Redacción. Para llegar a Tijuana o Mexicali, en Baja California, son más de 10 fronteras las que atraviesan los migrantes que salieron de diferentes países de África, principalmente la República Democrática del Congo que lleva prácticamente cuatro décadas en guerra civil.
François Kebele, uno de los congoleses que ha arribado en los últimos días a esta zona del país, dijo que si se tiene la manera de reunir el dinero, se puede contactar al traficante de personas en las calles de Kinshasa, la capital de esa nación africana, y comprar un boleto de avión (con una visa falsa incluso) hasta Brasil o Ecuador. Los menos afortunados, quienes no logran reunir el dinero, deben costear un viaje más barato en barco.
Ante la inestabilidad económica, política y social de aquel país, recrudecida por el dominio de grupos paramilitares en ciertas zonas, los congoleses empezaron a emigrar en la década de los ochenta a países vecinos como Angola, Uganda, Malawi, Tanzania o Zambia.
Tras arreciar la crisis en la década de los noventa y hasta el 2010, se empezó a generar una migración a países europeos como Francia, Bélgica o Gran Bretaña. Sin embargo ante los problemas económicos, raciales y las restricciones legales para ingresar a Europa, a partir del 2010, migrantes originarios de otras naciones africanas, voltearon a Sudamérica (en espacial a Brasil por la fiebre de construcción mundialista y olímpica) y Estados Unidos.
Actualmente, según los datos de la ONU proporcionados por autoridades norteamericanas a Crónica, hay casi dos millones de congoleses que han emigrado a otras partes del mundo.
En Estados Unidos tienen contabilizados a casi 30 mil, pero esa cifra ha crecido más rápido de lo normal en los últimos meses.
Travesía. El padre Alejandro Solalinde, coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano, quien estuvo en Mexicali durante más de una semana para analizar el fenómeno migratorio, expuso que de acuerdo a los testimonios de los extranjeros, hay una red bien establecida y entrelazada de tráfico de personas, desde los países africanos hasta Sudamérica, pasando por Centroamérica y México.
En ese sentido, refirió que quienes buscan salir de las naciones empobrecidas de África, son enganchados por traficantes en sus lugares de origen. Ahí les ofrecen el viaje a América por 4 o 5 mil dólares.
Migrantes congoleses entrevistados por Crónica, quienes no logran reunir el dinero para adquirir el pase a Sudamérica en avión, llegan en un viaje de entre 15 y 20 días en barco a las costas de Brasil, Colombia o Ecuador (el país que se dijo dispuesto a recibir sin visa a cualquier persona del mundo).
Una vez que llegan a Sudamérica, son recibidos por sujetos pertenecientes a otras mafias dedicadas al tráfico de personas, con quien tienen nexos las organizaciones africanas, y quienes les cobran más para trasladarlos a Centroamérica.
Sergio Tamai Quintero, dirigente de la agrupación Ángeles sin Fronteras, dijo a Crónica que de acuerdo a los testimonios y referencias de autoridades de los países centroamericanos, una vez que entran a Panamá, son otros traficantes los que los abordan para cobrarles el trayecto hasta México.
“Al final se gastan unos 8 mil dólares. Pero hay unos que desde que llegan a Sudamérica se quedan sin dinero. Por eso muchos refieren que se quedaron temporadas en Brasil, Ecuador o Chile, para trabajar y juntar. En Centroamérica también han empezado a quedarse. Incluso en Tijuana y Mexicali algunos ya empiezan a ser subempleados, en bares, talleres, fondas”, expresó.
estadios africanos del Brasil. Javier Gutiérrez Vidal, subsecretario de Gobierno de Baja California, comentó que, de acuerdo con la información que han cruzado con las embajadas, el Instituto Nacional de Migración y la Secretaría de Relaciones Exteriores, la migración dirigida a Sudamérica fue alentada por traficantes de personas que aseguraban la existencia de abundante trabajo en Brasil, esto bajo el supuesto de que se requería mano de obra para construir los estadios que serían utilizados en el Mundial de Futbol 2014 y para las sedes olímpicas de Río de Janeiro 2016.
“Brasil otorgó cerca de 50 mil permisos de trabajo temporales para la construcción de esos estadios. Pero ahora que no hay trabajo y hay inestabilidad política, tuvieron que salir estos migrantes”, explicó.
Jean Batiste, migrante congolés entrevistado por Crónica, hizo referencia a que, en su caso, salió en el 2013 de su país y que llegó a Brasil para trabajar en la construcción de los estadios en Brasilia, Manaos y Sao Paulo. Comentó esto mientras espera un plato de comida en el Albergue Alfa y Omega.
Mikele Badiop, quien viene de Guinea, reveló que fue en Nicaragua donde decenas de migrantes que venían en su grupo, murieron en manos de asaltantes, pero otros también a mano de las autoridades o incluso de hambre: “No todos tienen la misma fuerza, algunos se iban quedando. Muchos nos quedamos sin dinero y no teníamos cómo conseguir agua ni comida; había rutas en Nicaragua y Honduras donde no había ni gente a la que pedirle ayuda”. Badiop asegura ser contador, pero que en su país no hay oportunidades.
Las estimaciones hablan de que de los congoleses que salen de su nación en busca de oportunidades, la mitad son mujeres. Una de estas es Fiatouh Masango (en la foto), quien refiere en un inglés atropellado que aunque el camino a EU es difícil, es mejor que quedarse en El Congo, donde llegan grupos de paramilitares a llevarse mujeres para abusar sexualmente o usarlas como cocineras para los campamentos rebeldes. La migrante congolesa viaja con una sobrina que tiene un bebé de seis meses.
Habrá más bebes pronto. Por lo menos las autoridades tienen contabilizados 42 embarazos en los campos de refugiados.
De acuerdo a datos oficiales del Customs and Border protection y de la ONU, proporcionadas a Crónica por autoridades migratorias norteamericanas, la República Democrática del Congo es uno de los países africanos que más han expulsado migrantes.
(Con información de La Crónica)
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