Notimex. Taco o torta fue el dilema de Pedro Reyes que dio origen a un suculento libro de gastronomía que recupera no sólo lo mejor de la tradición tortera mexicana, sino también anécdotas y relatos que no son sino reflejo de la idiosincrasia mexicana.
En él, Reyes hace un antojable recorrido por los más emblemáticos establecimientos que coronan la supremacía de la torta por encima del típico taco mexicano, hablando de sus dimensiones y cualidades; porque las tortas, asegura, son lo mismo democráticas y populares, que sofisticadas y gourmets.
Frías o calientes, callejeras o no, coincide con Benito Taibo,en que “una torta bien hecha es la manera mexicana de demostrar, a nuestra muy barroca manera, ese deseo de tener al mundo entre las manos”.
El recorrido de Reyes es por la geografía capitalina, aunque también se da tiempo de mencionar algunas suculencias en el interior del país, como las guacamayas guanajuatenses o las cemitas poblanas.
Inicia en Tortas Don Polo, en Eje 7, cuyo secreto es la mantequilla derretida en la que se dora el pan; para seguir con las tortas Armando, en la esquina de Humboldt y Colón, donde comenzó todo, dice, y de donde recomienda la torta de pierna, acompañada por un buen vaso de chicha.
Coloridas fotos de exquisitos ejemplos de la vasta tortería mexicana acompañan el volumen en el que, además de anécdotas personales sobre su encuentro con las tortas, se incluyen materiales narrativos que en otro tiempo han sido escritos por avezadas plumas como la de Artemio del Valle Arizpe.
Las recomendaciones se extienden desde “El cuadrilátero”, de Luis Moya (Centro), donde el tamaño de los manjares son un reto para comensales que quieren salir sin pagar; hasta Bretón Rosticeros, en la Condesa, cuya carta de presentación es la porchetta y los panes con hierbas finas.
En esta selección no faltan las populares de tamal de Luis Ángel, en la colonia Ahorro Postal; o las de chilaquiles, en Alfonso Reyes (Condesa); las del Rey del Pavo, en la calle de Palma; o las del Recreo que desbordan inigualables con su pierna adobada horneada, queso Oaxaca, aguacate, cebolla, jitomate, acerite de oliva, orégano, crema y salsa de chile chipotle almendrado.
Con nombres de abolengo, como La Castellana, o populares como El monje loco, de Huipulco; de variedad culinaria como las de mariscos de La Barraca Valenciana, las tortas, dice la fotógrafa Andrea Tejeda, “… son amor. Los panes son la contención, el hogar, lo que alberga todo ese relleno que termina siendo pura cosa buena”.
Pedro Reyes es chilango nacido en 1985, el año del temblor que devastó la capital mexicana, pero no su ánimo y buen gusto por las tortas, que lo mismo disfruta acompañadas por un buen “orange crush”, que por un jarrito de piña, una agua de chicha o una buena cerveza.
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