Prensa Latina.- Van en busca de un sueño, pero realmente se enfrentan a una pesadilla, que en muchos casos significa hasta la muerte.
Se trata del destino de los emigrantes ilegales, principalmente centroamericanos y mexicanos, quienes buscan llegar a Estados Unidos para huir de la pobreza que padecen en sus países, encontrar una mejor vida y poder ayudar a sus familiares.
Ellos viajan masivamente sobre el techo de la Bestia, como llaman a los trenes de carga que cruzan la frontera de Guatemala y se adentran en la geografía mexicana. Después, tratarán de seguir camino como puedan hacia el norte.
Son hombres, mujeres y hasta niños que en ese andar se encuentran indefensos con una realidad en la cual pueden ser robados, golpeados, violados, torturados, secuestrados y asesinados, víctimas de bandas criminales e incluso de autoridades corruptas.
El obispo de Saltillo, Raúl Vera, declaró que cada seis meses el crimen organizado obtiene por lo menos 25 millones de dólares como producto de las extorsiones a los emigrantes.
UNA HISTORIA
Una joven guatemalteca narró su historia, la cual fue reseñada por la prensa. Pero su vivencia es parecida a la de tantos otros.
Cuando ella se encontraba arriba de La Bestia, durante una de las frecuentes paradas del tren, un grupo delictivo armado se presentó allí y la secuestró junto con otros 25 pasajeros.
Sufrió palizas y varios abusos sexuales por no tener dinero y negarse a dar a los delincuentes datos que estos querían sobre sus familiares para cobrarles por la liberación de ella.
En un rancho a donde fue llevada, presenció como torturaron, mutilaron y mataron a otros plagiados. Hasta que logró escapar durante un descuido de los secuestradores.
Sin embargo, su suerte resultó mucho mejor que la de muchos otros, quienes fueron masacrados, como les ocurrió a las víctimas de los asesinatos múltiples cometidos por el cártel de Los Zetas, en el estado fronterizo de Tamaulipas.
También los andantes pueden ser asaltados por otros emigrantes delincuentes. Hace unos días, en un tramo del estado de Veracruz, varios hondureños agredieron a compatriotas, con un saldo de diversos heridos graves.
Además de esos crímenes, también se enfrentan a otras contingencias, como el temor a cada paso, el hambre y las enfermedades propias de ese medio antihigiénico en el cual conviven día tras día.
En la ruta existen algunos campamentos de tránsito para ellos, donde tienen albergue por un breve tiempo, pero se quejan de que alrededor de estos también enfrentan maltratos, robos y agresiones.
Una representación de las madres de los miles de emigrantes desaparecidos recorre en caravanas cada año una parte del territorio mexicano con la esperanza de encontrar a algunos y en reclamo a que las autoridades incrementen las investigaciones sobre sus destinos.
Movimientos civiles mexicanos, centroamericanos e internacionales, así como otras instituciones, piden a los gobiernos de sus países que den más protección a los indocumentados durante su camino.
AL CRUZAR LA FRONTERA
Pero la agonía de estos viajeros no culmina cuando al fin logran cruzar la fortificada frontera de Estados Unidos, que incluye un muro divisorio y una poderosa patrulla militar, auxiliada con equipos sofisticados de persecución. A partir de ahí tienen que enfrentar nuevas amenazas.
Entonces son víctimas del inhóspito desierto; de la felonía de contrabandistas de personas (los conocidos como coyotes y polleros); de la violencia de grupos xenófobos y de la guardia fronteriza.
La cifra de indocumentados fallecidos en la frontera solamente durante el año pasado ascendió a 477, de acuerdo con un estudio publicado por el diario Vanguardia.
Entre las causas de esas muertes están la deshidratación, el ahogo, la hipotermia, otras complicaciones de salud y el asesinato.
En bastantes casos no se puede precisar el motivo del fallecimiento por encontrarse el cuerpo en severo estado de descomposición o solo aparecer huesos. Se estima que siete de cada 10 cadáveres localizados nunca son identificados.
Una muestra más de la violencia que se vive en esa zona limítrofe entre ambos países son los frecuentes disparos de guardias fronterizos estadounidenses contra mexicanos que se encuentran en territorio de su país.
Tal es el caso de Sergio Adrián Hernández, de 14 años de edad, asesinado por agentes fronterizos estadounidenses cuando estaba a unos metros del puente Santa Fe, en la Ciudad Juárez.
A pesar de todo este terrible panorama, más de once millones de emigrantes indocumentados viven actualmente en Estados Unidos. Empero, su agonía no terminó.
El indocumentado Pedro Dávalos sobrevivió a la ruta de la Bestia y logró atravesar el desierto fronterizo, pero hoy está desempleado y vive en un parque de Nueva York, como narró a noticiero de televisión mexicano.
Otros muchos desempeñan trabajos fuertes y muy mal pagados, principalmente en la agricultura, en la construcción y como lava platos en restaurantes de baja categoría.
PADRES SEPARADOS DE SUS HIJOS
Empero, el peligro mayor es otro. El gobierno estadounidense endureció su política migratoria en contra de los indocumentados y aumentó las deportaciones, sin importar que lleven años en Estados Unidos y hasta tengan hijos nacidos en ese país.
El número de expulsados ascendió a 410 mil en el año fiscal 2012, de acuerdo con diversas fuentes.
Más de la mitad de los repatriados tienen fuertes lazos familiares en Estados Unidos y vivieron durante años en ese país, según un estudio publicado por la Universidad de Arizona. Ese informe agrega que el 42 por ciento de ellos eran el único sustento de su familia.
Son conmovedores los relatos de esos padres que resultaron desterrados y así fueron separados de sus seres queridos.
Después de tantos años con esta situación y de masivos y constantes reclamos de los emigrantes y de asociaciones civiles, entre otras muchas voces, ahora es que se debate en el legislativo estadounidense una Reforma a la discriminatoria Ley de Emigración.
Sobre esta, el presidente Barack Obama, quien debe su reelección al voto latino, dijo que ese proyecto incluye conceptos con los cuales él coincide, pero admitió que la iniciativa no satisface todas sus expectativas.
Habrá que esperar al resultado de ese debate en el Congreso de Estados Unidos y ver hasta dónde esa reforma será un real beneficio para esos millones de indocumentados.
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