Notimex.- Un análisis de la iconografía prehispánica plasmada en el arte del siglo XVI fue realizada durante la sesión a cargo del historiador José Luis Pérez Flores, en el primer ciclo de conferencias “Perspectivas artísticas en la Nueva España”, que se lleva a cabo en el Museo de El Carmen, hasta diciembre.
Bajo el título “Arte conventual y pintura mural del siglo XVI novohispana”, en la ponencia se explicó que la presencia de la mano indígena en la plástica del periodo de mestizaje se visualiza en las pinturas y esculturas por los círculos a manera de cuentas de jade o chalchihuites y volutas de la palabra, características de la iconografía de las antiguas civilizaciones de México.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el especialista señaló que algunos de los rasgos netamente prehispánicos más comunes eran la colocación de ojos frontales y no laterales en rostros de perfil, manos volteadas, un solo diente en las figuras de ancianos y nula perspectiva con los trazos.
Estas características se plasmaron en códices como el Florentino, el Telleriano-Remensis, el Lienzo de Tlaxcala, el Mendocino y en las imágenes de los textos “Historia de las Indias de Nueva España” e “Islas de Tierra Firme”, de fray Diego Durán, refirió.
De igual forma, de mano indígena es el género decorativo conocido como grutesco, originado en Italia (1480), que fue trasladado a la Nueva España en el siglo XVI por las órdenes religiosas, las cuales se dieron a la tarea de enseñar el motivo ornamental a los pobladores evangelizados.
El experto mencionó que “las expresiones artísticas se transforman conforme se asimilan en cada región, por ello no es difícil creer que los grutescos novohispanos estén mezclados con características prehispánicas”.
Detalló que el mestizaje artístico se dio a través de las escuelas conventuales de artes y oficios fundadas por distintas órdenes, entre las que sobresalieron una ubicada en Tirepitío, Michoacán, donde los padres agustinos enseñaron las artes mecánicas desde 1538, bajo la influencia de Vasco de Quiroga.
Otra más fue la de la Ciudad de México, a cargo del fraile franciscano Pedro de Gante, adjunta a la Capilla de San José de los Naturales del Convento de San Francisco El Grande, cuyas actividades iniciaron hacia 1527.
Entre los ejemplos que refirió el especialista de pinturas conventuales y grabados hechos por indígenas, se encuentran la pila bautismal del siglo XVI del Ex Convento de San Juan Bautista en Yecapixtla, Morelos, que posee como elemento decorativo la cabeza de un personaje con rasgos felinos.
También, la torre de las escaleras del Templo y Ex Convento de San Nicolás Tolentino, en Actopan, Hidalgo, donde está representado un demonio con características prehispánicas, como lengua bífida y sosteniendo un sahumerio de tipo prehispánico.
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