Notimex. El arqueólogo y egiptólogo inglés Howard Carter, a quien se recuerda mañana que se cumplen 141 años de su nacimiento, trascendió por su descubrimiento de la tumba de Tutankamón, mismo que sigue causando asombro.
Ejemplo de ello, es la inauguración realizada ayer en Luxor, Egipto, del facsímil de la cámara funeraria del faraón, que fue fabricado en un taller madrileño, de acuerdo con información difundida por medios de comunicación españoles.
Howard Carter vio la primera luz en Kensington, Inglaterra, el 9 de mayo de 1873, aunque hay fuentes que lo ubican el mismo día de 1874.
Hijo del talentoso retratista John Carter, el pequeño Howard, que pasó su infancia y adolescencia en la pequeña aldea de Swaffham, en el condado de Norfolk, fue un niño enfermizo que asistió poco a la escuela, pero que fue instruido por su padre en las técnicas del dibujo, apunta su biografía publicada en el portal de Internet de la Enciclopedia Británica.
Gracias a la colección de la familia Amherst, para quien trabajaba su padre, Howard conoció la cultura egipcia y al famoso egiptólogo Percy Newberry (1869-1949), quien lo contrató como dibujante de sus campañas en Egipto, las cuales patrocinaba la Egypt Exploration Fund (EEF).
Luego de una breve estancia y entrenamiento de tres meses en el British Museum de Londres, Carter se embarcó con Newberry rumbo a Egipto, país donde se dedicó a copiar escenas y textos de algunas tumbas de la necrópolis del Imperio Medio en Beni Hassan.
Posteriormente, se trasladó a los yacimientos de Bersheh, donde dibujó libremente; contorneó las figuras y añadió detalles interiores siempre que fuera posible, técnica que se convirtió en el estándar de la EEF, que hasta el momento manejaba un sistema en el que se perdían los detalles.
Con apenas 17 años, el joven Carter llegó a Tell el-Amarna, en 1891, bajo las órdenes del gran egiptólogo Flinders Petrie (1853-1942), para quien creó varios dibujos de la tumba real de Amarna, que fueron publicados en el periódico británico “The Daily Graphic”.
Según la biografía del egiptólogo publicada en el portal “historia-antigua.com”, tas superar la muerte de su progenitor, ocurrida en 1892, el joven dibujante volvió a trabajar en Beni Hassan con Newberry, al mismo tiempo que fue el dibujante oficial de las excavaciones británicas del Archaeological Survey.
Tiempo después, en 1893, trabajó con el egiptólogo suizo Édouard Naville (1844-1926) en el templo de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahari, donde permaneció seis años, tiempo en el que copió magníficos relieves y mejoró sus técnicas de excavación y restauración, hasta que en 1899, Gaston Maspero, director del Servicio de Antigüedades Egipcio, le ofreció el puesto de Inspector General de Monumentos del Alto Egipto y Nubia.
Con tan sólo 25 años, Howard Carter se había convertido en uno de los egiptólogos más famosos de la época y fue partícipe de algunos importantes descubrimientos, tales como una cámara asociada al complejo del templo funerario del rey Mentuhotep II.
En los años siguientes, el joven egiptólogo trabajó como excavador para el millonario norteamericano Theodore Monroe Davis (1837-1915) en el Valle de los Reyes y en 1905 dejó de ser parte del Servicio de Antigüedades.
De acuerdo con los datos de Carter disponibles en el portal “biografiasyvidas.com”, en 1909 comenzó a trabajar para lord Carnarvon en la necrópolis tebana, donde descubrió cinco tumbas reales, tres de ellas asociadas con los faraones Montuhotep, Amenofis I y Tutmosis IV, y dos vinculadas con la reina Hatshepsut.
A principios de los años 20 del siglo pasado obtuvo permiso para excavar en el Valle de los Reyes, donde tras varias campañas infructuosas, el 5 de noviembre de 1922, a cuatro metros de la tumba de Ramsés II, descubrió la tumba de Tutankamón, faraón de la XVIII dinastía asesinado a los 18 años, en el siglo XIV antes de Cristo.
Cuatro meses después de abrir la tumba, una misteriosa enfermedad, causada según parece por una picadura de mosquito postraba al lord Carnarvon, quien murió el 6 de abril de 1923, lo que detonó en los medios la versión de la maldición de Tutankamón.
Aunque sí hubo muertes a las que se les vio como inexplicables, un estudio mostró que de las 58 personas que estuvieron presentes cuando la tumba y el sarcófago de Tutankamón fueron abiertos, sólo ocho murieron en los siguientes 12 años. Todos los demás vivieron más tiempo, incluyendo al propio Howard Carter, quien murió el 2 de marzo de 1939.
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