Notimex. “Feliz aquel que lleva consigo un ideal, un Dios interno, sea el ideal de la patria, el ideal de la ciencia o simplemente las virtudes del Evangelio”, reza la lápida del químico francés Louis Pasteur, un vanguardista de la microbiología, que revolucionó la atención médica en el mundo.
A 120 años de su muerte, que se cumplen mañana, se le recuerda como uno de los hombres que más vidas ha salvado en el mundo, que aunque pudo haber sido un talentoso artista plástico pues poseía grandes dotes en el dibujo, decidió dedicar su vida a las ciencias y puso su tenacidad al servicio del desarrollo, bajo la premisa de que “el azar sólo juega a favor de una mente preparada”.
Louis Pasteur nació el 27 de diciembre de 1822. Hijo de un sargento de las guerras napoleónicas que creció amando a Francia con pasión.
De acuerdo con sus datos biógrafos, aunque sus maestros alentaron su lado artístico su padre siempre consideró a la pintura como indulgencia, lo que lo hizo estudiar con tesón.
Un artículo electrónico de la prestigiada BBC de Londres, recuerda que Pasteur empezó su carrera en química con un empleo en la Universidad de Estrasburgo y pronto hizo un descubrimiento revolucionario: demostró que moléculas idénticas podían existir como imágenes espejo (o versiones “zurdas” y “diestras”).
Tenía 25 años de edad y ya había hecho lo que se puede considerar su contribución más profunda a la ciencia. Lo siguiente fue desmitificar la teoría de la generación espontánea, pues durante dos mil años la gente creyó que las enfermedades brotaban de dentro del cuerpo cuando los humores se desequilibraban.
El demostró que no era así, y demostró su teoría microbiana de la enfermedad, y aunque causó controversia, llevó al desarrollo de antisépticos y cambió la asistencia médica.
Su siguiente gran aporte fue en 1863 y tuvo que ver con la pasteurización, proceso que permitió salvar la industria vinícola francesa, pues descubrió que calentando el vino a 55 grados, mataba las bacterias que estaban echando a perder la producción, sin arruinar su sabor.
Dos años después rescata a la industria de la seda, gracias a su investigación con gusanos de sede y el aislamiento de organismos microscópicos que propiciaban enfermedad.
Empero, en 1868 su vida dio un giro, pues sufrió un derrame que paralizó parcialmente su lado izquierdo. Sus colegas montaron un laboratorio móvil para que pudiera trabajar en su lecho de enfermo. Pasteur había tenido cinco hijos, pero sólo dos sobrevivieron la infancia, en una época en que muchos niños morían por enfermedades infecciosas, lo que lo llevó a estudiarlas.
Se dice que las nuevas ideas de Pasteur sobre las enfermedades infecciosas lo llevaron a él y a su equipo a estudiar el cólera del pollo, que lo llevó a otro histórico descubrimiento.
Pasteur se había percatado de que las cepas debilitadas de una enfermedad podían ayudar a que los animales desarrollaran inmunidad contra ellas, lo que lo llevó a crear vacunas en el laboratorio.
El ántrax era fatal para los humanos y podía arrasar con poblaciones enteras de animales de granja. Quien pudiera prevenir la enfermedad no sólo salvaría vidas, sino que también se haría rico; poco después anunció la vacuna e inmunizó con éxito 31 animales.
Su trabajo lo llevó a desarrollar la vacuna contra la rabia en 1885. Tras años después fundó el Instituto Pasteur, que recibía donativos para financiar la investigación contra enfermedades infecciosas y producía vacunas que salvaron muchas vidas, incluidas las que creó contra la difteria.
Cuentan que Pasteur continuó dirigiendo el Instituto en París, pero su salud siguió de mal en peor; le sobrevivo otro derrame que empeoró su condición y finalmente murió a los 72 años, el 28 de septiembre de 1895.
Sus funerales fueron los de un héroe nacional. Enterrado en la catedral de Notre- Dame, aunque al año siguiente sus restos fueron llevados a una cripta especial en el Instituto Pasteur, donde también quedó su esposa, en 1910. Actualmente es uno de los iconos de la medicina en el mundo.
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