El whisky salvó al panadero del Titanic

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Published on abril 14, 2016 with No Comments

1280px-rms-titanic-3Muy Interesante.- Según la historia, Charles Joughin sobrevivió al hundimiento gracias a la ingestión de una gran cantidad de alcohol, que habría actuado como anticongelante.

En la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912, hace ya 104 años, se hundía en aguas del Atlántico Norte el RMS Titanic, el barco más legendario de la historia de la navegación. Ya: 104 años no es que sea precisamente un número redondo para recordar una efemérides, pero no nos resistimos a recordar hoy la curiosa historia de uno de sus 705 supervivientes, el jefe de panaderos.

La primera vez que el inglés Charles Joughin se embarcó para trabajar en un buque apenas tenía once años (corría el año 1889) y, poco a poco, fue progresando hasta convertirse en jefe de panaderos de la compañía naviera White Star Line. De hecho, antes que en el barco capitaneado por el carismático Edward John Smith, trabajó a bordo del RMS Olympic, gemelo del Titanic.

La noche de la tragedia, tras enterarse de que el barco que viajaba rumbo a Nueva York había colisionado con un iceberg y se hundía, Joughin decidió permanecer a la espera de su destino en su camarote, aferrado a una botella de whisky.

Sin embargo, después tomó la resolución de ascender a la cubierta superior, donde ayudó a muchas mujeres y niños a ponerse a salvo en botes salvavidas, y además se encargó de suministrarles alimentos. En algunos casos, incluso tuvo que mostrarse de lo más persuasivo para convencer a los pasajeros de subir a esos botes, ya que muchos de ellos pensaban en aquel momento que era imposible que el insumergible Titanic realmente fuera a hundirse.

Más tarde, Joughin también se encargó de arrojar por la borda sillas y otros muebles de madera que encontraba en cubierta para que aquellos que habían caído al agua pudieran aferrarse a algo.

El inglés permaneció en el barco hasta el momento en que se hundía por completo. Entonces se lanzó desde la cubierta de popa y permaneció en aquellas gélidas aguas durante unas dos horas, hasta que uno de los botes salvavidas regresó a la zona cero y lo rescató. Cuando subió al RMS Carpathia, tenía los pies congelados y tenía que andar de rodillas, pero sobrevivió al desastre sin secuelas.

Ni siquiera la tragedia del Titanic lo animó a abandonar el oficio: Joughin siguió trabajando en el sector del transporte marítimo. Falleció en 1956, a la edad de 78 años, en la ciudad de Patterson (Nueva Jersey, Estados Unidos).

Siempre se ha contado que fue el alto nivel de alcohol en sangre lo que actuó como anticongelante en su organismo y le salvó de una muerte segura. Y esta versión es tan llamativa y curiosa –‘Tripulante del Titanic sobrevive gracias a que se pilló una buena cogorza’– que ha sobrevivido al paso de los años.

Pero ¿realmente fue el whisky lo que salvó a Joughin? Si lo hizo, no fue precisamente por la supuesta capacidad del alcohol para quitar el frío, ya que lo que provoca su consumo es una pérdida de nuestra temperatura corporal cuando nos exponemos a ambientes gélidos.

Porque el alcohol es un vasodilatador. Es decir, beber alcohol provoca que los vasos periféricos sanguíneos que se encuentran justo bajo nuestra piel se dilaten y, al dilatarse, circule más sangre por ellos, de manera que, como esta fluye caliente, los receptores térmicos informarán a nuestro cerebro de que estamos entrando en calor. En realidad no es más que una sensación subjetiva, una simple ilusión.

El alcohol no nos protege en absoluto del riesgo de hipotermia, sino al contrario: al circular una mayor cantidad de nuestra sangre por esos vasos sanguíneos más cercanos a la superficie –y, por tanto, al frío exterior–, estamos favoreciendo que esa sangre, que después recorrerá también nuestros órganos internos, se enfríe más rápido que si no hubiéramos tomado alcohol y eso propiciará una mayor pérdida general de calor corporal. De hecho, a una persona borracha que se encuentra a la intemperie lo que hay que hacer es abrigarla bien.

Por esta razón, hay quien cree que la embriaguez del jefe de panaderos no lo mantuvo a salvo porque le proporcionara el calor que su cuerpo necesitaba en aquellas aguas congeladas, sino porque le permitió no caer preso de la desesperación y, de esa manera, pudo actuar con una calma que lo ayudó finalmente a salvar su vida.

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