Evocan legado de Manuel Álvarez Bravo en Bellas Artes

Written by Redacción. Posted in Minuto a Minuto, Sociales

Published on enero 18, 2013 with No Comments

Notimex.-  Como un hombre inmerso en la cultura y entregado a la fotografía, en la que ejerció el sentido plástico de su propia existencia, amigos y colegas recordaron anoche al fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo (1902-2002) en la zona de murales del Palacio de Bellas Artes, en esta ciudad.
En el acto, los fotógrafos Rafael Doniz, Jesús Sánchez Uribe y Paulina Lavista presentaron el libro “Manuel Álvarez Bravo. Una tarde de 1989”, a la vez de recordar con cariño al llamado “Poeta de la Luz”, a través de su trabajo artístico.

Bajo la moderación del también artista de la lente, Pablo Ortiz Monasterio, Paulina Lavista celebró la aparición del libro en el que se exhiben más de 30 imágenes que dan muestra de aspectos cotidianos de la vida de Álvarez Bravo.

En su intervención, Lavista consideró que la fotografía análoga vive un momento difícil, toda vez que las nuevas tecnologías le están ganando terreno, tanto que corre el riesgo de desaparecer.

Sostuvo que se “trata de un oficio que hoy está desapareciendo”, ya que este proceso involucra un material fotosensible activo y su estabilización (revelado) para la obtención y el procesado de las imágenes, ya casi no se hace.

“Se ha dado un giro de 180 grados, pues se trata de un oficio que a mí en lo particular me costó 40 años; estoy en una encrucijada”, mencionó.

La también esposa del escritor Salvador Elizondo, señaló que la fotografía que se hace hoy, “no muestra la realidad”, ya que las nuevas tecnologías pueden manipularla, provocando que uno se encuentre en un lugar sin haberlo estado.

“En este momento sólo dependemos de la ética personal de cada fotógrafo para decir si es manipulada o no”, expresó.

Al respecto, Rafael Doniz, discípulo de Álvarez Bravo, recordó con cariño a su “maestro”, al tiempo que compartió un par de anécdotas sobre cómo fue que adquirió la enseñanza y experiencia en el terreno fotográfico al lado de “Don Manuel”.

Se dijo un afortunado al trabajar con Álvarez Bravo, como un “achichincle”, lo que permitió ganar experiencia “imborrables e importantes” en su formación como fotógrafo.

Recordó a Álvarez Bravo como un hombre sabio, estricto a la hora de trabajar, sencillo e inmerso en la cultura, “es una referencia en el arte y sus creaciones son sorprendentes”.

Cuando conoció al fotógrafo, relató, quedó sorprendido, pues nunca pensó que ese hombre 67 años, bajo de estatura y con cabellera blanca, hiciera espectaculares fotografías.

Era un anciano que se veía tan frágil, que pensé que el aprendizaje sería muy lento. Sin embargo no fue así, pues Álvarez Bravo era una persona impecable, joven, vital y juguetón, refirió.

Al tomar la palabra, Jesús Sánchez Uribe evocó a Álvarez Bravo como uno de sus grandes maestros, no como discípulo en el sentido académico o formal, sino como un joven que tenía que trabajar con él.

“El aprender fue una obligación vital, en el sentido de vivir una experiencia y aprender de un gran hombre. Él convivía y vivía en la estética, su cotidianidad la veía plásticamente”, señaló.

En la actualidad, dijo, hay varias personas que hacen imágenes, pero para ser fotógrafos “tendrían que conocer a Manuel Álvarez Bravo, pues fue un auténtico artista de la lente, alguien entregado a la fotografía y a través de ella ejercía el sentido plástico que era su propia vida y existencia estética”, anotó.

Editado por la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), la obra contiene imágenes de la autoría de Pablo Ortiz Monasterio, acompañadas de versos del poeta mexicano Octavio Paz (1914-1998), conjugando así la belleza de la fotografía con la lírica de la poesía.

“Manuel Álvarez Bravo. Una tarde de 1989” incluye un texto de Ortiz Monasterio, el cual da cuenta del vínculo profesional y la sólida amistad que mantuvo con el artista. Igualmente, relata las visitas al estudio fotográfico de Álvarez Bravo en Coyoacán.

“Don Manuel acomodaba en pretiles de ventanas y mesas objetos aparentemente disímiles, como una fotito, una caja de cerillos, una pila, un mono prehispánico, una piedra. Al acomodar y reunir objetos les asignaba un nuevo rol, se convertían en símbolos, los usaba como jeroglíficos para contar historias”, menciona Ortiz Monasterio en su texto.

A través de imágenes y anécdotas sobre Manuel Álvarez Bravo, Ortiz Monasterio logra analizar el imaginario del artista, presentando ante todo su admiración por el que fue su maestro.

“Don Manuel Álvarez Bravo es sin duda uno de los grandes artistas del siglo XX, sus fotografías revelan una mirada fina y profunda. Fue además de fotógrafo, melómano, coleccionista y maestro, de trato amable y carácter fuerte, heredero de la tradición del altiplano mexicano”, concluyó Ortiz Monasterio.

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