SinEmbargo. Científicos mexicanos encontraron una forma de tratar el mal de Parkinson, que contrarrestaría los efectos negativos de esta enfermedad hasta en un 85 por ciento y podría resultar en el tratamiento más barato que exista hasta la fecha, si se logran pasar con éxito las siguientes etapas de evaluación.
Patricia Vergara Aragón, una de las dos investigadoras del proyecto conjunto entre la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), explicó en entrevista a SinEmbargo que la idea del proyecto surgió con el propósito de encontrar una solución a la enfermedad de Parkinson, que aún no tiene un tratamiento eficaz.
El padecimiento es un trastorno del movimiento del cuerpo que se genera cuando el cerebro deja de producir una cantidad suficiente de dopamina, un neurotransmisor que ayuda a las funciones motrices.
El trabajo científico que empezó en el 2006 desarrolló finalmente la forma de suplir este neurotransmisor en ratas, que tiene como dificultad una rápida alteración para ser conservado. “La dopamina es una molécula inestable, eso significa que se oxida muy fácil”, dijo.
Con esa misión, Guadalupe Valverde Aguilar, la otra doctora líder de este trabajo realizó los primeros intentos de buscar un recipiente que pudiera alojar la dopamina sin que perdiera su composición.
En un inicio, se intentaron utilizar distintos materiales cerámicos, lo que llevó a la conclusión de que el mejor era el dióxido de titanio. El uso de esta material les permitió a las científicas, gracias a distintas pruebas in vitro, comprobar que la duración de la dopamina se alargaba. Mientras que anteriormente el neurotransmisor se oxidaba entre dos y cinco minutos, ambas mujeres lograron conservarlo durante seis meses, un nuevo record global.
Una vez subsanado este asunto, Vergara implantó este líquido en las ratas con Parkinson. El resultado las sorprendió. Una vez despiertas las ratas recuperaron sus funciones motrices, el hambre y su vitalidad. “Pero el implante no duraba mucho tiempo estable, sino de 3 a 6 meses, dependiendo de la dosis”, recordó investigadora de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Para superar dicha barrera, las especialistas decidieron valerse de un éter de corona, un compuesto químico que le dio a la dopamina que ya utilizaban la protección suficiente para durar dos años en el cerebro de las ratas.
“Esperamos que esto sea posible también en humanos. Se trataría de inyectarles una dosis proporcional de acuerdo al tamaño y peso de las personas”.
Al momento las científicas ya tienen una larga lista de personas que esperan ser atendidas con este novedoso tratamiento. Pero, no incursionarán en individuos hasta que hayan pasado más pruebas que validen su seguridad. De esta forma los siguientes exámenes se harán el próximo año en primates, que en la escala filogénetica se asimilan más a los humanos.
“Si funciona en las ratas, no necesariamente va funcionar en los humanos, aunque esperamos que sí”, explicó Vergara, quien agregó que a raíz de los exámenes en los monos pasarían a hacer las siguientes pruebas en personas.
Nuevos retos, por ejemplo, en cuanto a la presentación de este tratamiento están por definirse. La aplicación de dopamina no es fácil de encapsular, de acuerdo con la autora de la investigación. Y por el contrario, en el caso de las precursores, que son fármacos utilizados para elevar los niveles de dicho neurotransmisor, la especialista afirmó que aún no han podido solventar el Parkinson, por perder su eficacia en el tiempo.
“Lo que pasa que la dopamina si la damos en pastillas se oxida en el tubo digestivo gracias a las enzimas y a los ácidos que se producen para degradar los alimentos, y ya no llega al cerebro”. Por lo que la opción seguiría siendo inyectar el líquido.
De concretarse el objetivo de llevar estos avances de la ciencia al servicio de los pacientes, la especialista espera que también otorguen precios más accesibles.
Un tratamiento que ha ganado auge para tratar el Parkinson es el de los neuroestimuladores, que son dispositivos implantados quirúrgicamente que administran la estimulación eléctrica en el cerebro, similar al utilizado como marcapasos en el corazón. En México, el costo de este tratamiento es de 800 mil pesos, sumado a los gastos de la cirugía, mientras que por otro lado, la terapia que ambas científicas proponen tendría costos accesibles a la población. “Proponemos implantes que son muy económicos, y que cuestan exagerando 500 pesos”, estimó Vergara.
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