ABC.- Los combates entre las milicias fieles a señores de la guerra tribales han llevado a Libia a una guerra de «todos contra todos» donde el gobierno oficial de Abdala Al Zani no logra controlar el país del mediterráneo. Los últimos combates en Bengasi (al este del país) entre el Ejército y milicianos acampados a las afueras de la ciudad se han saldado hasta el momento con 38 muertos, a los que hay que añadir las luchas por el control del aeropuerto internacional de Trípoli con un balance de 97 muertos y más de 400 heridos.
Ante esta escalada en la violencia, gobiernos extranjeros como el de Estados Unidos han cerrado su embajada, mientras que España, Países Bajos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia o Turquía han pedido a sus ciudadanos que abandonen el país, sumido en el caos por los combates entre milicias rivales. El gobierno interino de Abdala Al Zani no ha conseguido formalizar un ejército unitario y nacional tras la caída del régimen de Muamar Gadafi, por lo que los distintos grupos rebeldes -unidos en su momento para derrocar al dictador- se han escindido y luchan ahora por el poder, desoyendo en muchas ocasiones las directrices del gobierno central. Según observadores del país, Libia cuenta con 160.000 miembros de milicias armadas a los que el gobierno de Trípoli paga 1.000 dólares mensuales «para mantener el orden», aunque de hecho obedezcan a señores de la guerra locales o a intereses tribales.
Punto crítico
Los enviados especiales de la Unión Europea, la Liga Árabe, países europeos como Francia, Alemania o España y Estados Unidos han declarado que «la situación en Libia está llegando a un punto crítico» que comenzó el pasado 13 de julio cuando las milicias de Misrata lanzaron la operación «Fayer» (amanecer) para arrebatar el aeropuerto internacional de Trípoli a las brigadas de Zintán, que controlan el aeródromo desde la caída de Gadafi en 2011. Ambas milicias cuentan con cohetes y artillería.
Casi cien muertos más tarde y con embajadas cerradas, la comunidad internacional está pidiendo que se apoye al país durante su transición democrática, atascada por los intereses de las distitas milicias y tribus, tanto ideológicos como económicos, pues muchas buscan el control del petróleo. De hecho, la principal refinería del país, El Feel, ha reducido su producción y su total de ingresos ha caído al menos
«La comunidad internacional está lista para apoyar los esfuerzos que ayuden a respetar el proceso político», afirmaron los enviados especiales en un comunicado, mientras que el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) recordaba a milicias y Ejército de que tiene jurisdicción para juzgar en La Haya a quienes cometan crímenes contra la humanidad. Bensouda llamó a los responsables de la escalada de violencia a «refrenar cualquier ataque a civiles» y advirtió que «no dudará en investigar y perseguir» esos delitos, entre los que ha mencionado «genocidio, crímenes contra la humanidad o guerra».
Libia, un trabajo a medio hacer
La evacuación de la embajada estadounidense en Libia es el último capítulo de esta crisis sin resolver para la administración de EE.UU., que incluyó en 2012 el asesinato de su embajador en el país, Chris Stevens. En 2011, Estados Unidos y sus aliados en la OTAN utilizaron fuerzas aéreas para bombardear a las fuerzas gubernamentales y favorecer que los rebeldes libios alcanzaran la victoria frente a Gadafi.
Sin embargo, tras esa intervención, la OTAN se retiró del país, dejándolo «descabezado» y sin apenas instituciones. Durante los años de gobierno del coronel Gadafi, el militar concentraba en su persona todos todos los poderes, gobernados a su arbitrio, por lo que con su caída el país se encontró sin Estado y sin Instituciones, a merced de las distintas milicias armadas surgidas durante la revolución.
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