euros cada mes. De esta cantidad, más de la mitad (900 euros) se destinan al depósito de combustible del vehículo, mientras que la buena marcha de la vivienda exige entre 750 y 800 euros.

Para reducir esta factura y, sobre todo, contribuir a un mundo mejor para todos, basta aplicar unos cuantos principios de eficiencia en las actividades del día a día y en las decisiones de compra.

Vivienda nueva y memoria de calidades: las viviendas con calefacción central y un sistema de energía solar térmica para calentar el agua son las más baratas de mantener.

Para empezar, si decidimos comprarnos una vivienda de nueva construcción, en la memoria de calidades no sólo deberíamos exigir información sobre los acabados y las calidades de los materiales, sino también sobre su “calidad energética”, es decir, las características de los cerramientos y acristalamientos, de los aislamientos (no sólo en los muros de separación con otras viviendas, sino también en los tabiques interiores, techos y suelos) y de los sistemas de calefacción, agua caliente sanitaria y aire acondicionado.

Explica Francisco Javier García Breva: “La diferencia entre el potencial de ahorro de una vivienda construida con criterios de eficiencia energética de otra que no los tiene puede ser de hasta el 70%. Los 4 millones de hogares que se han construido, en los últimos cinco años, sin criterio alguno de sostenibilidad nos ha hecho perder una gran oportunidad”.

En estos nuevos edificios brillan por su ausencia la instalación en la cubierta de paneles solares térmicos, que por sí solos pueden cubrir hasta el 60% de las necesidades de agua caliente. Mediante los sistemas convencionales que tenemos en nuestras casas, mayoritariamente de gas, calentar el agua nos cuesta 160 euros al año, el 20% de la factura energética doméstica.

Después de la calefacción, que supone casi la mitad del gasto (46%), el uso de agua caliente es el mayor consumidor de energía doméstica. Un simple panel solar al efecto podría reducir este gasto a 64 euros. Su instalación cuesta entre 1.300 euros y 1.800 euros, una inversión que redunda, además, en el alargamiento de la vida de la caldera.

En cuanto a la calefacción, tampoco parece la mejor de las opciones tener caldera de gas individual, como ofrecen la mayoría de las promotoras de obra nueva. Un sistema centralizado para todo uno o varios edificios de viviendas es mucho más eficiente desde el punto de vista energético y barato, debido a los mejores rendimientos de las calderas grandes y al hecho de que el volumen de compra de combustible permite a la comunidad de vecinos acceder a tarifas más económicas.

Sin embargo, sólo un 10% de los hogares tienen calefacción central, mientras que más de la cuarta parte disponen de pequeñas calderas murales. Para instalaciones centralizadas, superando el anterior sistema de pago por cuotas en función, generalmente, de la superficie de la vivienda, que no tenía en cuenta el consumo efectivo, el Reglamento de Instalaciones Térmicas obliga todos los edificios construidos a partir de agosto de 1998 a instalar contadores para que cada usuario sólo pague por lo que consume.

Para todo tipo de calderas, conviene contratar el servicio de mantenimiento de la misma y asegurarse de que la revisen al inicio de la temporada de calefacción. Una caldera sucia, tiene dificultades para la combustión y puede consumir hasta un 15% más de energía, lo que puede suponer 100 euros de diferencia en la factura anual. Además, también conviene purgar el aire de los radiadores, para facilitar la transmisión al exterior del calor del agua que contienen.

Si la caldera se estropea y hay que cambiarla, conviene instalar un modelo de baja temperatura o bien de condensación. Son más caras, pero pueden ahorrar más del 25% del consumo habitual, con lo que el coste extra se amortiza en ocho años como máximo.

http://www.terra.org/html/s/econoticia/reportajes.html

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