Notimex.- La versión del pintor Francisco Toledo sobre Pinocho, personaje que convive con diversos animales como chapulines, cangrejos y peces, entre otros, ha quedado plasmada en una publicación, donde el personaje principal se aventura a vivir fantasías con muñecas de cabello rizado y coronado por un moño grande.
Se trata de “Pinocho”, un material editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y presentado anoche como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, que concluye el próximo domingo.
En el volumen figura toda una zoología juguetona que habita una fantástica morada en la que atraen la mirada el sexo de las marionetas, la profundidad de la boca de los peces y los pícaros ojos felinos.
Es de mencionar que Pinocho, marioneta creada por el escritor italiano Carlo Collodi (1826-1890), es hoy día un ícono infantil pleno de moralejas y valores, pero cuando su autor lo concibió hace 130 años como “Las aventuras de Pinocho” era una oscura fantasía, donde este personaje se relacionaba con embaucadores, asesinos, carceleros y otros personajes que naturalmente expulsaríamos del paraíso infantil.
Toledo parece haber leído aquella versión primera, o al menos, su Pinocho es concebido como un periplo vital fuerte y sin concesiones, una entrada sin mediaciones en la crudeza del mundo adulto.
Crudeza, sí, pero intensamente colorida: este nuevo Pinocho es una baraja de cromos donde parecen haberse pulverizado, de tanto presionarlos, los pasteles del artista.
Y es que se trata de toda una gama cromática puesta al servicio de una imaginación alerta que reescribe, a su manera enfática y sensual, una fábula donde no cabe la inocencia.
De acuerdo con el propio Francisco Toledo, desde su infancia tuvo un acercamiento a esta figura entrañable y como centenares de niños en numerosos países y a lo largo de varias décadas, lo hizo suyo, lo guardó y lo atesoró en silencio.
Posteriormente, luego de un buen número de años fecundos, decidió darle una vida nueva, situándolo en atmósferas que corresponden ya enteramente a la mirada y a la mano del inigualable creador que ha llegado a ser.
Respecto a la figura, el cuerpo de madera de Pinocho aparece en este texto como algo naturalmente idóneo para el trazo y el colorido de la obra de Toledo.
En una de estas piezas, por ejemplo, un compás acompaña a las líneas rectas de la marioneta, como si Geppetto hubiera pensado también en redondeces alternadas.
Sería mucho después, en los trabajos del artista mexicano que brotaría plenamente aquella geometría.
De esta manera, Toledo, al volver a imaginar a su Pinocho, ha trazado un universo de sinuosidades personalísimo que se percibe como si fuera visto a trasluz gracias al magistral juego de tonos pastel.
Una geometría fantástica que surge de los pliegues ocultos de la conciencia del autor y que se revela en perturbadoras maravillas.
Es de mencionar que esta obra contiene, además, una serie de poemas de Francisco Hernández, quien describe las escenas que el artista plástico creó en torno a la marioneta.
También se cuestiona: “¿Quién sino Toledo podía asumir el rostro de Geppetto y con ojos enrojecidos animar su creación para hacer bailotear a dos marionetas desnudas, con la pasión desencadenada?. Tímido, Pinocho observa sin dejar de mover los hilos de la vida”.
El poeta veracruzano evidencia que sólo el creador zapoteco puede mostrarnos “al muñeco devorando tres bolas de helado que parecen tres senos refrescantes y dulces”.
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