Notimex. Con una mesa de trabajo en la que los directores escénicos Mauricio Jiménez, Lorena Maza, David Olguín, Sandra Félix y Rubén Ortiz comentaron la presencia de Ludwik Margules en el teatro del Siglo XX mexicano, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) concluyó el homenaje que durante dos días rindió al emblemático artista.
La presencia innegable de Margules (1933-2006) en el teatro contemporáneo, su dualidad y capacidad de innovación, así como los retos que las nuevas tecnologías y formas de comunicación presenta al teatro, fueron los temas abordados en la mesa “La puesta en escena en la era de la información: Globalización y redes”.
Celebrada anoche en el Teatro Julio dentro del ciclo “Ludwik Margules en el teatro contemporáneo mexicano, 1933-2006”, en ella los invitados coincidieron en que a Margules se le escuchaba decir, con regular frecuencia, “soy un enemigo de la multimedia en el hecho teatral”.
“Sófocles no necesita de multimedia y esas cosas”, puso en relieve el dramaturgo, David Olguín, quien junto a los también directores Jiménez, Maza, Félix y Ortiz trajo a la mesa recuerdos, evocaciones y anécdotas en torno al maestro Ludwik.
Se habló de la virtud visionaria y a la vez conservadora del creador, quien al llegar a este país decidió conquistar la nacionalidad, como lo citó Meza, asistente de Margules en los años 80.
“El maestro buscaba lo clásico en lo contemporáneo y viceversa. Por eso pienso que a él sí le encantaría hacer uso de las nuevas herramientas tecnológicas para crear y trabajaría con dramaturgos jóvenes, retomando las grandes obras clásicas de los griegos”.
Subrayó que las puestas en escena del también traductor y crítico, fueron grandes hitos en el teatro mexicano de la segunda mitad del Siglo XX, a través de los cuales mostró su capacidad de reinvención.
“Su montaje de ‘La trágica historia del doctor Fausto’, de Christopher Marlowe, con escenografía de Alejandro Luna, en Ciudad Universitaria, en 1967, fue un prodigio del uso de un dispositivo escénico con la tecnología de entonces”.
Por su parte, el maestro Mauricio Jiménez señaló que “retomar a Margules es enfrentarse con un cimiento del teatro mexicano”, y advirtió que el homenajeado concebía la práctica histriónica como “el arte de la presencia”, y al teatro como “una gran actividad, ajena al entretenimiento o la diversión”, la cual tenía que representar la actualidad y potenciar lo más profundo de las emociones humanas. El comentario fue celebrado por los presentes.
Al hacer uso de la palabra, la primera actriz y directora teatral Sandra Félix coincidió con Jiménez, y refirió que Ludwik buscaba transgredir y plasmar su tiempo en el escenario. “Era un cirujano excepcional, y su mirada el hábil bisturí que usaba para quedarse con lo esencial del hombre”.
Al respecto, los cuatro panelistas recordaron con gusto la disciplina y compromiso que Ludwik Margules imprimía a cualquier labor artística que realizaba.
Concluyeron al señalar casi al unísono que “la perfección de su trazo escénico siempre fue su mayor arma”, y expresaron que ese director “es muestra de que el teatro no es un arte efímero, pues su legado permanece hasta nuestros días”.
Con esa aseveración se dio por terminada la doble jornada de homenaje al director teatral mexicano por antonomasia.
Con más de 40 puestas en escena, Margules es considerado uno de los directores más representativos en el teatro contemporáneo mexicano, razón por la cual la Secretaría de Cultura Federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), a través de la Coordinación Nacional de Teatro (CNT), lo recordaron a una década de su muerte física.
Así, el pasado lunes y ayer martes se conmemoró al director de origen polaco con una exposición fotográfica y documental, mesas panel y una conferencia magistral en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.
Fue una suerte de reconocimiento a su trayectoria y legado, organizado en colaboración con Lydia Margules, hija del director, quien desde hace tiempo se erigió como la estratega en la organización del acto.
Ludwik Margules Coben fue director de teatro, cine, televisión y radio. Maestro fundador de varias instituciones educativas, crítico y ensayista teatral, se distinguió también por ser traductor de textos narrativos y dramáticos.
Estudió en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Varsovia y desde 1957 radicó en México, donde ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y luego a la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA.
En sus más de 40 puestas en escena, plasmó su experiencia y obsesión por el análisis de la conducta humana. Entre ellas, “A puerta cerrada”, de Jean Paul Sartre; “La estrella de Sevilla”, de Lope de Vega y “La trágica historia del doctor Fausto”, de Marlowe. Durante su carrera recibió diversos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, en 2003.
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