En los años 70, el biólogo Robert Trivers propuso una interesante teoría para explicar por qué los individuos no emparentados tienden a cooperar unos con otros. La disposición innata a ayudar, aseguraba, mejora el bienestar de un individuo dentro de un grupo o sociedad pequeña porque aumenta las posibilidades de que le devuelvan el favor. Trivers llamó a este fenómeno “altruismo recíproco”. Y su eficacia biológica quedó patente en los trabajos de la primatóloga Joan Silk, que comprobó que los babuinos hembra más sociales tenían más posibilidades de que su primer hijo sobreviviera al primer cumpleaños. Ya lo dicen los japoneses: “Cortesía entrega cortesía”. O, echando mano del refranero español, “Hoy por ti mañana, por mí”.
Otra posible explicación para el altruismo es lo que Martin Nowak y Kart Sigmud llaman “reciprocidad indirecta”, que consiste en que las personas generosas y cooperativas construye una reputación que hace que los demás sean más propensos a colaborar con ellas. El biólogo alemán Manfred Milinski también apoya esta idea y la resume con una frase elocuente: “Hazlo bien y cuéntalo”.
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