Notimex. Con la poesía y la música a flor de piel, Aura, Emilio, Elena, Junajaw, Marisol y Heyder asumen gustosos el reto de preservar y difundir a través de sus infantiles voces la tradición trovadora de la legendaria tierra maya.
La disparidad de sus edades, de 9 a 13 años, contrasta con la armonía que emanan sus guitarras y su canto, para perpetuar la trova, la clave, el bambuco o la jarana yucateca, y en cuyas voces estos ritmos también se actualizan, se renuevan.
En su mente y alma llevan los acordes de 40 canciones que sirven de base al repertorio del ensamble “Chan Cil”, conformado por 18 niñas y niños, quienes asumen el alegre compromiso, aun sin proponérselo, de ser los continuadores de la tradición música creada por quien da nombre a su agrupación.
Las manos y dedos de Heyder Morales Cámara se aferran con delicadeza pero firmes, a las cuerdas de su guitarra, la cual ha ganado prominencia sobre los videojuegos y la televisión, gracias a que cada canción cuenta una historia y tiene un mensaje poético para quien sabe escuchar.
Y es que para este niño de 11 años, la trova es una música “que te da ganas de bailar y sientes que todo se mueve en ti, no quieres parar, sientes algo dentro que te hacer moverte”.
Pero su presencia en “Chan Cil” no es acto individual, sino familiar, pues en sus presentaciones por lo general está acompañado de su familia, a quienes la trova también ha tocado en el corazón y por ello “también los hace bailar”.
Por primera vez desde su ingreso al ensamble, conformado por niñas y niños que acuden al Centro Cultural del Niño Yucateco (Cecuny), su amor por la trova trascenderá a la agrupación y durante el próximo festival escolar en honor a las mamás, tocará y cantará ante ellas y sus compañeros, música de trova.
“Cuando llego al salón después de que hemos tocado, les cuento a mis amigos dónde tocamos, lo que tocamos y a muchos le gusta, pero a otros no, ellos siguen prefiriendo música nueva. Pero a mí me gusta mucho la (música) yucateca, porque es de nuestro país y proviene de aquí”, detalló.
Ha pasado apenas medio año desde su incorporación al grupo, pero parece haberse integrado desde hace varios años atrás, gracias a su dedicación y práctica, pues “cuando a veces no puedo ir a los ensayos, me quedo en mi casa a practicar para estar listo para el día siguiente”.
Y es que el amor por la trova y la permanencia en “Chan Cil” depende no sólo de la disciplina al interior de la agrupación, sino fuera de ella, la cual empieza con el cumplimiento de las tareas escolares y las obligaciones en casa.
Durante 12 años, la directora del ensamble, Ligia Rosado Boix, ha logrado infundir en niños y niñas el amor por la trova, expresión musical a la cual llegan muchos infantes solo con la idea de continuar con el estudio, principalmente de la guitarra, pero cuando conocen la trova, los marca para siempre.
“La música de trova es bombardeada por tanta música popular y comercial que tenemos y que desgraciadamente hoy en día en las casas muy pocas veces se escucha, por eso con la idea de preservar esta tradición se decidió que el taller de guitarra se enfocaría a trova y jarana”, sostuvo.
Pero cada canción no solo es estudiada para aprender su ritmo, sino también su historial, el por qué se escribió, la época en que se creó.
Ciertamente, reconoció la mentora, no es música que les atraiga a las personas y es porque no la conocen. En el momento que comienzan a conocer la música la piden.
“Nos suelen preguntar por qué siempre se tocan las mismas canciones y es que esto se debe a que para el grupo anterior ya fue conocida, pero para los pequeños que entran las oyen de los grandes, del grupo anterior y lo que dicen es que quiero tocar esa y así empiezan a interesarse por la música y los ritmos”, explicó.
Hay quien me dice “a mí me gusta más el ritmo de guaracha, el de bolero y ya escogen entre ellas y se van formando sus propias preferencias de música yucateca”.
