Notimex. Perteneciente a una generación en la que los sentimientos, emociones, alegrías y tristezas viajan en el ciberespacio y ya no en papel, Wilberth González Córdova resalta la importancia del oficio de cartero que en pleno siglo XXI, cumple aún, contra lo que pudiera suponerse, una misión importante.
Hombre, cuya historia familiar ha girado alrededor del Servicio Postal Mexicano (Sepomex), sostiene que ni el correo electrónico, ni redes sociales han puesto en riesgo el oficio que comenzó a desempeñar iniciando el presente siglo 2000.
Apuntó que también le ha dejado sustos como ser perseguido por canes furiosos en caminos de terracería, y satisfacciones como su compañera de vida y sus hijos.
Pero, González Córdova, de 35 años, reconoce, en el marco del Día del Cartero que se conmemora hoy, que sí ha percibido cambios en su trabajo, sobre todo en la manera en que la gente, sobre todo los mexicanos, se comunica entre sí.
“La gente no escribe ya a mano, no se mandan cartas, eso lo hemos visto en los últimos años, han perdido la costumbre de hacerlo y sí influye el correo electrónico; también vemos que llegan cartas personalizadas del extranjero, que son más frecuentes que las que circulan dentro del país.
“El internet ha influido, es más fácil enviar mensajes por correo electrónico o por whatsaap, aunque la carta tiene implícito el factor emoción; y sí, la gente aún se emociona, sobre todo la gente mayor”, explicó.
Entrevistado por Notimex en una de las alrededor de 10 oficinas que el Sepomex tiene en Mérida, el atento empleado afirma que “bendito sea Dios, nuestro oficio no se acaba, siempre hay algo qué recibir y procurar que llegue a su destino”.
Aclaró que si no se trata de cartas, tienen que entregar estados de cuenta, recibos telefónicos y paquetería certificada que en gran cantidad viene de China.
También agregó que las nuevas generaciones de mexicanos aún se involucran con el correo convencional, incluso la nacida en el siglo XXI, pues niños, acompañados de sus padres, llegan a las oficinas del Sepomex a enviar cartas a sus propios compañeritos de escuela como parte de tareas escolares.
Las personas adultas no olvidan al cartero del que incluso, según González Córdova, conocen sus códigos de comunicación, como un sólo silbido en bajo tono para avisarles de su llegada y de que han recibido un envío, o bien, uno intenso, por el que deben de entender que necesitan salir a recibirlo personalmente y firmar.
Orgulloso, mas no engreído, el empleado postal dice que si bien hoy día muchas personas entregan mensajería y paquetería, no todos pueden llamarse cartero, estatus que le otorga un plus a esta actividad, pues los integrantes de su gremio ofrecen un servicio más personalizado.
“Hoy día hay, sobre todo en estas épocas en las que existe la costumbre de gratificar al cartero al conmemorarse su día, muchos mensajeros o empleados de empresas del ramo se dicen carteros, pero no solo no lo son, desconocen el trabajo en todos sus aspectos.
“Nosotros -enfatizó-, tenemos un trato especial con el usuario, no lanzamos la carta o el paquete al jardín, y nos vamos enseguida para seguir dejando mensajería por quizás ganar más dinero por envío dejado”.
Aclaró que los carteros depositan la entrega en el buzón, hay hasta la costumbre de conversar un momento con las personas de las que incluso se hacen amigos y hasta conocen a las segundas generaciones de sus familias.
“La entrega de mensajes, envíos, paquetería es un buen negocio, es una actividad muy necesaria y si no lo fuera, no habrían tantas empresas del ramo y tampoco seguiría habiendo un servicio postal con mucho trabajo como todavía lo hay”, expresó.
Con 15 años en el servicio, González Córdova, hijo de un cartero, calcula que en su ruta, la cual tiene desde hace 12 años y que comprende la colonia García Ginerés, entrega diariamente entre 200 y 300 envíos postales, lo cual, por el conocimiento preciso de la zona, realiza en unas cuatro horas.
Su trabajo no termina allá, pues debe regresar inmediatamente a la oficina para entregar recibos de correo certificado, devolver paquetes no entregados y por los cuales se hizo responsable al firmar en su recepción.
Así como clasificar correspondencia para el día siguiente, la cual deja en una “pichonera”, una especie de caja de seguridad, de la cual la saca al día siguiente para su entrega.
Su jornada diaria, de poco más de ocho horas, comprende del lunes al el sábado cuando sólo labora cuatro horas, para después ir a su casa, no a descansar, sino a quitarse el uniforme y dirigirse a un trabajo similar, mas no igual, al que él le da un plus por su experiencia de cartero: Repartidor de comida en un restaurante.
Su condición de padre de familia, de tres hijos, “dos varones y una nena” no le deja otra opción, pues si bien lo que gana como cartero cubre de manera digna sus necesidades y las de su familia, una entrada económica extra nunca está de más.
Su experiencia e involucramiento con el servicio postal le ha llevado a tener muchas experiencias desde niño, “pues nací en el correo”, hasta ya siendo un funcionario postal, como le sucedió cuando en sus inicios debió laborar en la oriental ciudad yucateca de Tizimín, a unos 170 kilómetros de la capital yucateca.
Allá, en una ocasión, al entregar correspondencia en una casa adyacente a un rancho, en la localidad de Colonia Yucatán, un par de perros de raza, de buen tamaño y furiosos se brincaron la barda y lo persiguieron.
Casi sin darle tiempo de subir a su bicicleta en la que con apuros y haciendo milagros de equilibrio en un camino de terracería, libró las fauces de los canes a los que, enojado, ya de lejos, lanzó piedras.
Pero Tizimín tiene también un grato recuerdo para él, pues fue allá donde conoció a quien sería su novia, su esposa y madre de sus hijos con la que desde hace años vive en Mérida, donde piensa dedicarse el reto de su experiencia al oficio de cartero en el Sepomex, donde tres de sus hermanos también trabajan.
En entrevista aparte, el encargado del centro de reparto de la oficina postal del centro de Mérida, Juan Uicab Peraza, estimó que en Mérida hay unos 90 carteros que cubren las necesidades de esta ciudad de alrededor de un millón de personas.
Hay carteros también en el interior del estado en ciudades como Kanasín, Valladolid y Tizimín.
En los municipios en los que no hay oficinas del Sepomex, los alcaldes se hacen cargo de atender las necesidades postales con personal de apoyo que reciben la encomienda, que gente como Wilberth González y muchos otros de sus colegas realizan a diario en Yucatán y en el resto de México.
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