Recibe poeta Jaime Labastida Ochoa, doctorado honoris causa por la UAM

Agencias. Es posible propiciar para México, “un futuro abierto, racional, fuerte, libre de polvo y ataduras, sin sangre ni violencia; en este mundo global que nos reta y amenaza”, confió el poeta y filósofo Jaime Labastida Ochoa al recibir el nombramiento de Doctor Honoris Causa, conferido por el Colegio Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En su discutido de recepción ¿Pueden las aves romper su jaula? Preguntas (sin respuesta) sobre el concepto de Revolución, el autor de Elogios de la luz y de la sombra dijo que su visión de la historia nacional difiere de la oficial y “he puesto el acento en muchos de sus rasgos negativos, porque creo que el futuro nos determina con tanta o más fuerza que el pasado”.

Al acto en el Auditorio Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez de la Rectoría General, acudieron el filósofo e historiador Miguel León Portilla, el violonchelista Carlos Prieto, el antropólogo Néstor García Canclini, el doctor Enrique Villa Rivera, presidente de El Colegio de Sinaloa y ex director general del Instituto Politécnico Nacional, el ex candidato presidencial Francisco Labastida Ochoa y el escritor René Avilés Fabila, además de rectores, profesores y alumnos de la UAM.

A partir de su reflexión sobre el concepto de revolución planteó una serie de preguntas en torno a si las revoluciones se producen con fines establecidos o si son el efecto de una multitud de causas aleatorias.

¿Persiguen un propósito definido, logran lo que se proponen? o, por el contrario, ¿se producen sólo cuando se presenta un conjunto azaroso de factores que nadie previó y que constituye lo que Lenin llama la crisis nacional general?

A la luz de esos cuestionamientos refirió algunos sucesos de la Revolución Mexicana y señaló que ni los propósitos del general Porfirio Díaz ni los de Emiliano Zapata se cumplieron. En ese sentido planteó que para entender con congruencia los acontecimientos sociales “no hemos de limitarnos al examen de los actores que participan en los hechos y por ende los producen. Hay que valorar lo que resulta en el largo plazo y cuáles son los resultados obtenidos”.

Luego de ofrecer una semblanza de la trayectoria del doctor Labastida Ochoa, el rector general de la UAM, doctor Salvador Vega y León, coincidió con la opinión de sus “numerosos alumnos: transmite usted con fascinación un interés por la historia, la lengua, el psicoanálisis, la poesía, la psicología y la ciencia, entre otras herramientas del conocimiento”. De sus enseñanzas, la mayor parte de sus discípulos recuerda con nitidez su pasión por la justicia.

Ahora que ha solicitado elevar al rango de lengua oficial el español y dar esa misma condición a las lenguas nacionales en las distintas regiones donde son habladas –dijo el Rector General– “compartimos con usted el respeto a la idea y a la palabra que expresa en su más alta precisión: el ser humano que domina su lenguaje, que es capaz de entender lo que lee, que sabe expresarse correctamente cuando habla y cuando escribe es un ser humano pleno, la clase de ciudadano que nuestra nación necesita”.

En su laudatio para Labastida Ochoa, el doctor Gabriel Vargas Lozano, investigador del Departamento de Filosofía de la Unidad Iztapalapa de la UAM, sostuvo que ha desplegado su obra por los caminos de la poesía, el análisis literario y lingüístico, la filosofía, la historia de las ideas, la antropología y el ensayo político, pero a ello es posible agregar su interés por el mundo indígena, además de su pasión por la política.

Para el autor de Estética del peligro, señaló el doctor Vargas Lozano, la política implica acción, el intento de alterar el orden existente, la inconformidad, casi siempre de origen ético frente a la realidad, acaso ¿por qué no?, la insatisfacción estética ante el mundo circundante”.

¿Qué desea Labastida Ochoa para el país?: en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, el dos de abril de 1998, dijo: “quisiera que en México se impusiera por encima de todo la razón, digo el diálogo incluyente, diálogo tolerante entre diferentes (…) por esta causa urge llamar a la razón, como si todos fuéramos filósofos o poetas que trabajan con la vista puesta en la eternidad. Aclaro, la eternidad humana, que es la única de que tenemos noticia, es pasajera y, ya lo sabía aquél gran poeta William Blake, está enamorada de las obras del tiempo”.