Notimex.- Como parte del XX Festival Internacional del Órgano Barroco, Giorgio Carnini, nacido italiano y formado musicalmente en Argentina, ofreció anoche en la Catedral Metropolitana un concierto barroco que conjugó dos espíritus, el de la música italiana y el de la alemana.
Este 2012, el festival, que va del 1 al 30 de noviembre, está dedicado al destacado maestro holandés del teclado Gustav Leonhardt (30 de mayo de 1928-16 de enero de 2012), por lo que la programación incluye también conciertos de clavecín, los cuales se realizarán en la sala “El Generalito” del Antiguo Colegio de San Ildefonso.
El recital, que incluyó la “Suite de cuatro piezas para órgano” (Adagio, allegro, largo y allegro e spiritoso), de B. Galuppi (1706-1785) y la “Sonata en Re menor” (Largo, doppio tempo y allegro), de B. Marcello (1686-1739), convocó a cientos de melómanos, quienes una hora antes del inicio, hicieron fila fuera del recinto sacro.
En efecto, aunque se anunció que el concierto iniciaría a las 20:00 horas, la gente comenzó a llegar a la entrada “Juan Pablo II” del templo católico desde las siete de la noche. Familias enteras, parejas de acurrucados enamorados, y sobre todo grupos de jóvenes estudiantes hicieron una fila que crecía y crecía a cada segundo.
Alrededor de las 20:00 horas, el público, entumecido por el súbito descenso de la temperatura, ingresó uno a uno al templo que, a media luz, dio la bienvenida a los feligreses-melómanos. Las largas, oscuras y añejas bancas disponibles resultaron más que insuficientes para que los asistentes se acomodaran a sus anchas en ellas.
Los invitados especiales, entre funcionarios educativos, promotores culturales y no pocos diplomáticos, ocuparon primero las bancas. Luego, las edecanes acomodaron a los adultos y adultos mayores. De esa forma, el lustroso, aunque frío piso de la iglesia sí fue bastante y hasta cierto punto cómodo para los jóvenes y señoritas.
Todos instalados y una vez pasada la primera parte del concierto con las citadas piezas de Galuppi y Marcello, hubo un intermedio y tras él, el plato fuerte de la noche: De J. S. Bach (1685-1750) y A. Marcello (1669-1747), el “Concierto en Re menor” BWV 974 (Allegro, adagio y allegro) que los asistentes supieron gozar.
Pero lo mejor, sin embargo, estaba por llegar. La atmósfera en el interior de la Catedral Metropolitana era gloriosa. La imagen del Cristo crucificado iluminada, al frente de las bancas, proyectaba una sombra en medio de la semioscuridad. Sólo las notas del órgano centenario rompían el aire y la tranquilidad que envolvía a todos.
Finalmente se dejaron oír “Pastorale” BWV 590 y la “Fantasía y fuga en La menor” BWV 561, de Bach. Ante las notas que Giorgio Carnini arrancaba al instrumento los ojos de los asistentes se cerraban irremediablemente para que cada cual cayera en una suerte de sopor místico. El cuerpo se aflojó y el espíritu sonrió musicalmente.
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