Notimex. La representación del Vía Crucis, en las diferentes etapas o momentos vividos por Jesús, desde el momento en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura, ha sido recurrente en las obras pictóricas de innumerables artistas de todas las épocas.
Desde Miguel Ángel (1475-1564), Tintoretto (1518-1594), el Greco (1541-1614), Velázquez (1599-1660), Rafael (1483-1520), Rembrandt (1606-1669), Caravaggio (1573-16010), todos plasmaron joyas artísticas en los periodos renacentista y barroco, principalmente.
No se quedan atrás artistas mexicanos de la talla de Miguel Cabrera (1695-1768), Juan Correa (1646-1716) Cristóbal de Villalpando (1649-1714), considerados los tres grandes de la pintura barroca mexicana del siglo XVIII, además de Baltasar de Echave Ibía, cuyas obras resaltan por su estilo teatral y retórico, muy del barroco que parte de un intenso colorido y una firme pincelada.
Muchas de estas obras se conservan en templos católicos alrededor del mundo, que durante la Semana Santa o Semana Mayor son apreciadas por cientos de feligreses, para recordar lo que también se conoce como la “Pasión de Cristo”.
De acuerdo con textos que documentan la historia del Arte, entre las obras maestras con esas características figuran: “La Piedad”, de Miguel Ángel (1475-1564), una escultura en mármol realizada entre 1498 y 1499 y que se encuentra en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
En ella se aprecia a la Virgen María, joven, bella y piadosa, cuyas vestiduras se expanden con numerosos pliegues, sosteniendo a Cristo muerto y que, intencionadamente, aparenta mayor edad que la madre, en una composición triangular sosegada y llena de ternura.
“La lamentación sobre Cristo Muerto”, del pintor italiano Giotto (1266-1337), comisionado para la Cappella degli Scrovegni, en Padua, Italia, es otra de las obras maestras que representan lo que también se conoce como “Estaciones de la Cruz” y “Vía Dolorosa”.
“La Crucifixión de Tintoretto” (1518-1594), situada en la iglesia de San Cassiano, en Venecia, Italia, pintada en 1565, se trata de un cuadro de enormes dimensiones, pues mide 5.18 metros de alto y alcanza los 12.24 metros de ancho.
Por esta obra, según investigadores y críticos de arte, Tintoretto recibió 250 ducados y obtuvo fama relevante entre sus contemporáneos.
En diversos museos del orbe se hallan cientos de lienzos, como en el Louvre (Francia), la National Gallery (Inglaterra) o Del Prado (España), entre otros, en cuyos muros cuelgan soberbias representaciones de distintas escenas de “La Pasión”, pintadas por los más célebres artistas del Renacimiento.
De las representaciones completas del Vía Crucis destaca la del artista más famoso del Renacimiento alemán, Alberto Durero (1472-1528), quien realizó en grabado tres series, “La gran Pasión”, la más reconocida de ellas, le llevó más de una década ejecutarla y está compuesta por 11 imágenes que terminan con la resurrección.
En América Latina, figura el trabajo del artista colombiano Fernando Botero, cuya serie “Vía Crucis, la Pasión de Cristo” fue donada en 2012 al Museo de Antioquía y que se ha vuelto itinerante.
Se trata de 27 óleos y 23 dibujos que Botero creó inspirado en la Biblia, pero adaptándola a la realidad de Colombia.
En México, algunos ejemplos de la representación pictórica de “La Pasión de Cristo” se exhiben en la Catedral Basílica de Puebla; ahí, una serie de cuadros ubicados a lo largo de ambas naves procesionales, se presenta la obra del pintor oaxaqueño del siglo XVIII, Miguel Cabrera, el más reconocido del novohispano.
Asimismo, en los laterales de ese templo, en la Capilla de Nuestra Señora de la Soledad, se encuentran dos pinturas de la Pasión, del siglo XVII, tituladas “El Descendimiento” y “El Calvario”, aunque con controversia sobre su autoría, pues igual se atribuyen al artista español Rodrigo de la Piedra que a Antonio de Santander.
Otro de los artistas que representan el “Vía Crucis” son Baltasar de Echave Ibía (1585-1643), cuya pintura además de exhibir los elementos típicos del barroco, refleja un dramatismo en su cuadro “Vía Crucis” y un tenebrismo en la escena de la crucifixión.
El Vía Crucis consta de 14 estaciones, cada una de las cuales se fija en un paso o episodio de la Pasión del Señor. A veces se añade una decimoquinta, dedicada a la resurrección de Cristo.
En la práctica de este ejercicio piadoso, las estaciones tienen un núcleo central, expresado en un pasaje del Evangelio o tomado de la devota tradición cristiana, que propone la meditación y contemplación a uno de los momentos importantes de la Pasión de Jesús.
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