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En la vida normalmente es difícil hablar sobre ciertos temas por el roce de sentimientos que pueden generarse entre las personas, uno de esos temas es el de la izquierda en México o particularmente, el de Andrés Manuel López Obrador. Desde hace unos años, la sociedad se ha dividido de forma tajante por las corrientes políticas o por las figuras públicas que intentan someter a los ciudadanos mediante un falso discurso.
Si algo ha hecho AMLO tras reflectores, es idealizar su figura de héroe y ocultar el lado tiránico que gran parte de los tabasqueños conoce. En diversas ocasiones se ha comprobado un enriquecimiento ilícito por parte del líder de Morena, no sólo en aquellas épocas que se le retiró el fuero o cuando a su chofer Nicolás Mollinedo fue acusado de realizar los trabajos sucios para el peje. Esa credibilidad que le otorgó el privilegio de posicionarse en las elecciones presidenciales como candidato, tambalea constantemente frente a la opacidad con que se desenvuelven AMLO y sus secuaces, entre ellos Ricardo Monreal.
Con la desaparición de los 43 normalistas, se discutió en demasía si José Luis Abarca tenía la bendición de Obrador para operar a diestra y siniestra en su administración. Las declaraciones del tabasqueño negaron cualquier tipo de vínculo o nexo con el exalcalde pero eso sólo sería la punta del iceberg. En los comicios pasados, se publicaron grabaciones de llamadas entre Monreal y Néstor Núñez, hijo del gobernador de Tabasco sobre un desvío de recursos millonarios que ponía en el foco nuevamente al líder de Morena.
Lo curioso de todo esto, es que nadie parece interesado en desmenuzar la figura política de Andrés Manuel. Si alguien se atreve a tacharlo de populista una retafila de seguidores saldrá en su defensa y si algún soñador iluso decide mostrar su empatía, probablemente un sinfín de personas criticará su postura hasta llegar a los insultos o golpes.
La polarización ciudadana es justo lo que ha logrado Obrador en su trayectoria nostálgica de participación democrática, una donde ha fracasado en la mayor parte de sus contiendas o cargos. Hay que recordar que tras su salida del gobierno del Distrito Federal, la ciudad estaba desecha económicamente y empañada por la corrupción y falta de transparencia ante la negativa del PRD de crear mecanismos ciudadanos que vigilaran su administración.
Son pocos los que saben a qué se dedica realmente AMLO y si su causa social tiene todavía algún tinte de honestidad. Nada resta de aquel hombre que se paseaba en un Tsuru y presumía su austeridad, hoy sólo vemos una figura populachera que detrás de la manga maneja millones de pesos en influencias políticas. Con el ascenso de su incondicional Nicolás Mollinedo (antes chofer) a jefe de limpia en la delegación Cuauhtémoc, la percepción sobre las izquierdas puede cambiar otra vez y dejarnos con la incertidumbre de qué es este grupo que no refleja los valores de una oposición.
Sería más fácil hablar de lo que uno es y no de lo que suponemos que es. La figura de AMLO debe de ser observada y analizada desde un nuevo enfoque, no sólo es menester hacerlo por la situación política sino para entender mejor a la élite que tanto opina.
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