EFE.- Las viñetas antibelicistas del holandés Louis Raemaekers (1869-1956) empezaron a publicarse hace justo un siglo, en agosto de 1914, y su efecto propagandístico fue tal que el kaiser puso precio a la cabeza del dibujante mientras que los presidentes Roosevelt y Wilson lo recibieron como invitado.
Una selección de 206 de las 500 viñetas que Raemaekers publicó en la prensa de la época durante la Primera Guerra Mundial (1916-1919) ha sido publicada este verano, coincidiendo con el centenario del comienzo del conflicto, por la editorial jiennense Ginger Ape.
En edición de Rubén López Conde, el álbum, titulado “Historia en viñetas de la Gran Guerra”, consta de casi cuatrocientas páginas en las que las viñetas seleccionadas van enfrentadas con textos de la época de la más diversa índole, siempre alusivos al dibujo en cuestión, desde crónicas periodísticas hasta discursos de mandatarios, todos ellos traducidos por José María Matás.
De las viñetas de Raemaekers dijo el presidente Roosevelt que fueron “la más poderosa contribución de un neutral a la causa de la civilización durante la Guerra Mundial”.
Y Rubén López Conde afirma en el estudio introductorio del álbum que los dibujos del holandés fueron “parte activa y determinante de la contienda, aunque no como héroe de las trincheras”.
Raemaekers denunció la agresión germana desde las primeras semanas del conflicto con alegorías de la Justicia vencida y abrumada y de la Muerte segando campos de hombres, como premonición de lo que se avecinaba, y más tarde retratando al ejército alemán como autor de crueldades y describiendo detalles técnicos, como los ataques de los primeros tanques en los campos de batalla.
Los dibujos de Raemaekers iban “cargados de sátira y desdén, rebosantes de acusadora crueldad o despiadada denuncia, palpitantes de rabiosa aflicción o emotiva ternura y siempre indefectiblemente impactantes”, según López Conde.
Prueba del impacto de los dibujos fue que el periodista berlinés Maximiliam Harden escribió que les habían “hecho más daño en el mundo que cualquier otra forma de propaganda”, mientras que el periodista inglés Francis Stopford dijo que habían “valido al menos dos ejércitos a los aliados”.
El ya entonces Premio Nobel belga Maurice Maeterlink definió a Raemaekers como “guardián de la justicia”, mientras que el Gobierno alemán, además de poner precio a su cabeza, instó a las autoridades holandesas a perseguirlo y juzgarlo por poner en riesgo la neutralidad de Holanda.
La actitud alemana contra el dibujante fue tan beligerante que un periódico germano escribió en su editorial: “Después de la guerra, el gobierno alemán ajustará cuentas con Holanda, y por cada calumnia, por cada caricatura de Raemaekers, exigirá su pago con los debidos intereses”.
Con las viñetas y caricaturas del holandés, durante los años de guerra, se hicieron exposiciones en casi todos los países occidentales, dos de ellas en España, donde suscitaron polémica, ya que se encontraron con el rechazo de los carlistas, germanófilos apasionados.
El éxito de los dibujos hizo que del álbum “Raemaekers Cartoons”, editado en 1916 por una editorial británica, se tradujera simultáneamente a 18 idiomas, entre ellos el español, el catalán y el euskera, además del árabe.
López Conde asegura que la fuerza de las viñetas de Raemaekers está en sus “creencias sinceras” y su “germanofobia acendrada”, y que su éxito y el impacto de sus dibujos se explica en “sus méritos artísticos, amén de los humanos” que convirtieron al dibujante holandés en “uno de los grandes referentes morales y estéticos de aquel mundo en conflicto”.
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