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El día de ayer, cerca de 1 millón 310 mil poblanos salieron a las casillas para definir su voto en una elección intermedia que no causó impacto en la ciudadanía ante el hartazgo generalizado contra los partidos políticos. Este hartazgo se vio reflejado con la participación de sólo el 30% del padrón electoral, puesto que Puebla cuenta con 4 millones 366 mil electores.
A pesar de que la excusa del INE sobre la escasa participación ciudadana en este tipo de comicios se mantiene en que las elecciones intermedias presentan los niveles más bajos de votación, es evidente que la clase política se encuentra desconectada de las necesidades sociales. En todo el país se presentaron incidentes relacionados con el crimen organizado o grupos de choque a favor de uno u otro partido.
En el estado de Puebla, el proceso electoral cobró una factura alarmante por los dos coordinadores de campaña del PRI asesinados, los siete estudiantes de la BUAP detenidos por explotar tres bombas molotov en edificios públicos y por el secuestro del hijo de una coordinadora del PRD. A ésto le sumaríamos los hechos ocurridos en San Martín Texmelucan y los otros focos rojos que no fueron denunciados.
Si bien es cierto que lo ocurrido es apenas minúsculo frente a otros estados como Veracruz, Guerrero y Oaxaca, los poblanos han comenzado a exigir mayor seguridad pública a los gobernantes frente al incremento de asaltos, homicidios e incluso presencia de narcotraficantes en la zona. Acontecimientos que generalmente son ocultados por el gobierno estatal para evitar el desprestigio por parte de los ciudadanos hacia su proyecto presidencial.
Un proyecto que hoy tambalea ante el triunfo del Bronco en Monterrey, ya que la figura de los candidatos independientes sin duda mantendrá un crecimiento en el grado de aceptación social pese a que los partidos políticos se resistan a este tipo de candidaturas. El gran reto para el Bronco se deslumbra en implementar sus estrategias y planes de trabajo en coordinación con las fuerzas políticas y empresariales opositoras, cosa que mantiene atentos a sus rivales.
Para el 2018 el panorama ha cambiado, la debacle del PAN a nivel federal sigue sin detenerse y la involución política del PRI lo convierte en el blanco más proclive de ataques. Las izquierdas decepcionaron por su falta de acuerdos, tanto PRD, Morena y Movimiento Ciudadano fallaron en su obligación primaria de llamar al voto; tal parece que Andrés Manuel López Obrador es un líder aislado incapaz de trasladar los votos a su partido.
Esta elección en la que sólo participó el 47% del padrón electoral a nivel nacional, nos dejó nuevamente con bultos de propaganda, actos de corrupción por encima de la ley, candidatos sin propuesta ni voluntad política para representar a sus electores y un sinfín de problemáticas que se agravan al pasar de los años ante la inminente crisis económica que se aproxima. Sólo debemos recordar que el pasado fin de semana el dólar alcanzó su precio más alto con 16 pesos y mientras eso ocurría, el acarreo masivo de votantes volvió a ser un elemento crucial para los partidos. Miles de ciudadanos o líderes de colonia vendieron su voto contribuyendo a la corrupción, el crimen organizado y a la consolidación del gobernante en turno, así que en lo que nuestros políticos invertían millones de pesos este domingo en actos de coptación, el sistema económico empezaba a resquebrajarse. Esperemos que en los próximos meses aquellos que vendieron su voto no le reclamen a sus compradores la falta de empleos o apoyos gubernamentales, porque para ese momento la decisión estará tomada.
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