Notimex. Singular en el panorama internacional, el Museo Nacional de Escultura, en la ciudad de Valladolid, recoge lo más importante de la tradición escultórica española con una colección de intensa personalidad y con gran relación con América Latina.
La colección de este museo está formada por dos núcleos: el primero agrupa obras de género religioso en madera policromada de los siglos XIII al XVIII, y el segundo, el conjunto de copias artísticas de los siglos XIX y XX, procedente del extinguido Museo Nacional de Reproducciones Artísticas.
A pesar de su especialización en la escultura, la presencia de la pintura en la colección es significativa, con obras de maestros como Pedro Berruguete, Jorge Inglés, Pedro Machuca, Antonio Moro, Rubens, Zurbarán, Ribalta o Luis Meléndez, que favorece una mejor comprensión de la cultura artística española.
Hay, además, interesantes ejemplares de artes aplicadas y mobiliario, propias de un periodo en el que las fronteras entre las Bellas Artes y las Artes aplicadas no estaban delimitadas.
El Museo Nacional de Escultura tiene la singularidad de que el edificio que lo alberga fue la sede de la polémica de Bartolomé de las Casas, defendiendo los derechos de los indígenas, una de las piezas fundamentales de los derechos humanos, y del derecho internacional.
El museo también aspira a conocer y difundir la personalidad de su principal sede, el Colegio de San Gregorio, suma de su mérito arquitectónico y de su protagonismo en la historia de la cultura religiosa española.
Ubicado en varios edificios de gran valor, en el corazón histórico de la ciudad, conforma uno de los espacios urbanos culturales más singulares de España.
En entrevista con Notimex, la directora del museo, María Bolaños Atienza, señaló que “el museo es una singularidad en el panorama internacional, porque así como hay muchos museos de pintura y de otras especialidades, los museos solo de escultura son muy poco frecuentes”.
“Este es un museo que recoge lo más importante de la tradición escultórica española y eso le convierte en un museo, tanto por la belleza de su colección, por su originalidad, en un sitio de proyección internacional”, sostuvo.
La historiadora resaltó la relación estrecha del museo con el mundo latinoamericano porque la conquista americana fue en buena parte un proceso evangelizador, y por tanto las imágenes religiosas, católicas, se difundieron muchísimo en América Latina, a partir de las creaciones de los artistas hispanos.
El número de piezas que hay en el Museo Nacional de Escultura es de alrededor 250, aunque es muy difícil numerar porque hay retablos que no se sabe si considerarlos una pieza o un conjunto de 30 o 40 piezas.
Bolaños Atienza subrayó que hay una serie de grandes artistas especialistas en el tratamiento de la madera policromada, que son Alonso Berruguete, en la primera mitad del siglo XVI; Juan de Juni, en la segunda mitad de ese mismo siglo y luego ya en el Barroco artistas como Gregorio Fernández, Alonso Cano, Pedro de Mena, entre otros.
“Son artistas que cada uno de ellos va recogiendo los estilos de su época y llevándolos a su máxima belleza”, expresó.
La Semana Santa de Valladolid sería muy difícil de entender sin la colaboración del Museo Nacional de Escultura, pues éste presta más de 40 piezas para las procesiones, que constituyen las más antiguas y más valiosas.
“Es un proceso muy largo el de la colaboración con la Semana Santa y es un estado de excepción para el museo, porque lo que son obras de arte, se convierten en obras de culto y un espectáculo callejero, el arte sale a la calle y esto es muy poco frecuente en el mundo en general”, manifestó la directora del mismo.
Reconoció que hay una cierta polémica en torno a la legitimidad de este tipo de manifestaciones, pero es una tradición que es imposible de evitar.
El Museo Nacional de Escultura mantiene una colaboración estrecha con distintos museos latinoamericanos y con investigadores de esa región, y particularmente en el caso de México, recientemente prestó piezas al Museo Internacional Barroco, que abrió recientemente en Puebla.
El Museo Nacional de Escultura prestó en depósito, por cinco años, una serie de piezas, entre ellas esculturas de bulto, algún retablo, algunas de gran tamaño y otras más medianas.
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