Notimex.- Miles de papelitos blancos como el alma del poeta triste que fue Juan Gelman (1930-2014), llovieron anoche sobre la calle donde se encuentra el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”. Cada uno de ellos, con un poema de ese trovador escrito con letra menudita, fue la bienvenida al homenaje póstumo “Aquí yace un pájaro. Una flor. Un violín. Celebrando a Juan Gelman”.
En el interior del recinto también llovieron poemas y aplausos del público que tuvo acceso gratuito al inmueble, copado por amantes de la poesía de Gelman, amigos, familiares, lectores de su poética sensible.
“La poesía está de pie ante la muerte, a pesar de que cada tres minutos y medio muere un niño en el mundo a causa del hambre o por alguna enfermedad incurable”, expuso Gelman en alguna ocasión.
El escenario, flanqueado por dos pantallas monumentales que proporcionaron al público una galería de fotografías del homenajeado en distintos momentos de su vida, sirvió primero para ver un documental realizado por Jorge Denti.
El video reveló datos interesantísimos sobre la vida de Gelman, desde años antes de su nacimientos, hasta prácticamente el último de sus gloriosos y tiernos días.
Como se sabe, el 14 de enero de 2014 falleció Juan Gelman, considerado con toda justicia uno de los más importantes poetas en lengua española.
El enorme poeta que se estableció en México después de años de estar en distintos países debido a la dictadura que vivió en su país, y que lo mandó al exilio en el año de 1975. Él llevó el dolor ajeno a su poética, tan sólo para ocultar su propio calvario.
Los organizadores del homenaje fueron el Sistema de Teatros de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y el Centro Mexicano de Teatro, que se dieron a la tarea de reunir a Oscar Chávez y Los Morales; César Olguín y la Orquesta Mexicana de Tango; el grupo Son de Madera, y Liliana Felipe. Salvo esta última, el resto del elenco ofreció un espectáculo digno y ante todo, decente.
De igual manera, se convocó a un colectivo de duendes y alumnos destacados del Centro Universitario de Teatro (CUT) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y como invitado extraordinario, el también escritor y periodista Hugo Gutiérrez Vega, uno de los más grandes y entrañables amigos de Juan Gelman, cuya trayectoria literaria caminó por la misma ruta que la del evocado.
Entre número musical y número musical, avanzaba el video. Se vio a Gelman platicando sobre sus padres, su primera infancia, su adolescencia al lado de su hermano mayor, sus múltiples oficios antes de dedicarse al periodismo como forma de estar cotidianamente cerca del quehacer de la escritura, del horror de la dictadura en Argentina, de sus amigos, de sus muertos y de su amor a la poesía.
“Se puede vivir para la poesía, pero no de la poesía. Al menos no en mi caso”, dijo Juan Gelman en el video que ofrece reveladoras luces en torno a ese hombre que pasó del plano terrenal al de la leyenda.
“Por eso siempre es bueno tener un doble oficio: El segundo puede servir para obtener los medios para poder vivir”, añadió en el video, de admirable producción y armoniosa edición profesional.
También se dejó ver lo ya sabido: Originario de Buenos Aires, Gelman, además de poeta, fue periodista, traductor y militante de movimientos sociales. Algunos de los títulos de su vasta bibliografía que incluye prosa y varias antologías son “Hacia el sur” (1980), “La junta luz” (1985), “Carta a mi madre” (1989), “Incompletable” (1997), “Bajo la lluvia ajena” (2009) y “El emperrado corazón amora” (2011)
Consecuentemente, recibió reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía de Argentina (1997), el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo” (2000), el Premio Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda” (2005), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2005) y el Premio Cervantes (2007), del cual el video incluye un fragmento medular de su discurso de recepción.
Anoche hubo lluvia de música, canto y poesía tanto de Juan Gelman como de otros autores, y un público feliz. Corrección: No fue un homenaje póstumo. Fue una celebración a la vida que tanto amó Juan Gelman.
Al final de la fiesta poética, cada uno de los convidados marchó a casa, con sus hojitas blancas acurrucadas en sus bolsas y mochilas, como llevando parte del espíritu del poeta inolvidable.
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