EFE. Al lado de los enormes esqueletos de dinosaurios del prestigioso Museo de Historia Natural de Washington, conviven miles de insectos de los más diversos tamaños que no se han colado en el edificio sino que son también protagonistas de uno de los lugares más visitados de la capital estadounidense.
El “Zoológico d de Insectos” del museo, creado en 1974, es el más antiguo de EU. y cuenta con algunos de los especímenes más buscados por los coleccionistas: las cucarachas más grandes del mundo, gusanos de un verde fosforescente o tarántulas de todos los rincones del mundo.
“Amamos a los bichos y queremos que la gente se conecte con los insectos”, relata con pasión Dan Babbitt, gerente del “Zoológico de Insectos”, mientras deja que una tarántula rojiza de casi un palmo de tamaño trepe por su brazo.
Una de las actividades favoritas de Babbitt son las llamadas sesiones de alimentación de estas arañas peludas y mucho “menos peligrosas de lo que cuentan las películas”.
Es sorprendente ver en un museo, donde habitualmente se contemplan seres inanimados y objetos fascinantes del pasado, la frenética actividad de las hormigas, escarabajos, arañas, mariposas, polillas, termitas, orugas o saltamontes.
Especialmente, en la llamada sala de las mariposas, donde más de 60 especies de todos los colores vuelan con tranquilidad entre las flores, se posan sobre las cabezas de los visitantes asombrados o dedican un tiempo a reponer fuerzas desplegando sus asombrosas trompas para disfrutar de la comida que más les gusta: la fruta.
“Les encanta la fruta, y mejor si está un poquito viejita y fermentada, por eso a veces puedes verlas volar un poquito borrachas”, explica entre risas a Efe Rosa Pineda, educadora del pabellón.
Sobre un melón y una piña varias mariposas Búho y Morfeo azul de Centroamérica disfrutan del banquete, mientras otras Monarca sobrevuelan el salón, aclimatado permanentemente para replicar la temperatura y humedad de las selvas tropicales.
Pero los empleados no solo se dedican a mostrar a los visitantes las maravillas de la entomología, en el museo también trabajan científicos con la misión de evitar la entrada de especies invasoras que puedan poner en peligro el equilibrio de flora y fauna del país.
El Museo de Historia Natural de la Smithsonian Institution cuenta con casi dos centenares de científicos de todas las disciplinas que trabajan en la institución aprovechando los recursos y ofreciendo una utilidad práctica a la enorme cantidad de conocimiento.
Tras las salas de exhibición, se encuentran las oficinas y almacenes donde trabajan los investigadores del departamento de entomología rodeados de millones de ejemplares de todo tipo de insectos, pulcramente organizados, catalogados y pinchados con los tradicionales alfileres en los cajones.
Es el caso de la doctora en entomología de origen nicaragüense Lourdes Chamorro, empleada por el Departamento de Agricultura de EE.UU. para revisar cualquier insecto que llega a los puertos del este del país y constatar que no forma parte de una de estas peligrosas especies.
Experta en gorgojos, Chamorro recuerda cómo la reciente llegada del “barrenador esmeralda del fresno”, un diminuto escarabajo verde asiático que provocó graves problemas en los bosques de fresno en Estados Unidos y Canadá, le obligó a viajar hasta el sudeste asiático para rastrear los orígenes de la diminuta amenaza verde.
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