Notimex. Aunque cuentan que vivió gran parte de su vida recluida en casa, eso no impidió a Emily Dickinson conocer de la vida y mucho menos abordar en su literatura temas universales como el amor, la muerte o la inmortalidad.
Siempre fue una mujer atípica, que en algún momento de su vida decidió que quería estudiar y cultivarse, no obstante que creció en el seno de una familia muy puritana y religiosa, que veía para ella otro destino.
Cuentan sus biógrafos que vio la primera luz el 10 de diciembre de 1830, en Amherst, Massachusetts; donde vivió con su hermana Emily y su hermano William, como había correspondido a ocho generaciones anteriores.
Estudió en la academia de Amherst y en el seminario femenino de Mount Holyoke, South Hadley, en Massachusetts, pero a los 30 años decidió retirarse de la sociedad para vivir encerrada en su casa, casi sin contacto con el exterior, con excepción de ciertas relaciones epistolares con algunos amigos.
Quienes se han ocupado de sus biografías especulan que la razón de su exclusión puede estar relacionada con su nula vida sentimental, pues en ella se cuentan sólo amores no correspondidos como el redactor del periódico Republicano Springfield, Samuel Bowles, a quien la autora dirigió muchos de sus escritos.
Cuentan que la primera figura de la época en darse cuenta de su valía como poetisa fue el clérigo y escritor Thomas Higginson, quien no obstante reconocer su genio le aconsejó no publicar su obra, porque iba en contra de las convenciones literarias de la época.
Hizo caso omiso y escribió bastante, pero cuando murió, el 15 de mayo de 1886, solamente habían sido publicados siete de los casi mil 800 poemas que dejó escritos.
Su obra completa se daría a conocer hasta 1955, gracias a la investigación de Thomas Johnson.
Se sabe que la primera compilación y edición de su trabajo fue realizada por su hermana Leviana, quien se dedicó a corregir y reescribir sus poemas durante cinco años, de 1891 a 1896. A pesar de sus imperfecciones editoriales, este primer volumen se consolidó como un éxito en aquella época.
Por otra parte, a principios del siglo XX, Marta Dickinson Bianchi, sobrina de la poetisa, transcribió y publicó una segunda edición de sus trabajos.
Sin embargo, uno de los problemas de ambas antologías es que eliminaron su uso característico de guiones que expresaban la intensidad de sus sentimientos, así como el ritmo y fuerza de su pensamiento.
Fue hasta que Jonhson se dio a la tarea de recopilar los textos completos, que finalmente se ofreció una edición exacta con la puntuación y estilo tipográfico originales de la obra de una de las grandes influencias de la poesía.
De acuerdo con los conocedores de su obra, lo suyo fue una poesía muy original, a partir de una escritura seca y breve que, paradójicamente, alude a una gran cantidad de imágenes y metáforas que, de acuerdo con la crítica, derivan de su gran capacidad de observación e imaginación.
Sus trabajos llevan una fuerte influencia de la poesía moderna. Su empleo frecuente de metáforas, rimas, sustantivos y la métrica rota poco convencionales han contribuido a que sea considerada una de las escritoras más innovadoras de las letras estadounidenses del siglo XIX.
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