ANTE LAS VICIADAS ESTRUCTURAS, DEBEMOS REFORMARLAS
Son necesarias las reformas, máxime cuando las estructuras de gobierno, desgobiernan más que gobiernan. Este planeta, en el que buena parte de sus moradores sobrevive y otra se muere cada día en la indigencia, mientras otros despilfarran y abusan del poder que les respalda, tiene que cambiar, y a poder ser, más pronto que tarde. No es hora de lamentos, sino de transformaciones profundas, de ruptura con los corruptos, de alejamiento hacia aquellas personas que han perdido el sentido profundo de la justicia y se benefician de la miseria, de disolución de las instituciones que lejos de servir a la ciudadanía, sirven únicamente a los que ostentan el dominio. Es indispensable la depuración en un mundo globalizado. No se puede permanecer pasivo ante tantas tragedias humanas, ocasionadas en buena parte por las estructuras viciadas que nos dirigen. Ha llegado el momento de alzar la voz a tantas calamidades provocadas por algunos dirigentes sin escrúpulos. Cualquier persona merece protección antes que institución alguna, por mucha trayectoria que tenga tras de sí, tenemos el deber de denunciar a los endiosados traficantes de inocentes. No hay que escatimar esfuerzos por salvar vidas humanas. Esto es lo más importante.
Por tanto, digo sí a las reformas en un mundo injusto a más no poder. Las crisis humanitarias suceden por falta de humanidad entre las personas. Es preocupante el silencio de tantas instituciones que no pasan de los hechos a las obras. No hay que temer a los cambios cuando algo no funciona o funciona mal. Todo debe estar al servicio de las personas. Vivimos en una sociedad cada día más interdependiente, pero muy frágil con determinados poderes que son los que mueven los hilos a su antojo, no al interés de los más débiles, de los más desprotegidos. Nos estamos cargando los estados sociales, por esa falta de ética común institucional que debería mundializarse. Fruto de esta conducta inmoral se han acrecentado los desórdenes, las amenazas, la destrucción en suma. Tenemos también un déficit democrático verdaderamente preocupante. Y lo que es peor, no puede prosperar el sistema, porque hasta a las propias estructuras se les manipula. Somos, por consiguiente, de una irresponsabilidad manifiesta, que habría que subsanar con mayor transparencia y equidad, teniendo en cuenta la degeneración actual y el vacío humanista que nos acorrala.
Muchas personas, insisto, viven en precario, porque las mismas estructuras de gobierno permanecen desaparecidas e invisibles. Son muchas las puertas que se han cerrado a la vida humana. Tenemos que abrirlas sin dilación. Es tan urgente como preciso. No es humano que la riqueza siga acaparada por minorías. Tampoco es justo que los derechos humanos no sean igual para todos. ¿Cómo pueden seguir presentes modelos económicos que empobrecen y excluyen?. Bajo estas mimbres indignas, nada es humano en definitiva. Ante tantas desigualdades, a veces me pregunto, ¿cómo no se propicia un cambio social para la defensa del ciudadano?. Es evidente, que ante esta relajación de la ética, difícilmente vamos a poder edificar otras estructuras de contenido más humano. Se precisa, pues, a mi juicio más que nunca, la intervención de una autoridad pública internacional, capaz de tutelar los derechos de los más débiles y pobres, con la cobertura de protección social necesaria para poder avanzar hacia la igualdad, a través del acceso y calidad a la educación primero y al mercado laboral después. Por desgracia para todos, los altos niveles de desigualdad están acompañados, mal que nos pese, de una fuerte desconfianza en las instituciones y sus dirigentes.
Todos los gobiernos del mundo, con sus estructuras, lo que tienen que hacer es ser más proclives a la inversión social, a instalar mecanismos redistributivos y a crear políticas basadas en derechos sociales que eviten el desigual reparto de bienes. De lo contrario, tendremos un futuro sombrío. Ya está bien de tanto cinismo soberano y de tanta esclavitud en bandeja, de tanto dolor esparcido entre gente marginada por el sistema y de tantas vidas humanas excluidas, tenemos que decir ¡basta! y encaminarnos hacia otros dominios menos dependientes, más libres, capaces de garantizar el desarrollo de la persona hacia el bien colectivo.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor corcoba@telefonica.net
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