Los adolescentes constituyen la franja de población más propensa a cometer imprudencias que ponen su vida en peligro, por delante de los adultos y los niños. La conducta impulsiva de los jóvenes suele ser atribuida a la inmadurez o la falta de autocontrol propios de la edad. Sin embargo, un nuevo estudio de la Weill Cornell Medical College de Nueva York (EE.UU.) ha revelado que el cerebro tiene mayor dificultad para frenar estos impulsos durante esta etapa de desarrollo.
Los especialistas en neurociencia partieron de la base de que los niños pequeños tienden a ser más cautos que los adolescentes, de modo que la teoría de la inmadurez quedaba invalidada. En busca de una razón biológica que explicara esta impulsividad puntual, el grupo analizó la actividad cerebral de 83 personas con edades comprendidas entre 6 y 29 años. Estos debían observar una serie de rostros en un ordenador, y pulsar un botón cuando su expresión les resultara amenazante.
Los investigadores monitorearon la actividad cerebral de la corteza prefrontal ventromedial (vmPFC), región implicada en la función de contención, y descubrieron que los adolescentes tenían mayor dificultad para detectar el gesto amenazante de una persona. Registraron además una gran diferencia entre géneros, siendo los hombres los que erraban con más frecuencia. De ello se deriva que el cerebro de los adolescentes tiene que hacer un esfuerzo adicional para distinguir una situación peligrosa y contener una reacción agresiva.
Este hallazgo explicaría por qué es poco frecuente que los delincuentes menores de edad reincidan una vez han alcanzado la edad adulta.
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