Presentan “Coloquio III”, en el Teatro de la Ciudad

Notimex.- Siete jornadas inspiradas en cuadros renacentistas del siglo XVI, representados por 10 actores en un espacio “onírico”, similar al cielo o al inframundo, es la propuesta teatral “Coloquio III”, de Fernán González de Eslava, presentada anoche en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”.

A cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico “Fénix Novohispano”, bajo la dirección de Francisco Hernández, el montaje, es una de las obras más importantes del teatro mexicano del siglo XVI, que fue escrita con motivo de la consagración como arzobispo de Don Pedro Moya y Contreras.

De acuerdo con Hernández, dicha obra fue representada en la Catedral Metropolitana el 8 de diciembre de 1574 y a la representación asistió el Virrey Martín Enríquez, el Cabildo Catedralicio y el Cabildo de la ciudad.

En aquella representación, dijo Hernández, se suscitó un gran escándalo porque se representó un entremés que criticaba al Virrey, diciendo “Al nuevo virrey nuevos impuestos”, por lo cual González de Eslava fue llevado a la inquisición y se convirtió en el primer autor crítico del teatro mexicano.

Añadió que la pieza fue escrita como divertimento y entretenimiento para una esfera social alta, tal como lo eran los gobernantes de la época.

Al igual que “El gorigori”, de Luis Quiñones Benavente, y “El galán liberal”, de autoría desconocida; “Coloquio III”, fue censurada en la época de la Santa Inquisición.Luego de 439 años, la obra volvió a escenificarse, atrapando la atención de poco más de 200 personas.

Cuenta la historia de la celebración de una boda, entre la Iglesia y Pedro Moya y Contreras, enseguida, aparece un grupo de personajes que desea entrar a la fiesta, pero no les es permitido, igual que la vanagloria y la adulación, aspectos que permearon a la sociedad de su tiempo y a la actual.

Según Hernández, González de Eslava consideraba que al arzobispo Pedro Moya y Contreras no lo debería de permear vanagloria y ni la adulación, dos aspectos de los que se llenan nuestros gobernantes.

Al no poder entrar, dichos personajes son combatidos por la prudencia y la fortaleza, moradores de la Iglesia; al final son echados de dicha lugar por el “perro del conocimiento de sí mismo”, quien los devora.

“Se trata pues, de una obra presentada con puras alegorías, esto es, a partir de momentos que sólo ocurren dentro del pensamiento”, expresó Hernández.