Muy Interesante.- Las farmacias venden muchos medicamentos creados para una dolencia que resultaron ser eficaces en otras insospechadas.
Curarse de una enfermedad o prevenirla tiene que ver, en la mayoría de los casos, con los miles de horas de investigación que hay detrás de un fármaco o una tecnología; en otros, con el ojo clínico del médico; y más a menudo de lo que creemos, con el azar. Las farmacias venden muchos medicamentos creados para una dolencia que resultaron ser eficaces en otras insospechadas. Estas sorpresas surgen al observar los efectos secundarios en los pacientes, o cuando alguien recibe un tratamiento para un mal que acaba sanándole de otro distinto.
Así pasó con la amantadina, un antivírico de los años 50 y 60. Joan Ramón Laporte, director del Instituto Catalán de Farmacología y asesor de la OMS, indica que “fue ineficaz contra la gripe, pero los afectados de párkinson que lo tomaban sufrían menos temblores, y se investigó como antiparkinsoniano”.
Los ejemplos abundan. Numerosos medicamentos que controlan la tensión arterial tienen su origen en una sustancia destructiva: la nitroglicerina, el compuesto usado por Alfred Nobel para inventar la dinamita en 1867. Sus efectos vasodilatadores se descubrieron en una fábrica de Nobel dedicada a su producción, donde los trabajadores, para sorpresa del médico que los atendía, no presentaban hipertensión.
El llamativo hecho tenía que ver con la nitroglicerina que aspiraban y absorbían cada día. Hoy sigue usándose para controlar la tensión y tratar problemas como el infarto de miocardio y la insuficiencia cardiaca.
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