EFE. Algunas cosas en la vida no se pueden dejar pasar, sobre todo cuando el objeto de experimentación es una leyenda viviente y, como tal, tiene fecha de caducidad a la vista. Quizás el de hoy no haya sido el último concierto de los Rolling Stones en Madrid (o en España), pero, por si acaso, había que estar.
Con ese espíritu de ocasión única, “sus satánicas majestades” han congregado en su único “show” en el país a gente de todos los pelajes, de los chicos de Extremoduro (grupo musical español) a la empresaria Carmen Lomana, saltando hombro con hombro roqueros melenudos y maduritos repeinados con sus pantalones de pinza y unos puros que les han dado para las dos horas de espectáculo.
“Es genial estar aquí otra vez”, afirmaba Mick Jagger en español al inicio, ante las 54 mil personas reunidas “en este fantástico y famoso estadio” Santiago Bernabéu, primera infidelidad al fortín de sus visitas anteriores, el Vicente Calderón, sede de su mítico primer concierto en la ciudad en 1982, entre rayos y truenos.
Como entonces, también esta noche ha sonado “Angie”, el primer número uno que tuvieron los Stones en España, y, en medio de ese premeditadísimo show que pasean en esta gira “14 on Fire” por catorce ciudades europeas, el público nacional ha querido desmarcarse votando que aquí cantaran “Like a rolling stone” de Bob Dylan. Sin duda, dos grandes momentos.
El espectáculo comenzó mucho antes, hace años en realidad, en el 50 aniversario celebrado en 2012 que les devolvió a los escenarios. Entonces no pudo ser, pero después de su último concierto en Madrid, en 2007, una filtración volvía a despertar unos meses atrás la histeria por un concierto suyo en la ciudad.
Once horas tardaron en venderse todas las entradas, a pesar de los problemas con los servidores. Ha sido una gira de récords en ese sentido. En ocho minutos se agotaron las de Berlín.
Entre las razones de su éxito de convocatoria, no se escapa la edad de los protagonistas, ya en los 70, ni los crecientes problemas para encontrar quien quiera asegurarles, sobre todo si en plena gira Keith Richards se sube a un cocotero o se suicida la novia del vocalista. ¿Era prudente arriesgarse y espera una nueva visita con 75?
Dicho esto, lo de la edad es algo de lo que uno puede olvidarse al verlos en directo, aunque al mismo tiempo sea una realidad inapelable y un foco de atracción que los convierte en prodigios de la naturaleza, por su imperecedera actitud roquera y ese enorme desgaste de energía al que se someten sin dar muestras de cansancio.
Cualquier otro hombre de 70 años, bisabuelo, con una camiseta semitransparente y dando brincos por un escenario sería objeto de burla. Jagger no. Jagger es el padre de todos los desmadres, bailando y cantando con agudos y graves como si no pasara el tiempo.
Todos están a la altura, enfundados en sus estrafalarios vestuarios, hasta Charlie Watts, que no borra el gesto adusto, pero aún da unos porrazos de aúpa a la batería. Cómo olvidar los “riffs” de Keith Richards en la noventera “You got me rocking” o los guitarrazos de Ron Wood.
Cabe destacar también el papel de sus músicos de apoyo, como el del bajista Darryl Jones en “Miss you” y, sobre todo, el de esa corista de rompe y rasga que es Lisa Fischer, capaz de plantarle cara y morritos al mismísimo Jagger durante la interpretación de “Gimme shelter”.
Todo está medido, sí, pero qué medidas: los pantalones, el sonido atronador, las luces… Lo de siempre, que ya se sabe que funciona, como el repertorio, que -sin material nuevo desde 2005- se compone de éxitos hasta “Start me up”, de lo más reciente (y eso que es del 81), lo que también es un motivo de celebración para sus seguidores.
“Jumpin’ Jack Flash” abre la velada con fuerza y pronto suenan el toque soul de “Tumbling dice”, la emotiva versión acústica de “Angie” y el citado “Like a rolling stone”.
“Out of control” plantea un duelo entre la guitarra de Richards y la armónica de Jagger, aunque en sus rostros -a no ser que sean muy buenos actores- se respira camaradería.
“Are you feeling goooooood?”, pregunta insistente el vocalista, que se toma un receso mientras Richards se hace con el micrófono para abordar “You got the silver” y “Can’t be seen”. Les sigue la consabida entrada de su ex compañero Mick Taylor para acompañarles a las guitarras en “Midnight rambler” y después, la historia.
Los grandes éxitos desfilan sin respiro y el clímax se roza con la mezcla de samba oscura y rock de “Sympathy for the devil” y el toque lúbrico de “Brown sugar”, antes de que, en compañía del coro de la Comunidad de Madrid les abra paso con “You can’t always get what you want” y, por fin, “Satisfaction” y los fuegos artificiales. “Hasta pronto”, sus majestades.
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