AFP. El arte contemporáneo no sería el mismo sin la increíble influencia de Pablo Picasso sobre el siglo XX, tema de una gran exposición que se inaugura el miércoles en París sobre la dimensión mítica del genial español.
Presentada en el Grand Palais hasta el 29 de febrero, “Picasso.manía” promete ser de aquellas exposiciones que atraen a cientos de miles de visitantes, no por presentar obras poco conocidas sino por la forma original y audaz de hacerlas dialogar.
De las naturalezas muertas cubistas a los esbozos y copias de “Las señoritas de Aviñón” –el original quedó en el MoMA– pasando por el “Guernica” o cuadros de la vejez, la muestra presenta todas las etapas creativas del malagueño (1881-1973).
Está organizada en torno a tres momentos de la obra de Picasso, el cubismo, los años 1930 y las obras tardías.
Hace siete años, el Grand Palais había dedicado un esfuerzo equivalente a detectar las numerosas influencias que recibió Picasso, conocido por la variedad de sus fuentes de inspiración.
Esta vez el hilo conductor es al contrario la influencia que ejerció sobre sus contemporáneos y la posteridad, como David Hockney, Roy Lichtenstein o Andy Warhol.
La exposición fue montada por la nieta del maestro español, Diana Windmaier-Picasso, Emilie Bouvard, del Museo Picasso de París y Didier Ottinger, del Centro Pompidou.
Imágenes de video en pantallas múltiples de Hockney hacen eco al cubismo del español y su exploración de un espacio polifocal.
Hay herederos inesperados de “Las señoritas de Aviñón” o del “Guernica” –también ausente–, una lectura histórica por el cineasta serbio Emir Kusturica, o la gravitación del cuadro presente en la ONU cerca del Consejo de Seguridad a través de una copia bajo la forma de un tapiz.
-El Mickey de los museos-
El postulado fundamental de la muestra es difícil de rebatir, incluso por aquellos que critican la dimensión “people” del prolífico artista, estrella mediática de la posguerra: Picasso ejerció una influencia determinante en la creación artística de Occidente en las dos décadas posteriores a su muerte.
Sus pinturas tardías inspiran a una generación que florece una década más tarde en los años 1980, como Georg Baselitz, Jean-Michel Basquiat o Julian Schnabel.
¿Como hacer para que un ejercicio tan abarcativo no se convierta en una muestra caótica e indigesta?
Ottinger explicó que se evitó caer en la trampa de una atomización, optándose por desarrollar las influencias más significativas.
Probablemente también gracias a la coherencia en la forma de disponer las 400 obras y sobre todo al hilo conductor de las 120 de Picasso, presentadas en función del recorrido que él mismo había decidido en retrospectivas anteriores a su muerte.
La exposición aborda de lleno la imagen de Picasso como ícono cultural, que superó lo estrictamente artístico.
“La imagen de Picasso no es solamente la del artista genial, sino también una imagen pública, a veces compleja y aplastante”, comentó Didier Ottinger.
De entrada el visitante se topa con un muñeco sobredimensionado de Picasso, realizado para el MoMA por el italiano Maurizio Cattelan y que presenta al artista en remera marinera. Otra sala muestra su influencia en el cine, desde Jean-Luc Godard a Woody Allen, pasando por François Truffaut o Alfonso Cuarón.
“La idea de Cattelan era significar que Picasso, para un museo de arte moderno como el Moma, tal vez sea lo que Mickey para un parque de atracciones”, explica Ottinger. “Tal vez sea una crítica sobre el devenir de los museos y de las instituciones culturales, pero también fundamentalmente sobre el lugar que ocupa Picasso, cuya personalidad excede la dimensión artística”.
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