Evoca Pedro Diego Alvarado a su abuelo Diego Rivera

Written by Redacción. Posted in Minuto a Minuto, Sociales

Published on diciembre 08, 2012 with No Comments

Notimex.- Con la mirada hacia el horizonte, el artista plástico Pedro Diego Alvarado Rivera recordó: “El 8 de diciembre, fecha en que se celebra la Purísima Concepción, es el día en que nació mi abuelo materno, el muralista Diego Rivera (1886-1957), quien fue bautizado con el nombre de Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez. Nada más”.
Hombre fuerte, forjado en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, en la Academia de San Carlos y en la I´École des Beaux Arts de París, Pedro Diego Alvarado Rivera sostuvo que de febrero de 1956 cuando él nació, a noviembre de 1957 cuando falleció su abuelo, hay menos de dos años de diferencia. “Sin embargo, mantengo una anécdota que primero pensé cosa de un sueño, pero luego descubrí que fue un suceso real”.

En entrevista con Notimex, el artista plástico que actualmente presenta la exposición “Forma y Metáfora. Una selección de obra, 1983-2012” en el Antiguo Colegio de San Ildefonso en esta ciudad, hizo un ejercicio de memoria para luego narrar: “Yo fui a su estudio de San Angel, ahora convertido en museo, y veía su cama, rodeada de gente llorando en lo que yo pensé un momento muy triste, por todo ese llanto”.

Explicó, tornada súbitamente la voz en un eco quebrado, que “entré al estudio y ahí estaba mi madre, Ruth Rivera, quien era la hija predilecta y adorara de mi abuelo. Ella volteó, le habló a mi nana y le dijo llévese al niño.

“Recuerdo que a mí me dio mucho coraje porque quería estar ahí, viendo qué era lo que pasaba. Por largo tiempo, eso fue como una imagen muy vaga y confusa en mi mente, sin que supiera si tenía su génesis en mi imaginación infantil o en un recuerdo real”.

Agregó que el tiempo pasó inexorable. “Hasta que un día, siendo ya adulto, vi un periódico de aquella época en el que se consignaban las principales noticias que tuvieron lugar el 24 de noviembre de 1957 en la Ciudad de México.

“En la foto, la cama de mi abuelo estaba exactamente donde yo la recordaba, rodeada de gente, y entonces me di cuenta que era un recuerdo temprano en mi mente, el de un instante muy agudo, el de la muerte de mi abuelo, rodeado de gente llorando”.

Ese, dijo, es el único recuerdo que tiene de su célebre abuelo. Él vivió hasta los 13 años en esa casa localizada en Altavista esquina con la ahora calle Diego Rivera.

“El lugar maravilloso para ir a jugar y esconderse era, sin lugar a dudas, su estudio a donde los chiquillos íbamos a pesar de que mi madre lo conservaba como un santuario, con petates y alcatraces en floreros. Ah! Pero nosotros jugábamos ahí, con sus pinceles y otros objetos

personales del abuelo”.

Detalló que fue a través de los juguetes tradicionales que Diego Rivera poseía, de sus colores y otras herramientas de trabajo y artículos de uso cotidiano y personal, como se formó una imagen de quien fue ese personaje.

“El vivía con los objetos que más quería, como sus obras de cartonería y piezas prehispánicas, además de los materiales con los que pintaba”, abundó Pedro, quien a cada palabra hacía acompañar de un humana lucecita en su tierna mirada.

Así fue como el entrevistado se hizo cercano al abuelo, además, desde luego, de las croniquillas y tertulias familiares, y la inmensa documentación que sobre el celebérrimo muralista existe alrededor de todo el mundo y en diversos idiomas.

“Actualmente sólo conservo un pincel y un cuchillo de paleta que mucho uso mi abuelo Diego Rivera, a quien mañana celebraré en Oaxaca, estado del país al que él amó por su mercado, su Fiesta de los Rábanos, su barro y gastronomía”, concluyó.

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