Notimex. Princesas, príncipes, villanos y hadas madrinas, entre otros seres imaginarios, son captados en los ballets, creaciones que llevan a los espectadores a un mundo de maravillas e imaginación, de las cuales las favoritas del público en el mundo son “El Cascanueces”, “El lago de los cisnes”, “La Cenicienta”, “Giselle” y “La sílfide y el escocés”.
Se trata de las coreografías más solicitadas por el público, amante y no amante del ballet, que compañías dancísticas de países como Rusia, Francia, Reino Unido, Alemania, Holanda y Austria, además por supuesto la Compañía Nacional de Danza de México (CND), poseen en su repertorio.
De acuerdo con información del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), “El Cascanueces” es un ballet clásico de la temporada decembrina, que es guardado en la memoria de todo el que lo ve debido a sus soldaditos de plomo y los ratoncitos.
Se basa en el libro “El cascanueces y el rey de los ratones”, publicado en 1816 por el escritor alemán Ernest Theodor Amadeus Hoffmann, sobre el cual Alejandro Dumas padre hizo una adaptación.
A partir de la última, en 1891 Marius Petipa propuso al compositor ruso Piotr Ilich Chaikovsky realizar un proyecto para llevar la obra como ballet a los escenarios. El primero y Lev Ivanov escribieron el libreto y la coreografía de la puesta que se estrenaría el 17 de diciembre de 1892 en el Teatro Marinsky de San Petersburgo.
En México se presentó por primera vez en el Auditorio Nacional en 1969, gracias al Ballet Clásico de México y la coreografía de Jorge Cano. En 1980, la Compañía Nacional de Danza del INBA estrenó la versión de Nina Novak sobre el original de Lev Ivanov.
El ballet está dividido en dos actos y cuenta la historia de la niña “Clara”, quien en víspera de Navidad recibe de su padrino “Herr Drosselmeyer” un cascanueces con figura de soldado, un regalo que provoca la envidia de su hermano “Fritz”.
Los menores se van a dormir y en sus sueños “Clara” se hace pequeña; de pronto se encuentra en una batalla entre ratones y un cascanueces, a quien ella salva. Él cobra vida y como agradecimiento la invita a visitar el país de las nieves.
“El lago de los cisnes” es uno de los ballets más conocidos y populares del mundo por su concepción, coreografía y música, la cual se debe a Piotr I. Chaikovsky.
Su estreno mundial sucedió en el Teatro Bolshoi de Moscú, en 1877, y paradójicamente no fue muy aceptado, pero en 1895, con una nueva coreografía, a cargo de Lev Ivanov y Marius Petipa, logró un gran éxito en el Teatro Marinsky de San Petersburgo.
En México, esta obra forma parte del repertorio de la CND desde 1977 y narra la historia de “Sigfrido”, un príncipe que al llegar a la mayoría de edad es invitado por sus amigos a una cacería en el lago cercano con el propósito de distraerlo de su indecisión para elegir consorte.
Se trata de un cuerpo de agua dominado por el brujo “Von Rothbart”, quien transformó a “Odette” en un cisne después de que ella lo rechazara sentimentalmente y sólo puede volver a su forma humana a la medianoche.
“Sigfrido” es testigo de esta transformación y se enamora de inmediato de ella, pero el brujo manda al cisne negro “Odile” para engañar al príncipe y rompa sus votos de amor por “Odette”.
El tercer favorito del público es “Cenicienta”, obra que está basada en el cuento de Charles Perrault y cuenta con el libreto de Albert Decomte y música de Fernando Sor. Su estreno ocurrió el 26 de marzo de 1822 en el King´s Theatre de Londres.
En 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial, se estrenó una nueva versión en la entonces Unión Soviética con música de Sergei Prokófiev, coreografía de Rostislav Zakharov e interpretado por la primera bailarina Olga Lepescinkaia, en el Teatro Bolshoi de Moscú.
México vio por primera esta obra en el Auditorio Nacional en 2010, con la coreografía de Sir Ben Stevenson, quien se compenetró directamente con la música de Prokófiev para contar esta historia que incluye “pas de deux” técnicamente difíciles, de acuerdo con la fuente.
La puesta en escena aborda la vida de “Cenicienta”, quien vive con su padre, su madrastra y dos hermanastras. Ellas le hacen la vida imposible, le dan trato de sirvienta y solo le proporcionan harapos para vestir.
El nudo de la acción sucede en el baile en palacio en el cual el príncipe elegirá consorte. Las hermanastras tratan de evitar que “Cenicienta” acuda pues saben de su belleza, pero gracias a un hada ésta llega al lugar, donde el sucesor al trono de enamora de ella.
Otro ballet es “Giselle”, obra producto de la inspiración del poeta, novelista y dramaturgo francés Pierre Jules Theóphile Gautier. La coreografía fue realizada por Jean Coralli y Jules Perrot, y la música, por Adolphe Adam.
La obra fue estrenada en 1841 en Francia. En la actualidad forma parte del repertorio de las grandes compañías de danza clásica del mundo, y a México llegó en 1964 y desde entonces la Compañía Nacional de Danza la tiene en su repertorio.
El argumento de “Giselle” está basado en la leyenda germánica de las “wilis”, espíritus de las jóvenes que mueren vestidas de novias antes de llegar al altar y que se aparecen a medianoche para llorar su pena y buscar venganza.
“La sílfide y el escocés”, de Terrence S. Orr, sobre la original de August Bournonville, con música de Hermann von Lovenskjold, es el último de los cinco ballets clásicos más aclamados en el mundo, cuyo estreno mundial se realizó el 12 de marzo de 1832 en la Ópera de París, y en México ocurrió en 1990.
A través de dos actos, cuenta la historia de “James”, un joven que planea contraer matrimonio con su prometida “Effie”. La mañana del día de su boda se le aparece en su casa una sílfide, ser etéreo de gran belleza de la que él se enamora y huye con ella, dejando a su prometida.
Pero “James” se sabe mortal y que la sílfide no, por lo que acude con una bruja para que le dé una solución, pero la hechicera está enamorada del escocés y la poción que le proporciona ocasiona la muerte de la sílfide, quedando él sólo con su pena.
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