Muy Interesante.- El nuevo estudio, realizado en el hospital Henry Ford de Detroit, pone el foco sobre una ventaja muy concreta de la vida activa: las probabilidades de supervivencia tras sufrir un primer infarto de miocardio. Se trata de un aspecto que no se había considerado antes, ya que sí son legión las investigaciones que vinculan el ejercicio y la disminución del riesgo de morir a largo plazo, ya sea por accidente cardiovascular u otras causas.
La investigación, publicada en la revista Mayo Clinic Proceedings, es parte del Henry Ford Exercise Testing Project y ha analizado en detalle los casos de 2.061 pacientes que tuvieron un ataque. Antes, todos habían sido sometidos a un test de esfuerzo, por lo que los investigadores sabían hasta qué punto hacían ejercicio. El resultado fue que los individuos más en forma tenían un 40% más de posibilidades de no fallecer durante el primer año tras sufrir el infarto. Aunque no sorprende, es la primera vez que se cuantifica estadísticamente esta tasa de supervivencia vinculada a la buena forma física. Ahora intentarán saber si los afectados en baja forma experimentan también más daño en su corazón.
Así pues, se confirma que la vida sedentaria es un factor de riesgo para los infartados tan relevante como el tabaquismo, la hipertensión o la diabetes, afirman los expertos del hospital Henry Ford. Porque mientras que el 50% de nuestra forma física se debe a los genes, la otra mitad está en nuestras manos. Una nueva razón para ponerse en movimiento.
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