Muchas niñas y niños han logrado, a través de la música yucateca, cambios que mejoran su conducta e incluso en muchas ocasiones llegan con ciertas etiquetas de la escuela a la que asisten, “pero he comprobado que la música y el arte son terapéuticos en sí mismos”.
De tal forma que “yo no tengo que hacer nada para que se componga o se mantenga sentados, simple y sencillamente le interesa la música, le interesa lo que está haciendo y solitos toman la decisión de ir formando sus límites y su autocontrol”, comentó.
Llega el momento, dijo, en que el niño se autorregula por la motivación de estar en el grupo, de permanecer, de poder participar en diferentes eventos y el saber que si no hacen la tarea les impedirá venir al Cecuni, ellos mismo optan por hacerla.
Pero el pertenecer a “Chan Cil” es una experiencia que marca a niñas y niños, al grado que varios de ellos –hoy adultos jóvenes- se han vuelto promotores de la música a través de la conformación de tríos musicales o como solistas de organizaciones como la Orquesta Sinfónica de Yucatán.
Otros han decido cursar estudios de música de manera profesional en institutos como la Escuela Superior de Música de Yucatán o un diplomado en la escuela de Trova y Música Popular “Juan Acereto”, mientras que muchos otros les cantan a sus hijos y los arrullan con música de trova.
Y es que estos nóveles trovadores luchan contra el estigma de que la música de trova “es etiquetada muchas veces como música de viejitos, pero en voz de estos niños pierde este concepto y se vuelven promotores de la música yucateca”.
“En las escuelas, cuando piden a alguien que sepa tocar algún instrumento -ellos lo comentan-, participan tocando la música que aprenden aquí, y esto es muy bonito porque en la escuela no todos tienen acceso a esta formación extracurricular, extraescolar. Son promotores de la música que les gusta”, relató.
“La música de trova se tiene como algo cotidiano por la gente. Pero cuando es tocada, cuando es cantada por niños ya no es una música para viejitos, es una música nueva, cada día es nueva porque está en voz de la nueva generación”, expuso.
“La música de trova está compuesta por una poesía, que los niños no fácilmente tienen acceso a ella en lo cotidiano, pero aquí si tiene acceso a la poesía con una música y un ritmo acorde a la letra y esto forma las canciones que son atractivas, aun para ellos que son pequeños”, agregó.
Y es esta la historia de Marisol Pech Ucán, que a sus 13 años, el encuentro con la trova se dio como resultado de su deseo de continuar con la práctica de la guitarra en el Cecuny, para lo cual varias veces por semana se desplaza de la zona oriente al centro de la capital yucateca.
Con una sonrisa sincera, plena, que enfatiza los colores encendidos de su terno, festeja el haber descubierto que la música de trova “no son canciones aburrida y ahora estoy tocando”, entre ellas destaca “Flor con Alma”, melodía que destaca la belleza de la mujer meridana y su singular y fino coqueteo.
Hizo un llamado sobre la música de trova: “la deben de conocer más y así se va tenido más interés y te van gustando”.
La ingenuidad reflejada en su rostro y en su actitud la lleva a reconocer el esfuerzo que debe hacer para cumplir con sus obligaciones escolares, porque en las de artes “me va bien”.
Mientras Marisol sonríe, Junajaw Sánchez Chan, quién es el único de la agrupación que utiliza el teclado musical, afirmó que gracias a la trova aprendió a tocar este instrumento y “conocí la música yucateca”.
La trova, explicó, “es algo especial, pues la música yucateca siempre tiene un mensaje para dar, ya sea en la letra o en su ritmo, te da un mensaje para que entiendan algo. La trova es lo nuestro, aquí lo vivimos, y la gente tendría que saber de ella” asegura ante la mira silenciosa, pero cómplice de Aura Sánchez, Emilio Rodríguez, Elena Medina, entre otros.
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