EFE.- El bimilenario de Augusto, el primer emperador de Roma fallecido hace 2.000 años, llega a su fin con una exposición que repasa los cambios que el pontífice máximo hizo en el calendario, en el que encontró un aliado para gobernar la ciudad.
Bajo el título “Revolución Augusto. El emperador que reescribió el tiempo y la ciudad”, la muestra reúne en el Museo Romano hasta el 2 de junio una veintena de esculturas relacionadas con los días que decidió hacer festivos quien fue testigo del fin de la sanguinaria República, sistema de gobierno que precedió a su Imperio.
Augusto modificó en el año 8 a.C. el calendario vigente por entonces, que había fijado en el 45 a.C. su antecesor y tío abuelo Julio César y que solo reconocía como días festivos las fiestas religiosas, a las que el nuevo emperador añadió celebraciones personales.
La semana en el calendario establecido por el emperador tenía ocho días, numerados con las letras de la A a la H y que terminaban con un noveno día festivo “nundina” o día del mercado.
El emperador siempre respetó estas festividades dedicadas a divinidades pero a ellas sumó otros días festivos relacionados con su propia vida, como un día para conmemorar el apelativo “Augusto” (16 de enero) o su matrimonio con Livia, su tercera y más amada mujer (17 de enero).
Quiso con esta nueva medición del tiempo darse a conocer como “princeps”, título que ostentó tras el paso de República a Imperio, un cambio de gobierno para el que encontró en el calendario un elemento propagandístico.
Así, hizo festivos los días en los que ganó las batallas que resultaron decisivas para expandir el Imperio, como la de Accio, o la fecha en la que fue coronado y que la gente pasó a conmemorar.
Con estas modificaciones, Augusto reorganizó no solo la ciudad desde la que gobernaba, Roma, sino el estilo de vida de todo el Imperio, al que hizo celebrar nuevos ritos y dio a conocer la figura del emperador.
Con una práctica tan sutil como señalar días festivos, el emperador instaba a la gente a celebrar ceremonias en espacios ciudadanos y monumentos públicos, una práctica que creaba lazos de unión en un recién estrenado Imperio.
Se trata de una idea que enlaza con la mentalidad de un personaje histórico que puso fin a la guerra e hizo de Roma la capital del arte y la literatura y quien vio en el calendario un elemento propagandístico para crear adhesión a través de celebraciones.
La superintendente del proyecto, Mariarosaria Barbera, destacó que Augusto, además del Imperio, “gobernó el tiempo”, al que condicionó con una unión entre las fiestas públicas que ya estaban señaladas y acontecimientos relacionados con su propia familia.
“Crea una unión indisoluble entre la familia imperial, que vivía en el palacio Palatino, y la vida pública de los habitantes del Imperio”, explicó.
“Una operación política genial”, describió Barberá, con la que Augusto consiguió “organizar la ciudad e introducir el poder público en el ámbito privado”.
La comisaria de la exposición, Rita Paris, incidió en este “singular poder” del primer emperador romano de controlar el tiempo y de “planificar la vida de los ciudadanos”, que consultaban el calendario para organizar su día a día.
De esta manera, “Augusto transformó la ciudad de Roma en una gran familia” que compartía rutinas y celebraba los días festivos en lugares públicos, según explicó Paris.
La muestra culmina la explicación del calendario con un verdadero viaje en el tiempo a través de una pantalla multimedia que permite a los visitantes conocer la familia de Augusto a lo largo de los años.
Este árbol genealógico digital busca que el público comprenda a través de ella los personajes históricos, para adentrarse en las relaciones políticas y familiares de sus vidas.
Con esta exposición, la capital italiana cierra el programa de eventos celebrados para conmemorar la muerte al emperador, que tuvo su evento más espectacular en la proyección “Foro de Augusto. 2.000 años después”, una reconstrucción de este espacio con proyectores láser.
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