Notimex.- Conocido sólo en los círculos literarios, el escritor Efraín Hernández pasó inadvertido por muchos años, hasta que el Fondo de Cultura Económica publicó dos volúmenes de sus obras completas, que hoy dan testimonio de su genialidad.
A 109 años de su nacimiento, ocurrido el 1 de septiembre de 1904, Hernández fue recordado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), que ilustra esa paradoja, pues no obstante haber abordado con decoro el cuento, la poesía, la novela, el cine y el teatro, el autor falleció en el olvido.
Por muchos años, el escritor, impulsor de importantes plumas como la de Juan Rulfo y Rosario Castellanos, vivió en una vecindad de avenida Hidalgo, lo que hoy es el Hotel de Cortés, que fuera la primera hospedería de México, fundada en 1780.
De acuerdo con el Conaculta, el primer volumen vio la luz en 1965, como resultado de la labor que realizaron Alí Chumacero y Luis Mario Schneider, quienes agruparon parte de la obra del escritor guanajuatense.
Alí Chumacero, en esta primera edición de 1965, consideró que el autor guardaba un sitio aparte entre los escritores de su generación, ya que mientras sus contemporáneos buscaban imitar el estilo francés, Hernández se mantenía fiel a la tradición castellana.
En este primer volumen quedaron agrupados los trabajos narrativos y de poesía del escritor, donde sorprendieron el relato “Animalita” y la novela corta “Autos”, que fueron descubiertos al revisar los papeles de Hernández.
También se incluían sus cuentos más famosos como “Tachas”, de 1928; “El señor de palo”, de 1932; “Cerrazón sobre Nicómaco”, de 1946 y “La paloma, el sótano y la torre”, de 1949.
Después de 40 años, en el 2012 se editó el segundo volumen de las “Obras completas de Efraín Hernández”, compilado de Alejandro Toledo, el cual se dividió en dos secciones: teatro y prosa crítica.
De este segundo libro, Toledo destacó que los escritos muestran que, si la salud de Hernández se menguó, su impulso creativo miró siempre hacia adelante, “se diría que hasta las últimas horas estaba su cabeza llena de proyectos”.
Toledo también explicaba que el trabajo de 1965 no fue completado, y 40 años más tarde hubo que enfrentarse a un rompecabezas de difícil definición, con unos papeles amarillentos que tenían, muchos de ellos, el tiempo contado.
La primera sección de este segundo volumen abre con un libreto fílmico escrito a ocho manos por Dolores Castro, Rosario Castellanos, Marco Antonio Millán y Efrén Hernández: “Dicha y desdichas de Nicócles Méndez: tragiburledia cinematográfica”.
Dicho libreto fue un encargo de Andrés Serra Rojas, que dirigía en aquel entonces el Banco Cinematográfico, quien propuso a Efrén trabajar un guión para “Cantinflas”; también se incluye una obra de teatro escrita para la actriz María Douglas, que no pudo escenificarse.
Para cerrar el tomo se presentan los últimos apuntes ensayísticos y narrativos pertenecientes a proyectos inconclusos; y un necesario archivo de textos que resume la histórica crítica de la obra.
Con estos dos volúmenes, editados por el FCE, Alejandro Toledo se ha convertido en el paladín de Efraín Hernández al rescatar sus obras y compilarlas para las nuevas generaciones.
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