Inicia la OFCM su Temporada de Conciertos 2013

Written by Redacción. Posted in Espectáculos, Minuto a Minuto

Published on enero 14, 2013 with No Comments

Notimex.-  La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) inició este fin de semana pasado su Temporada de Conciertos 2013, en la Sala José Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli (CCOY).
Fue el debut de José Areán como director artístico, en la conducción de dos oberturas de operas del siglo XIX, un ciclo de canciones y una sinfonía del periodo romántico. Soprano invitada, Verónica Murúa.

Programa: las oberturas a la óperas “La fuerza del destino”, de Giuseppe Verdi (18131901), y a “El holandés errante”, de Richard Wagner (181318883); “Les Illuminations”, Op. 18, de Benjamin Britten (19131976), y “Sinfonía No. 9 en mi menor” (Del nuevo mundo), Op. 95, de Antonin Dvorák (18411904).

Comenzó la gala con el italiano Verdi y la Obertura de su “La forza del destino” que la OFCM ejecutó con esmerada corrección. Inmediatamente entraron los conformes de la Obertura de “El holandés errante”, del alemán Wagner: se escuchó una orquesta que sabe trasmitir las fogosidades de uno de los grandes compositores del siglo XIX.

Siguió el concierto con “Les Illuminations”, ciclo de canciones para voz (soprano o tenor) y cuerdas que el británico Britten concibió a partir del libro “Les Illuminations” (1874) del poeta parnasiano/simbolista/decadente francés Arthur Rimbaud (18541891): diez canciones (“Fanfarria”, “Ciudades”, “Frase”, “Realeza”, “Marina”, “Interludio”, “Un ser bello”, “Desfile”, “Parábola”) que fueron vocalizadas por la soprano mexicana Verónica Murúa.

Belleza melódica y desborde de sublimidades que acusaron algunas frunzas de Purcell desde cromatismo orquestal en proporción con los acentos del habla de la lengua inglesa. Ciertos derrames armoniosos de elegante amaneramiento muy presente en la obra del autor de “Requiem de Guerra” (1961).

Las cuerdas de la OFCM en atinada proporción instrumental y la soprano Murúa con algunas inflexiones en el tono grave que no alcanzaron la altura pertinente. El publico regaló una ovación acalorada: la soprano se vio obligada a dos salidas que remató con encore de la canción “Marina” (Los carros de plata y de cobre / Las proas de acero y de plata / Baten la espuma…).

En el intermedio el saxofonista de jazz Mario Hiriart y el novelista, crítico de ópera, José Noé Mercado, conversaron animadamente. “Hasta ahora todo bien. Digamos que la orquesta tocó las dos oberturas de manera cordial; las cuerdas muy precisas en lo de Britten. Sigue Dvorák, te doy mi opinión total al final”, comentó sardónico el saxofonista.

Plato fuerte: la admirable “Sinfonía del Nuevo Mundo”. Una de las composiciones más populares del repertorio romántico, que Antonin Dvorák, representante emblemático del nacionalismo musical checo, concibió a partir de una petición de Jeannette Thurber, mecenas fundadora del Conservatorio Nacional de Música con sede en Nueva York.

Dvorák fue director del Conservatorio durante dos años (18921894), por postulación expresa de la señora Thurber. El 16 de diciembre de 1893 la Filarmónica de Nueva york, bajo la batuta del maestro Anton Seidl, estrenó en el Carnegie Hall la sinfonía que nos ocupa.

“Temas originales imbuidos de las peculiaridades de la música indígena y lo he desarrollado con todos los recursos modernos de ritmo, armonía, contrapunto y color orquestal”, puntualizó Dvorák como repuesta a las críticas por la falta de legitimidad de las ideas temáticas, conformidades y sonoridad manejadas en su novena sinfonía.

Cuatro movimientos (Adagio-Allegro Molto, Largo, Scherzo: Molto vivace, Allegro con fuoco) en simetría (dos resueltos/rápidos en los extremos; lento y Scherzo con trío en la distribución interior) que repite el modelo beethoveniano de equilibrio estructural de sus sinfonías (de la 1 a la 8).

Adagio de tensa tranquilidad interrumpida por una apelación de las cuerdas que encontró réplica en la fuerza de timbales y vientos hasta la irrupción del motivo danzante del Allegro que es el leit motiv de la sinfonía.

Uno de los fragmentos más perfectos y fascinantes de la música de concierto occidental: segundo movimiento, Largo, gobernado por un lirismo que el corno inglés edifica desde doloroso y dulce canto. Movimiento seductor de arropante hermosura en el que flautas y oboes configuran conformes de vigoroso recogimiento.

Menguadas mutaciones de las cuerdas en melancólicas rotaciones del Allegro que remató con “tutti” categórico del motivo danzante en sugestiva brevedad. Atmósfera desolada que los metales acogieron en un “diminuendo” absorbente para cerrar el movimiento.

Scherzo que nada tiene que ver con danzas de “pieles rojas” como muchos han dicho; sí, una danza de vivo colorido con ciertas reminiscencias americanas en el trío. Aparición del motivo del Allegro inicial en traslaciones que se convierten en coda de este vivaz tercer episodio.

Allegro con fuoco, cuarto movimiento, de raigambre muy popular que los metales exponen con arrobada solemnidad. Clarinete enunciando motivaciones líricas de tristeza manifiesta hasta que surge un subtema dancístico, suerte de marcha, de arrojada animación instrumental.

Final dvorákiano brillante, resplandeciente y equilibrado sin carga dramática gratuita. La OFCM dio muestra de oficio depurado, a pesar de un tercer movimiento con algunos cambios de valores en el solfeo y, quizás, apagado “brío romántico” en el cuarto movimiento. Areán muy bien sobre todo en la conducción de los pasajes de los solos instrumentales.

Buen inicio del convite que promete la programación de esta Temporada de Conciertos 2013 de OFCM en el CCOY, que anuncia para el próximo fin de semana (sábado 19 y 20 de enero) obras de Bizet, Ravel y Berlioz con el israelita Avi Ostrowsky como director huésped.

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