Notimex.- Apenas una gota de alivio en el mar de la necesidad que dejaron los huracanes, es lo que representa la ayuda que diariamente se sigue repartiendo en las zonas afectadas en este puerto.
No obstante, esa pequeña gran ayuda fue suficiente para desencadenar las más sinceras muestras de agradecimiento de los beneficiarios y, al mismo tiempo, las quejas y reclamos de quienes se quedaron esperando en las filas y se fueron con las manos vacías.
Muy temprano, ante la imagen insólita de un desolado aeropuerto de Acapulco, llegaron dos de los cuatro aviones Boeing 727 con los que cuenta la Policía Federal, cargados con casi 30 toneladas de ayuda humanitaria.
Apenas tocaron tierra, personal de las fuerzas regionales de la Policía Federal formó cadenas de brazos solidarios que en unos instantes trasladaron la carga hacia los camiones que normalmente transportan efectivos, pero que hoy están encomendados a apoyar a los damnificados.
Una vez con su respectiva carga las diferentes unidades de la Policía Federal, custodiadas por elementos fuertemente armados, se dirigieron hacia los puntos previamente designados para repartir la ayuda.CONTINÚA LA AYUDA HUMANITARIA EN GUERRERO
Algunos fueron enviados a lugares distantes como Coyuca de Benítez, donde apenas se logró restablecer la comunicación por tierra y a que hasta hace unos días los propios agentes de la Policía Federal llevaban por helicóptero la indispensable ayuda.
Otros fueron designados a cumplir esa tarea en los lugares más apartados de Acapulco, pero que a la vez fueron los más afectados por las inundaciones, como es el caso de la colonia Luis Donaldo Colosio.
A ese último lugar se dirigieron dos camiones con 900 despensas bien surtidas con productos de buena calidad. El destino era un lugar conocido como La Rana, donde están las colonias más afectadas en las que las anegación alcanzó casi dos metros de altura, suficiente para “hacer nadar” todas las cosas.
El alud de lodo y aguas turbulentas ya desapareció, pero los efectos de la desgracia persisten y ahora es posible ver a familias enteras lavando algunas de sus pertenencias que todavía pueden ser utilizadas tras una limpieza a fondo, ya que el resto quedaron inservibles.
Uno de los camiones logró llegar al punto previamente designado, donde ya lo esperaban un número considerable de personas en desgracia que desde que lo vieron, lo siguieron hasta el lugar donde finalmente se detuvo para repartir la ayuda.
En menos de una hora “voló” el total de las cajas de despensa ante la gran cantidad de personas que se formaron y se identificaron como damnificadas.
Aunque el inspector Filiberto Arellano quiso poner orden y dar preferencia a los ancianos y a las embarazadas, la fuerza popular lo sobrepasó y sólo pudo atender por fuera de la fila a algunos “damnificados preferentes”.
CONTINÚA LA AYUDA HUMANITARIA EN GUERREROAnte la desesperación de los integrantes de una fila que no dejaba de crecer a pesar de que el evidentemente el número de despensas llegaba a su fin, la entrega concluyó. Los reclamos no se hicieron esperar.
Aquellos que se quedaron con las manos vacías reclamaron airados que las despensas siempre se repartían en el mismo lugar, beneficiando a los de siempre y dejando fuera del reparto colonias como Frente Nacional, y otras donde las precarias construcciones de madera aún se encuentran bajo el agua, pero hasta esos lugares el acceso para los camiones es complicado.
Con el mayor respeto los elementos de la Policía Federal respondieron a los reclamos de quienes se quedaron con las manos vacías, destacando la imposibilidad física de entregar despensas a toda persona que lo solicite.
Que el azar determina a los finalmente beneficiados se comprobó una vez más en los hechos, pues uno de los camiones sufrió una avería unas horas antes de llegar al lugar destinado.
Apenas el conductor se orilló y se tendió en el suelo para intentar arreglar el desperfecto en la trasmisión, una nube de vecinos de la Luis Donaldo Colosio rodeó la unidad y prácticamente exigió que ahí mismo se repartieran las despensas.
Ante la incertidumbre de cuánto tiempo tardaría en arreglarse el desperfecto y luego de solicitar instrucciones, el responsable de la unidad resolvió repartir ahí mismo la ayuda y los primeros beneficiados fueron, naturalmente, los que estaban hasta adelante.
Aquí también la ayuda desapareció en unos cuantos minutos y se repitió el escenario de reclamos de quienes no alcanzaron nada.
Los policías federales, cuyo trabajo primordial es el patrullaje y la disuasión de la delincuencia organizada, han sido habilitados como rescatistas y repartidores de ayuda humanitaria, labor que desarrollan de manera intensiva desde hace más de 10 días sin descanso y jornadas de trabajo de hasta 18 horas diarias.
La intensidad del trabajo ya hace mella en los cuerpos de los agentes, pero se sigue realizando sin queja; basta la mirada de agradecimiento de aquellos a quienes lograron aliviar sus penas, aunque sea por un par de días, aseguran los efectivos bañados en sudor y enfundados -por ahora- en llamativos chalecos de color naranja que los distingue como elementos de auxilio a la comunidad.
A pesar de que algunos lo perdieron todo, la gratitud se manifiesta de diferentes maneras; hubo algunas personas que les llevaban agua y refrescos a los cansados y sudorosos agentes de la Policía Federal.
Otras, como doña Eufrosina, intentó entregarles 50 pesos para que se los repartieran; los agentes no se lo aceptaron y le dijeron su intensión de agradecer era suficiente para ellos.
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