Por “La consagración de la primavera” tributan a Stravinski

Written by Redacción. Posted in Minuto a Minuto, Sociales

Published on abril 23, 2013 with No Comments

Igor StravinskiNotimex.- Con un particular concierto, Bellas Artes rindió tributo anoche al compositor ruso Igor Stravinski (1882-1971) por el centenario del estreno de “La consagración de la primavera”. Los pianistas Guadalupe Parrondo y Rodolfo Ritter, Tambuco, ensamble de percusiones de México y los raperos Pablo Chemor y Luis Gerardo Villegas fueron los protagonistas del programa.

“Suite para dos pianos” en Fa sostenido, de Dmitri Shostakovich (1906-1975), “La Valse”, de Maurice Ravel (1875-1937), “The Flower is a Key” (Un rap para Mozart), de Sergio Cárdenas (1951), y “Le Sacre du printemps”, de Igor Stravinski, fueron las obras exhibidas.

Sala principal del Palacio de Bellas Artes repleta de jóvenes, muchos acicalados con atuendos y vestidos del Bronx neoyorquino. Más que un homenaje a uno de los artistas más revolucionarios de la música occidental, la apariencia de la multitud connotaba el preámbulo de una recepción de funk, hip hop y rap.

Inició el recital con el compositor que Josef Stalin acusó de “pornofonía” y “enemigo del pueblo”: Shostakovich y su “Suite para dos pianos”, obra de juventud (escrita a los 16 años), vislumbre del genio, quien en 1925 entregaría una obra maestra, “Sinfonía No. 1”.

Los pianistas Guadalupe Parrondo y Rodolfo Ritter abordaron la suite del músico de San Petersburgo con arresto: el delicado, y a la vez impetuoso motivo melódico fue sostenido en atajos de sencillez virtuosa (Ritter) y temperamento exaltado (Parrondo).

El humor armónico y las variaciones imprevistas, corrieron a cargo de Parrondo; los ritmos vivaces y las elipsis, a manos de Ritter. Yuxtaposiciones y articulaciones de dos concertinos de amplitud técnica y seguridad admirable. Suite ejecutada con preciso oficio y transparente coloquio instrumental.

Continuó la fiesta con el francés Maurice Ravel -indiscutible innovador de la música para piano, y uno de los más geniales orquestadores de la música occidental-: “La Valse”, tentativa de homenaje a Johann Strauss (1804-1849) que no cuajó del todo.

Obra que tiene su origen en los “Valses nobles y sentimentales” (1911), Parrondo y Ritter la asumieron bajo las coordenadas de un “torbellino fantástico y fatal” (Ravel) con atinados clústeres y efusivas pronunciaciones: boscosas correspondencias impresionistas de enajenada poética sonora: reverberaciones de frenesí entretejido, y sensualidad arropante.

Escuchamos a un Ravel interpretado con aflicción desde encumbres de coloraciones ascendentes/descendentes extendidas en un lienzo de oscuras disonancias. Ovación cerrada. Los pianistas se ven obligados a cinco salidas al proscenio.

Y llegó la algarabía de los jóvenes. Sergio Cárdenas y su “Un rap para Mozart”. Aparecen los pianistas acompañados por las percusiones de Tambuco. Dos coros juveniles en los balcones laterales del recinto y dos raperos que gritan ¡Viva Mozart!, ¡Viva Mozart!

Este cronista no entendió nada: la perplejidad lo asistía. “On the piano, / in stillness he senses day and night, / his notes being in the celestial time / the rain, the leaf, the flame”: fraseaba un rapero entre las butacas. Los pianos subrayaban los armónicos repetitivos. Tambuco seguía las concordancias monótonas del ritmo.

Pocas veces he visto algo más descarriado que esta puesta en escena multimedia de música e imágenes: en pantalla apareció la imagen de Mozart con unos lentes oscuros. Gratuidad total: un espectáculo vacío, banal y de mal gusto. Los muchachos aplaudieron a rabiar y bailaron en sus butacas ¿Un desliz en la obra del mexicano Sergio Cárdenas? No lo sé. No sé en realidad qué sucedió.

Intermedio. Notimex se acercó a la pianista Catherine Renzi Garosa y le preguntó sobre el rap de Cárdenas: “No hay que alarmarse, los jóvenes también deben tener un lugar en este recinto. Creo que Cárdenas ha realizado una pieza de cierto humor, que si se pule, se trabaja, puede resultar atractiva”, acotó con mesura la profesora italiana.

Tercera llamada. “La consagración de la primavera”. Teatro Champs-Élysée, París. Mayo 29 de 1913: Uno de los más grandes escándalos de la historia de la música. Se alistó Tambuco, los pianistas se aprestaron a configurar los compases bárbaros, feroces y arcanos complementados con concordias bitonales plagadas de discordancias: Stravinski en una propuesta que dio un vuelco radical a la música.

El ensamble de percusiones Tambuco supo recrear con tino las dos partes (“Adoración de la Tierra” y “El sacrificio”) con efectos percutivos agresivos y violentos (ausencia de sonoridad expresiva) complementados con las líneas melódicas superpuestas en la interpretación de los pianistas.

Pianistas y percusiones lograron una mixtura de sonidos fiel a la ruptura stravinskiana.

Destacaron los capítulos “Augurios primaverales”, “Juegos de las tribus rivales”, “Danza de la Tierra”, “El sacrificio”, “Círculos misteriosos de las adolescentes” y “Danza sagrada”. En la pantalla se proyectaban iconografías de empalagosa configuración kitsch que rompían con la semántica, a veces, rugosa y virulenta de los pactes armónicos/rítmicos que se escuchaban.

Aclamación general. Fervoroso tributo a Igor Stravinski. La noche abrigó la fiereza de una música que nadie puede desdeñar.

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